Va siendo hora de exigir su renuncia
Un periodista de buen corazón, enemigo de la abstención y electoralista a ultranza, teodorista fanático por más señas, salta como picado por bestia ponzoñosa ante el exabrupto jurídico de amordazar a los medios e impedirles dar a conocer las singularidades procesales del caso Danilo Anderson. Singularidades harto insólitas por cierto y dignas del tristemente célebre fiscal Anderson, personaje como de novela negra norteamericana. Pues de lo que se trata es de ocultar el hecho público, notorio y procesal de que el principal testigo de la fiscalía es un delincuente común de orígen colombiano, prontuariado precisamente por estafar a las autoridades y a la opinión pública de ese país en reiteradas oportunidades con identidades simuladas y falsos testimonios, quien, para mayor abundamiento, se hallaba preso en Río Hacha, Colombia, por las mismas fechas en que testimonia bajo juramento haber sido testigo presencial de un hecho delictivo ocurrido en El Darién, Panamá. Presumible falso testimonio que les ha costado cárcel y tormentos a un prestigioso y honorable banquero, a un oficial de la Fuerza Armada nacional y a un joven profesional venezolano, amén de clandestinidad y destierro a una afamada periodista. Pudiendo haberles costado incluso la vida en oscuros y nunca aclarados sucesos, como sucediera por dicho caso con el abogado López Castillo y el ex policía e investigador Roberto Sánchez. ¿Quién los va a resarcir de tanta vida perdida, clandestinidad y cárcel? ¿Y cuándo?
Muchos de nosotros no hemos necesitado de tal exabrupto para comprender que los medios venezolanos están amordazados por lo menos desde que se promulgara a trancas y barrancas la ley Resorte. Es más: ya desde que los propietarios de la Cadena Capriles se vieran hace cinco años en la perentoria obligación de prescindir de los servicios de Teodoro Petkoff y adecuar sus contenidos y titulares al gusto y disgusto del presidente de la república, poniendo sendos periódicos de que son propietarios al irrestricto servicio del régimen. Por hablar tan sólo de algunos manchones negros y ocultar un hecho aterrador: la proporción del uso de los medios de comunicación para fines de proselitismo político a favor del régimen ha llegado a ser durante este último año electoral de 22.000 a 1 a su favor. Sin contar con la infamante y ominosa presión que obligó a que el canal del Sr. Gustavo Cisneros, Venevisión, prescindiera de todo comentario de naturaleza política en su programación, limitándose a difundir la imagen de que Venezuela vive un perpetuo Sábado Sensacional. Y aún así: tuvimos un 4-D. Y este año amenaza con ser un AÑO D. El de las definiciones finales.
Pero es cierto: más vale tarde que nunca. Lo que sin embargo mi amigo teodorista aún no comprende es que tal política de represión mediática, amén de vieja y ya muy consolidada, es la exacta expresión de un régimen que abandonó hace muchísimo tiempo las prácticas democráticas en todo orden: la decisión de amordazar a los medios ha sido incoada por un fiscal general al servicio del caudillo; convalidada y refrendada por una asamblea. exactamente como aquel, al irrestricto servicio del caudillo; y por unos tribunales de justicia asimismo leal y servilmente a su servicio. Ésta no es una democracia. O lo es de manera tan sui generis, que asumió hace muchísimo tiempo y bajo esa careta democrática abiertas y confesas prácticas dictatoriales.
¿Pensar en candidatos? ¿Aliar de ligaditos a un gobernador y a un editor lanzándolos al ruedo como si aquí no pasara nada? ¿Coquetear con primarias y proponer una pugna entre pretendientes a un sillón con un inquilino que se quiere atornillado hasta el 2030? ¿No habrá llegado la hora de asumir el mandato del 4 de Diciembre, enfrentarse al régimen por la calle del medio, constituir una Junta Patriótica y exigir de una buena vez la renuncia del autócrata? ¿O pondremos el grito en el cielo por esta aberración jurídica y seguiremos jugando al electoralismo con cartas marcadas?
Ese es el auténtico problema. Todo lo demás, incluida esta estúpida y vergonzosa carrera candidatural, es paja.