Venezuela lucha por su libertad
Definitivamente, uno no puede ya poner en duda que los diagnósticos aparecidos aquí y allá sobre la personalidad psicopática de Hugo Chávez Frías son ciertos. Que lo que se ha dejado colar en diferentes espacios, incluyendo un prestigioso psiquiatra argentino, apuntan a lo correcto.
En estos días pasados lo aseveraba una autoridad incuestionable de nuestro país, como lo es Franzel Delgado Senior, que aseguraba que de esa personalidad no podía esperarse el arrepentimiento. Yo agrego que tampoco reflexiones y auto críticas. Es realmente asombroso como se puede mantener por tanto tiempo un país bajo el control de un hombre con estas reacciones y características, quien obliga a la ciudadanía a degradarse cotidianamente. Porque esto no somos nosotros ni es Venezuela. Al más humilde venezolano tiene que chocarle un militarzote fustigando el odio, la revancha barata, el servilismo, la mendicidad. Eso no se aguanta.
Cualquiera de nosotros se conmociona al recordar la masacre de El Calvario en aquel Abril terrible cuando renunció Chávez y, desde La Orchila, alguno pidió 7 millones de dólares para su salida del país. El Calvario tiene muertos, lágrimas y sangre. Y, ahora, otro nombre: una banda de milicias, comandadas por el rollizo “Comandante en jefe de las fuerzas libertarias de la Humanidad”, celebra que ahora el sitio no se llama El Calvario, sino que lleva un nombre revolucionario: Zamora, el incendiario. ¿Quedaría en la cabeza enferma de Chávez, además de su obsesión con el poder, la imagen desgarradora de ese día?, ¿o borraría todo, reponiendo sólo lo que su mente quiere recordar en esta Venezuela que ha construido sin honor?
Los Mendoza y los Zuloaga son su objetivo. Él desea aplastar el éxito y la hidalguía. Pone doscientos millones para comprar el espíritu de lucha de Globovisión, a quien ha tratado de aplastar por muchos años. Ahora esta allí, desnudo, lleno de miedo. En los graves desórdenes de su personalidad hay algo que le dice lo que no quiere oir. Venezuela libra sus íntimas luchas de forma sigilosa y decidida. Huele diferente. Se cuela el jazmín. La luna alumbra más y las velas unen a las familias en el deber por cumplir. Hoy, en la obligada oscuridad, Venezuela ve más.
“¿Acordaos que sois venezolanos, caraqueños, republicanos, y con tan sublimes títulos, como podéis vivir sin ser libres?”