Venezuela 200 años sin venezolanos
(%=Image(9513783,»C»)%)
Este es el año bicentenario de nuestra independencia, del acto de rebeldía frente a la monarquía española liderado por mantuanos e inspirado, en buena medida, por el ejemplo estadounidense. Han sido 200 años de lenta evolución, de espásticas “revoluciones” conducidas por caudillos ignorantes, de algunas indudables glorias y de retrocesos vergonzosos. 200 años en los cuales, en su sentido más amplio, Venezuela continúa siendo un cascarón semi-vacío como nación.
No es tremendismo decir esto. Para ser nación un país debe estar compuesto por ciudadanos, no simplemente lleno de gente. Tenemos 27 millones de habitantes pero pocos ciudadanos. Haber nacido en nuestra tierra es requisito importante pero lejos de ser suficiente para definirnos como ciudadanos. Nos concede una denominación de origen pero no nos da la condición cívica que es esencial para ser miembros efectivos de la nación.
Un ciudadano, un miembro efectivo de la nación, debe estar claro en lo referente a sus derechos y a sus deberes. Mientras los habitantes enfatizan sus derechos, los ciudadanos saben que, además de derechos, tienen deberes y que existe una figura llamada nación que trasciende a un caudillo, al gobierno y al estado. El habitante le exige al estado no solo lo que el estado debe darle sino también lo que debería lograr debido a su deseo de superación y a su trabajo. Mientras el habitante frecuentemente se contenta con recibir una limosna del estado, el ciudadano contribuye con su solidaridad y esfuerzos al bienestar de la nación.
Quien apenas logre identificar a la nación con el estado no es, aún, un venezolano. Y menos venezolano es quien identifica a la nación con un gobierno o con un déspota. Tal persona es apenas un débil proyecto de ciudadano. Carece, por ignorancia, negligencia o maldad, de la condición cívica necesaria y representa una carga para la nación, es un lastre para la ciudadanía verdadera.
Millones de quienes han nacido entre nosotros reclaman incesantemente los favores del del gobierno, dicen tener derecho a obtenerlos. El papelito pidiendo vivienda, empleo, becas y limosnas, ha sido por largos años la estrategia utilizada por millones de gentes nacidas en nuestro país para tratar de obtener lo que se considera un derecho. Se espera todo del estado o del caudillo, quien les engaña con promesas imposibles de cumplir. Viven “sentados”, esperando que le den lo de “ellos”.
Aunque parezca paradójico muchos de nuestros mejores ciudadanos no nacieron en nuestra tierra sino que vinieron de otras tierras, de niños o de adultos. Pienso en Garcia Bacca, en Pedro Grases, en Clemente Gonzalez de Juana, Antonio Pasquali, Sofia Imber, Pedro Pick, Joaquin Marta Sosa. Miles de inmigrantes vinieron a nuestra tierra ya poseídos de una visión nacional. No vinieron a pedir sino a dar. Junto con los ciudadanos venezolanos nacidos en nuestra tierra colocaron al país, en un momento luminoso del siglo XX, en el umbral del primer mundo.
La nación es la suma de sus ciudadanos. Si hay muchos ciudadanos la nación será fuerte, o será débil si lo que predomina es la gente. El estado apenas representa una porción importante del todo que es la nación. El estado es un ente legal, político, una especie de brazo al servicio de la nación. No puede ser un brazo al servicio de sí mismo porque entonces desvirtúa su condición. El gobierno es el vehículo administrativo del estado y nunca debe usurpar el puesto que corresponde a la nación. Más grotesca aún sería la superchería de un hombre, un caudillo, pretendiendo representar a la nación. En la escala de progresivas prostituciones del concepto de nación, la prostitución mayor es la de ser usurpada por un hombre. Por una buena parte de sus doscientos años la nación venezolana ha permanecido degradada en su condición debido a la acción perversa del estado, del gobierno y del rosario de caudillos ignorantes y codiciosos que han azotado a la sociedad. Esto ha sido posible porque los ciudadanos están en franca minoría frente a la gente. De cada diez habitantes pudiera decirse que solo tres son ciudadanos y siete son apenas proyectos fallidos. Cada venezolano integral debe cargar, entonces, con varios habitantes del país quienes no poseen la calidad ciudadana. Estos habitantes no son necesariamente perversos, hay entre ellos mucha gente buena, pero son predominantemente inválidos sociales, incapaces de valerse por si mismos y de contribuir con la nación.
Todo esto no pasaría de ser una reflexión sin importancia si no tuviera un significado práctico. Es sencillo: Venezuela no puede progresar si continúa poblada de gente y despoblada de ciudadanos. No importa a que precio se venda el petróleo. En realidad ya hemos tenido dos grandes fracasos en los momentos de mayor bonanza petrolera: uno, la gran Venezuela de Carlos Andrés Pérez y, el otro, la “revolución” socialista de Hugo Chávez. Uno, un gobierno democrático pero contagiado de un afán de grandeza y de liderazgo desproporcionado a su realidad. El otro, un gobierno dictatorial con ambiciones de hegemonía regional, manejado por una sub-especie inepta y resentida. En ambos casos la lluvia de petrodolares caída sobre el país solo ha significado despilfarro y empobrecimiento, tanto material como espiritual. El dinero en manos de la gente ha sido mal utilizado mientras que en manos ciudadanas hubiese sido una fuente de mayor riqueza.
Como salir de este foso que parece ahondarse a cada instante? Ya parece evidente que la retórica del caudillo y la acción del gobierno y del estado promueve la creación de un gentío, no la creación de ciudadanos. Vamos por el camino de Haití, no por el camino de Chile. En el mejor de los casos, si comenzaramos mañana mismo a transitar el camino ciudadano, el país requeriría una generación completa en salir del foso, alejarse de la montonera gobiernera, dejar de depender de la limosna del caudillo y acercarse a la cumbre luminosa donde viven las naciones.
Al llegar a nuestro bicentenario todavía somos un proyecto de nación. Necesitamos una verdadera revolución creadora de ciudadanos. Sobre como llegar a construir un país de ciudadanos nos referiremos en próximo artículo.