Vacío de poder
Venezuela se encuentra en ese silente espacio vacío detrás de un jet cuando la explosión sónica está a un milisegundo de producirse. Así como millones de moléculas de aire chocan entre sí por el bramido supersónico, millones de venezolanos están a punto de chocar entre sí por el gran vacío de poder de 2012.
El vacío de poder es causado por el cáncer del Presidente, por el hecho de que no se conozca un sucesor, por cientos de allegados ricos y poderosos que conspiran para ser el próximo en gobernar, por marginar a una oposición saludable, unida y democrática con probabilidad de ganar una elección justa y por una nación que carece de instituciones para dar un viraje hacia una solución pacífica y democrática. Esto, lamentablemente, es la ruta deseada por Hugo Chávez: tal como él lo ve, Venezuela siempre ha girado en torno a él. No se trata de la nación, sino de su gobernante. Y si él no puede vivir, ni postularse ni gobernar a troche y moche, todo se acaba, en lo que a él respecta.
El poder detesta el vacío; de manera, pues, que los ambiciosos corren por llenarlo. Sin embargo, debido a lo que se ha erosionado en la última década, algunos en Venezuela tienen acceso a las armas más aterradoras del mundo, a una lista de naciones rebeldes con planes de expoliar Venezuela, a fabulosos tesoros obtenidos por medios fraudulentos y a fuerzas callejeras mucho más potentes que la ley y la cultura. Están dispuestos a hacer lo que sea para gobernar; aunque sea por un día. ¿Recuerdan a Pedro Carmona? ¿Cuántos chavistas se pondrían en sus zapatos? ¿Cuántos no harían literalmente cualquier cosa para gobernar Venezuela por un día?
Y para complicar esta horrible situación, está un mercado negro que brota como un hongo atómico: una maraña de gánsteres, piratas, ladrones, forajidos, asesinos, terroristas, traficantes de esclavos y secuestradores. No sólo son venezolanos que se alimentan como ratas de una pila de basura, sino matones de un puñado de lugares despóticos quienes adoran la libertad de ejercer su sórdido oficio con total abandono en el paraíso utópico de la revolución comunista. Si este es el precio que Venezuela debe pagar por buscar a un gobernante y no a un presidente, que Dios salve el país.