Opinión Nacional

Venezuela en la hora de la dictadura chavista

Creo que lo intrínsecamente perturbador de la hora en que Chávez decidió recurrir al viejo truco de hacerse pasar por revolucionario y socialista para imponerle a Venezuela una dictadura neototalitaria que trata a toda costa de desprenderse de su tufo cuartelario y gamonal, es la pasividad e incluso complicidad que está encontrando en funcionarios de los poderes públicos independientes que, de acuerdo a la Carta Magna vigente, ni le deben obediencia, ni están obligados a actuar con otras prescripciones que no sean las contenidas en la Constitución y las Leyes.

Sociopatía que ya se sufre entre algunos de los sectores más ideologizados de la maquinaria estatal y de de militantes del partido de gobierno y sus aliados, pero que no tardará en hacerse extensiva y aguda cuando más y más grupos salgan de las oficinas públicas y los locales de los partidos oficialistas a apoyar las actividades represivas de los cuerpos paramilitares y parapoliciales, concluyendo en la peste generalizada que convertirá la estructura social anexa a la ideología de la dictadura en una maquinaria de control y espionaje.

Por ahora, sin embargo, sigue circunscrita a connotados miembros de los poderes públicos, de la FAN, de los cuerpos policiales y de los partidos oficialistas que más y más se pliegan a entronizar la maquinaria represiva que ya no cabe sino caracterizar y calificar como una dictadura pura y simple, aun cuando sería irresponsable no alertar a la población que, de mantenerse Chávez en el poder por mucho más tiempo, no estaremos lejos del momento en que Venezuela pase a ser una sola cárcel, y el estado, el PSUV y los partidos que lo apoyan, el brazo ejecutor que reprime y abre y cierra los cerrojos.

El estado orwelliano en una palabra, aquel donde ya no cabe guarecerse siquiera en los espacios más recónditos de la conciencia, porque segundo a segundo y centímetro a centímetro, somos vigilados y controlados por el ojo omnisciente del Gran Hermano que acorta las distancias entre la inocencia y la culpabilidad, el grito y el silencio, el sueño y la pesadilla.

Y aquí tocamos la que sin duda alguna es la condición más perversa y siniestra de las dictaduras ideologizadas y totalitarias, como es la de no limitarse y resignarse a la miseria por la que se arrastran el caudillo-redentor y los círculos más militantes que lo apoyan, sino atraer a la misma a capas cada vez amplias de los llamados sectores “revolucionarios y socialistas”, de manera que todos terminen compartiendo la culpa de sus crímenes, sintiéndose proclives a acompañarlo algún día en el banquillo de los acusados y, por tanto, dispuestos a secundarlo en cuanta ilegalidad y violación de los derechos humanos concite.

Síndrome que explica por qué una vez que se pone fin al horror de las dictaduras totalitarias, resulta difícil para los gobiernos democráticos que las sustituyen e intentan castigar sus crímenes y sentar precedentes contra la impunidad, reunir testimonios y testigos que fundamenten causas y expedientes, pues en una proporción nada desestimable de la población, quien más quien menos, participó en las atrocidades, y si no, conoce familiares o amigos cercanos que si lo hicieron.

Ejemplos los de la Alemania post Nazi, donde a casi 60 años del Holocausto resulta en extremo complicado para historiadores y tribunales que intentan desentrañar las causas de la tragedia y enjuiciar y castigar a los culpables, reunir pruebas y testigos que, más allá de toda duda, cumplan su cometido.

E igual en Rusia y los países satélites de la URSS, donde ni el Gulag, ni los campos de concentración, ni las ejecuciones masivas conocen otros testimonios y testigos que no sean los de las víctimas a quienes ya los años, las enfermedades, o la muerte, mantienen fuera del mundo de los vivos.

En otras palabras, que a la hora de la dictadura chavista la oposición democrática no debe ser sorprendida por la emergencia de esta suerte de lado oscuro de la Venezuela eterna que intenta organizarse contra la otra, como una forma de introducir en el país una fractura o falla antropológica por la que una parte de la sociedad, la que se identifica con el caudillo, el estado y su ideología, se convierta en verdugo de la otra, de aquella que no comulga con sus ideas, ídolos y adoraciones, dirigiéndose a perseguirla, a acosarla, a asfixiarla, en la idea de encarcelarla, expulsarla y desalojarla del sentimiento que le es más caro: la venezolanidad.

Y frente a la cual, si bien la política central de la oposición democrática no puede ser otra que hacerle comprender su error e incorporarla a la lucha contra la dictadura, también debe advertirle a los que persisten de su responsabilidad en la comisión de crímenes de lesa humanidad, por cuanto participar, ser cómplices o mantenerse pasivos frente a la destrucción de Venezuela no debe pasar sin sanciones en los ámbitos político, civil, histórico y moral.

Reflexiones que no oculto lo severo y escalofriante que pueden resultar, pero que son ineludibles cuando se ve a un grupo de jueces y fiscales del Ministerio Público -actuando como en los tiempos de los juicios de Moscú de la época de Stalin, o de los “Juristas del Terror” del Tercer Reich, o de los juicios de La Habana de antes y de ahora, cuando se mandaba al paredón o se les aplicaba cadena perpetua a disidentes por delitos de conciencia-, violando la constitución y las leyes, ignorando pruebas y testimonios, convirtiendo a los inocentes en culpables y a los culpables en inocentes, envileciéndose y envileciendo la justicia, rebajándose, en fin, al papel de gatillos para saciar la sed de venganza del autócrata, del mandamás, al condenar a los comisarios Simonovis, Vivas y Forero y 6 humildes expolicías a penas que en conjunto alcanzan los 213 años de cárcel.

Porque es que diferencia de los tiempos de Stalin, Hitler y las primeras cuatro décadas de la satrapía de los hermanos Castro, ahora existe una justicia internacional con tribunales, instancias y jueces a los que se acude, instruyen causas y sentencian, evitando que los criminales y sus cómplices opriman impunemente a quienes en nombre de la libertad y la democracia se les oponen y tratan a toda costa de poner fin a sus horrores y que sus crímenes no queden impunes.

Y si no que lo cuenten los genocidas de Ruanda, Bagosora, Nsengiyumva, Ntabakuse; el matón de Liberia, Charles Taylor; el archicriminal, Milosevic; el carnicero de Darfur, Al-Bashir ( el cual recibió la solidaridad automática de Chávez) y un asesino de por estos lados, el autor de los crímenes de La Cantuta, Alberto Fujimori.

Suerte que sin duda espera a Ahmadinejad, Mugabe, Kim Jong-Il y a todos quienes siguiendo sus pasos están convirtiendo sus países en cárceles y forzando a sus seguidores a transformarse en ejecutores o cómplices de crímenes de lesa patria y contra la humanidad.

Por último, no quiero concluir sin celebrar y aplaudir la iniciativa del abogado y penalista, Gonzalo Himiob, quien a nombre de las ONG, Vive y Foro Penal Venezuela, anunciaba el jueves en una entrevista concedida a “El Universal”, que “ acudirán al Tribunal Penal Internacional para anexar a la denuncia que ya presentaron en el año 2004 sobre el caso Venezuela, la sentencia de la juez cuarto de juicio, Marjori Calderón, al considerar que la jurista, así como los fiscales que llevaron la investigación del caso de los comisarios y los 8 policías de la Metropolitana, se prestaron voluntariamente a servir como herramientas para la consumación de crímenes de lesa humanidad, concretamente el de persecución por motivos políticos, tal como está establecido en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional”.

Y como esta deben ser presentadas todas las denuncias y acusaciones que sean necesarias sobre las violaciones de los derechos humanos que tengan lugar en el país, en la idea central de que Chávez y sus cómplices sean llevados más temprano que tarde a las instancias judiciales en que sean juzgados y sentenciados como transgresores de la ley que se esconden tras un cliché abominable y desgastado que ya desacreditaron Stalin, Mao, Kim Il Sung, Pol Pot y los hermanos Castro: el de revolucionarios y socialistas, el de redentores del pueblo y salvadores de la humanidad.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba