Venezuela; al igual que Irán, es una teocracia
En castellano y en inglés, la teocracia es definida como un gobierno ejercido directamente por Dios; un gobierno en el que el poder supremo está sometido al sacerdocio; un estado gobernado de esa manera, en el que los funcionarios afirman tener la aprobación de Dios.
Observen bien que esas definiciones no identifican cuál es el Dios al que se refiere; como tampoco lo identifica la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, cuando establece en su preámbulo:
“ El pueblo de Venezuela, en ejercicio de sus poderes creadores e invocando la protección de Dios, el ejemplo histórico de nuestro Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana […] decreta la siguiente… Constitución»..
Tampoco dice esa Constitución en ninguna parte, que Venezuela sea un estado seglar sin religión oficial, y mucho menos que exista una separación entre la Iglesia y el Estado; y numerosos documentos oficiales de abundantes instituciones del Estado—antes de la firma del funcionario—deben llevar la frase: “Dios y Federación”.
La mayoría de los venezolanos cree que el Dios que los gobierna es la trilogía compuesta por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que describe la Biblia cristiana, y que está representado en La Tierra, por la Iglesia Católica Apostólica y Romana, encabezada en estos momentos por el Papa Benedicto Décimo Séptimo quien reina desde el Estado Vaticano, ubicado en el interior de la ciudad de Roma, Italia.
Lo creen sin importarles que el Artículo 59 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, establezca que:
«El Estado garantizará la libertad de religión y de culto. Toda persona tiene derecho a profesar su fe religiosa y cultos y a manifestar sus creencias en privado o en público, mediante la enseñanza u otras prácticas, siempre que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres y al orden público. Se garantiza, así mismo, la independencia y la autonomía de las iglesias y confesiones religiosas, sin más limitaciones que las derivadas de esta Constitución y la ley. El padre y la madre tienen derecho a que sus hijos o hijas reciban la educación religiosa que esté de acuerdo con sus convicciones.»
Y en efecto, Venezuela es asiento de Sinagogas, Iglesias Católicas, Mezquitas, Templos Cristianos Protestantes, Templos Mormones, Casas de Oración de los Testigos de Jehová, y otros lugares de oración y veneración de otras creencias religiosas. También son respetadas las creencias de casi todas las treinta y un diferentes etnias indígenas venezolanas, que siguen a sus propias deidades; y hasta no pocos venezolanos practican con total libertad el culto a las más populares creencias africanas de la etnia nigeriana Yoruba, así como de otras etnias de Angola, Dahomey y de otras naciones africanas; como la Santería, el Candomblé y la Umbanda. Y aunque la mayoría de los venezolanos que disfrutan de la música jamaiquina llamada Reagge, no lo hacen por motivos religiosos, algunos pocos sí son conscientes y practican la creencia Rastafari que pregonan muchas de sus composiciones. Debemos mencionar también a los cultos religiosos autóctonos de Venezuela, como la veneración de la Reina María Lionza, del Doctor José Gregorio Hernández; del Cacique Guaicaipuro, del Negro Primero, y de muy reverenciadas Animas, como la de Taguapire.
Y lo cree, porque a pesar de esa multiculturalidad religiosa existente en Venezuela, abundantes instituciones públicas; de nivel nacional, estadal y municipal, tienen—oficialmente—y únicamente, Santos Patronos, de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana; y capillas y altares de esta creencia religiosa, en el interior de sus edificaciones públicas; como si esas instituciones del Estado, no existiesen para servir también a los venezolanos que profesan la fe judía, islámica, cristiana-no-católica; o cualquiera otra de las numerosas creencias citadas arriba.
Pero, hay más:
Desde que la Asamblea Nacional Constituyente de 1947 aprobó la Constitución de los Estados Unidos de Venezuela, puesta en vigencia el 5 de julio de ese año por la Junta Revolucionaria de Gobierno, a cargo del Poder Ejecutivo—e integrada por Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y el Teniente-Coronel del Ejército, Carlos Delgado Chalbaud—y cuyo encabezado también establecía la preeminencia de Dios:
“La Asamblea Nacional Constituyente en representación del pueblo soberano de Venezuela, para quien invoca la protección de Dios Todopoderoso decreta la siguiente Constitución”
La Constitución Nacional—por primera vez en Venezuela—designó como dios secular, al intolerante pensador alemán Karl Marx, cuando sometió a los venezolanos a sus “Mandamientos Económicos”, que ordenan entregarle a una entelequia burocrática llamada “Estado”, la absoluta y exclusiva propiedad de todos los recursos naturales del país:
«Artículo 66: El Estado atenderá la defensa y conservación de los recursos naturales del territorio venezolano, y reglamentará el uso, goce y aprovechamiento de aquellos, de acuerdo con los fines anteriormente citados.» [Observen que establece: “uso, goce y aprovechamiento, pero no propiedad].
«Artículo 70: Las tierras adquiridas por nacionales o extranjeros en territorio venezolano destinadas a la explotación de hidrocarburos y demás minerales combustibles, pasarán en plena propiedad al patrimonio de la Nación , sin indemnización alguna, al extinguirse por cualquier causa la respectiva concesión.»
«Artículo 73: Todos pueden dedicarse libremente al comercio o la industria y el ejercicio de cualquier otra actividad lucrativa, sin más limitaciones que las establecidas por esta Constitución y las leyes por razones sanitarias o de seguridad pública. El Estado protegerá la iniciativa privada, pero podrá reservarse el ejercicio de determinadas industrias , explotaciones o servicios de interés público para asegurar el normal funcionamiento de éstos o la defensa o crédito de la Nación, y el derecho de dictar medidas de orden económico para planificar, racionalizar y fomentar la producción y regular la circulación y el consumo de la riqueza, a fin de lograr el desarrollo de la economía nacional.».
Es decir, que la entelequia burocrática llamada “Estado”, tiene ya más de 58 años, mal-administrando los recursos naturales que son propiedad natural de todos los venezolanos. Tiene más de 58 años, manteniendo inexplotadas gigantescas extensiones de tierra con vocaciones agropecuarias, forestales, mineras, turísticas, y muchas otras; y tiene más de 58 años, haciendo toda clase de negocios sucios y perpetrando todo tipo de actos de corrupción administrativa, con esos recursos naturales, mientras decenas de millones de venezolanos no poseen en propiedad ni siquiera un centímetro cuadrado, ni pueden desempeñar ninguna actividad económica con esos muy abundantes recursos naturales, que les confiscó sin indemnización esa entelequia llamada “Estado”, porque así se los ordenó a sus sacerdotes, el dios secular Karl Marx.
El pensamiento económico de ese dios secular, Karl Marx, ha arruinado a todas y cada una de las naciones del mundo que lo han adorado e incorporado a sus constituciones y leyes. Venezuela ha venido siguiendo esa misma ruta del empobrecimiento creciente—a pesar de sus enormes riquezas naturales, que no sólo son petróleo y sus derivados—porque desde que fue promulgada esa Constitución de 1947, son las ideas económicas del dios secular Karl Marx, las que han gobernado a Venezuela.
Y el pensamiento religioso del Estado—indistinguible del de la Iglesia Católica Apostólica y Romana—que ha gobernado a Venezuela desde 1492, ha tallado en las mentes de los venezolanos, su obligación de poner la otra mejilla a los gobernantes déspotas, porque ese pensamiento religioso le ha enseñado a los venezolanos que están obligados a seguir la “Palabra de Dios”, como recogió San Mateo en su Evangelio (5:38-44):
“Oísteis que fue dicho: Ojo por Ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.”
Mientras los venezolanos sigan esperando que sus dioses reales y seculares les resuelvan sus inumerables problemas personales, Venezuela no dejará de empobrecerse.
Mientras en Venezuela no se reconozca que John Locke—quien dijo que “el hombre es bueno y la sociedad lo corrompe—estaba totalmente errado; y quien sí tuvo la razón fue Jean Jacques Rousseau, quien dijo: “el hombre es malo y la sociedad lo corrige”, los déspotas sin escrúpulos y sus adláteres, seguirán tratándolos como estúpidos y aprovechándose injusta y abusivamente de su credulidad.
Mientras en Venezuela, no se separe prístinamente a la Iglesia (real y secular) del Estado, y se ponga fin a la actual teocracia, para reemplazarla por una república democrática donde el poder público esté realmente separado en tres ramas autónomas e independientes (poder ejecutivo, poder legislativo, y poder judicial), para que los hombres (y las mujeres) malos, que siempre integrarán esos poderes, se controlen los unos a los otros, seguirá hundiéndose en una pobreza creciente y caminando hacia un despotismo sin límites.