Vaticano: falso Teórico del sexo, empeñado en gobernarlo
Comenzando por la creencia en que una mujer virgen es capaz de dar a luz—creencia que no es sólo compartida por el Cristianismo, el Islam y el Judaísmo—sino por muchas otras religiones monoteístas y politeístas muchísimo más antiguas que esta creencia mantenida por el Vaticano—esta cúpula de la iglesia cristiana católica romana; no sólo mantiene esa falsa teoría; que hoy sabemos que es biológicamente imposible—aunque podría pensarse en la posibilidad real de implantar un óvulo fecundado in vitro en el útero de una mujer virgen, para posteriormente llevarla al alumbramiento mediante una sección cesárea—lo que podría realmente lograr que una mujer se mantenga virgen antes y después de dar a luz—no es a este tipo de posibilidad real a la que se refiere el Vaticano en sus creencias—ya que tal posibilidad no existía cuando Jesús de Nazareth llegó al mundo.
El meollo de esa falsa teoría es dotar de cierta áurea de “pureza” a toda mujer que nunca ha practicado el coito con un hombre; nuevamente, divulgando otra falsa teoría de que las relaciones sexuales son algo “impuro”, “pecaminoso” o “sucio”—cuando en realidad, las relaciones sexuales, practicadas no sólo por los seres humanos, sino por la inmensa mayoría de los seres vivientes—desde muchos microbios distintos a las bacterias, hasta insectos, peces, aves, anfibios, reptiles, mamíferos, etc., etc.—son simplemente una de las más importantes funciones diseñadas por la naturaleza para la reproducción y supervivencia de todas las formas de vida mencionadas, en multitud de diferentes tipos de ambientes perpetuamente cambiantes—también naturalmente.
Y lo que el Vaticano despectivamente llama: “el llamado de la carne”—la búsqueda del placer mental y físico que proporcionan las relaciones sexuales—inventando otra falsa teoría—no es más que un comportamiento genéticamente programado ó instinto, que traen consigo todos los seres vivos que se reproducen sexualmente; desde su nacimiento, para que ambos géneros se sientan fuerte y naturalmente, atraídos el uno por el otro; y esto incluye no sólo a los seres heterosexuales, sino también a todos aquellos que por causa de errores genéticos, manifiestan comportamientos homosexuales, bisexuales, trans género, o de otro tipo, dentro del continuum de posibilidades naturales de tipos de comportamiento sexual—y sí, también sienten esto todos los curas y monjas; simple y llanamente, porque ellos también son seres humanos.
Desde el punto de vista social, las relaciones sexuales, son la cúspide del amor sincero, legítimo y natural, que todo miembro de una pareja siente por el otro—y son precedidas por lo que llamamos seducción y cortejo—que proporcionan tal satisfacción al ser enamorado, que tanto el coito, como las actividades que lo preceden han por siempre inundado a todas las formas de arte que han existido dentro; y continúan siendo inventadas por la humanidad, sin distingo de etnias, culturas, pueblos, ciudades y estados. Hasta una simple mirada o sonrisa intercambiada por jóvenes adolescentes—y hasta longevos representantes de la “tercera edad”, puede mantener “flotando en el aire” de pura felicidad, a cualquier ser humano—sin que importe su tipo natural de comportamiento sexual.
Y los humanos hemos devenido en llamar al coito; en español, “relaciones íntimas”—porque; primero, difícilmente exista algo más íntimo—y porque no son asunto de nadie más—sino del ámbito muy privado de la pareja que las practica.
Es una verdadera necedad; y una total pérdida de tiempo, que el Vaticano siga incomprensiblemente empeñado, en entrometerse en algo tan íntimo, para tratar de imponer sus muy falsas teorías sexuales; sumamente arcaicas y primitivas, cuando según su calendario trascurrimos el siglo veintiuno (aunque en realidad el ser humano—tan inteligente y capaz como usted y yo—lleva viviendo en el planeta Tierra entre 600 y 750 siglos). Sin ninguna duda; las creencias religiosas, son algo de suma importancia para la casi totalidad de los más de 6 mil 500 millones de seres humanos que habitan hoy la Tierra, pero los líderes religiosos—a la luz de los hallazgos científicos de los últimos dos siglos—deberían reflexionar, y actuar decididamente, para deslastrar a sus creencias de todas las falsas teorías sexuales, que hoy no son más que una pesada y absurda e innecesaria carga; además de una muy indebida intromisión en la vida privada e íntima de las personas.