Opinión Nacional

Universidad proyecto inconcluso

Tomé en préstamo de Jürgen Habermas su muy famoso título sobre la modernidad, Die Moderne ein unvollendestes Projet, obra capital para la comprensión del proceso ideológico de fin de siglo, porque, en cierto grado una reflexión profunda sobre este importante problema revelaría la verdad de este título, la universidad es un proyecto inconcluso. Su origen tan profundamente marcado por su época, fue al mismo tiempo un intento para que los gremios, que la componían, tuviesen un espacio donde el intento por zafarse del tiempo alcanzase validez. Cuánto ocio creador necesario reclama dedicarse al cultivo y culto de la gramática, dialéctica y retórica (trívium) y a la aritmética, astronomía, geometría y música (quadrivium), montados sobre el nombre y la tradición “ociosa” de los griegos, que con la palabra de heptateuchon habían comprendido las siete artes liberales; visión reafirmada en la Edad Media al oponerla a las artes mecánicas. Las primeras correspondían al hombre libre, las segundas al servil.

La vida de la universidad podría describirse quizá de una mejor manera si estudiásemos la historia de esta relación, libre/siervo, que, con severas distinciones implica la relación teoría/praxis y afinada con mayor tino ciencia/técnica. Ella también y necesariamente articula la relación científica (teórico) /técnica (experto); y en ese largo y complejo devenir los problemas inherentes a la formación de científicos y a la conformación de profesionales, aquellos se integrarían al proceso creador, estos al proceso productivo. Y así lograríamos avanzar mucho más en el intento por resolver los problemas que esta historia plantea, si al asumir los opuestos previstos, los integramos en un universo donde todos interactúan, donde in extenso, podríamos afirmar que son correlativos. Pero más todavía, donde los procesos tecnológicos demandan y generan trascendentales desarrollos científicos para poder sustentar sus respuestas y donde la ciencia requiere cada vez más de auxilios tecnológicos para ir más rápido. Proceso que generó la teoría de la gravedad, la de la relatividad, la mecánica cuántica, etc., y también a Bill Gates, para ilustrar la belleza de lo ocurrido.

Y, ciertamente, que la historia de la universidad europea está plena de esos conflictos, expuestos de diferentes formas y con distintos resultados. El modelo originario de la universidad se va transformando y adecuando, en una dialéctica compleja de respuestas al proceso económico y al proceso político, pero bajo una constante, sea cualquiera el modelo, su existencia, su vida depende del ejercicio de la libertad (autonomía), para satisfacer su necesidad de dar respuestas a problemas concretos y de su necesidad, para ello, de crear teorías que puedan trascender las limitaciones inherentes a la realidad inmediata. Y ello tiene que ser así, porque sea cualquiera la existencia concreta de la universidad, su fatalidad de crear teoría, de crear conocimiento, no importa incluso que sus resultados sean domesticados por el poder (este problema ético es relativamente muy nuevo), la distancia entre el poder y la universidad es idéntica a la que existe entre la libertad y la opresión. Dejo como ilustración a este problema los modos cómo la universidad europea ha evolucionado y transformado (modelo italiano, español colonial, napoleónico, humboltiano), pero fuese como fuese, la universidad europea, nuestra compleja alma mater, careció de cualidad política.

Llamo cualidad política la asunción firme, consciente, de un compromiso moral con la sociedad y de una praxis interna que garantice el ejercicio de la democracia crítica. Y llamo democracia crítica la participación de la comunidad (universitaria), de sus miembros, en un doble compromiso, el compromiso científico, ético con la universidad, para que ella pueda cumplir su misión política y el compromiso moral para que el ejercicio de la praxis política de la comunidad, de sus integrantes esté en función de la misión de la universidad: crear teoría, ciencia, arte. Este aporte extraordinario corresponde América Latina y de manera específica a la Universidad de Córdoba, Argentina. Los resultados históricos de este hecho (l918), están desde luego vinculados a los procesos revolucionarios mundiales y a la catástrofe de la segunda guerra, pero ello no empaña la originalidad de este proceso que amplía la autoridad, no el poder, entre la comunidad universitaria. Crece, con ello la significación histórica y científica, crítica de la Universidad Latinoamericana, que desde esa fecha con muy graves errores y buenos aciertos ha sido el espacio, por excelencia, para el análisis teórico político e incluso ella misma actora de la vida política de conjunto.

La validez de la cualidad política de la universidad será el tema central del Mayo Francés y, en general, de los movimientos universitarios contemporáneos o sucesivos. Debate que se desarrolla en todo el planeta con variantes. Empero, ¿qué pasó con el desarrollo universitario latinoamericano? Reconocido es nuestro atraso académico de conjunto. La ciencia y la tecnología están muy lejos y los desarrollos del arte en las universidades es, en general, el gran ausente. Las causas de esto son de varios órdenes. En el universo interno, las deformaciones ideológicas de la pertinencia se desviaron, se estableció que las respuestas a la realidad inmediata podían darse soslayando la investigación científica básica, de modo que se orientó a la profesionalización pseudotecnológica; falsa visión, porque esta no era producto de esa dialéctica teoría/trabajo, sino mera mimesis de los procesos tecnológicos externos, adecuados a un modelo de producción capitalista muy primitivo, a decir de algunos, pre capitalista o medieval, de otros. La democracia crítica (ciencia y ética en interacción) dio paso a la Realpolitik para la justificación del reparto burocrático de la universidad, proceso que incluye la gremialización como organización societaria y la partidocracia como sustituta del cogobierno universitario, que ampliaba el ejercicio crítico político de la autonomía. Las mediatizaciones ideológicas que pretendieron convertir a la universidad no en creadora de teoría, de ciencia, de arte, sino en actora de la revolución, o ahora, en productora acrítica de servicios, cuya derrota, en el primer caso y el éxito en el segundo, reafirman el atraso de la universidad.

Las conclusiones de la UNESCO sobre el thema universitario asumen la cualidad política de la universidad, que se define como su sentido de pertinencia, es decir su función ética. Asume del mismo modo que la universidad sea centro de creación científica y artística; la primera como garante de la autonomía ante el concierto mundial y el arte como garante y desarrollo a la vez de la particularidad cultural, en lenguaje tradicional, de la identidad. Aporte latinoamericano, el primero; aporte de la universidad euro norteamericana de punta, con matices, el segundo. LUZ ha intentado pasos en esa dirección. La creación de la FEC, (Facultad Experimental de Ciencias) convertía a la investigación en la función estructurante de la universidad y, en consecuencia, la docencia, en su objetivación, hecho que apunta a la superación del modelo español colonial y el napoleónico. Los factores marcados por la pseudotecnología, por el profesionalismo han sido sus mayores obstáculos; empero, por una especial actitud científica de muchos universitarios, que se afinca en medicina, ingeniería, derecho, etc., y el debate mundial sobre ciencia, ética, etc., factibilizan la comprensión de este proceso científico, ético de la universidad que va permitiendo mayores aperturas, que alcanzan su mayor conquista, cuando después de 30 años de esfuerzos LUZ decide, por unanimidad, crear la Facultad Experimental de Arte (FEDA), la mayor gloria académica universitaria en la Venezuela de este cuarto final del pasado siglo, cuya puesta en escena, cuya ejecución pone a prueba la cualidad científico, ética de su dirigencia.

En estos días esta Facultad cumple sus diez años de creación por el Consejo Universitario de LUZ. Su proyecto soportó a los Hunos cuyo dominio del poder es absoluto. Y nadie puede dudar de su mala salud, empero, el carácter esencialmente subversivo del arte garantizan su renacimiento y la universidad vive la esperanza cierta de que es posible poner en ejecución un proyecto artístico (cultural en sentido restringido) que permita a la Institución dar las respuesta necesarias y en crecimiento abierto para, por una parte, superar en su universo internos sus inmensas fallas, desidia, y, crear sentido critico de pertinencia a cada universitario con su institución, y, por la otra, convertir a la universidad en un espacio abierto y a él tenga acceso, para el disfrute, el goce, de su belleza y para la indagación sobre la propia condición humana el conjunto social externo. A esta necesidad, la universidad venezolana tiene que hacer frente a otra realidad, la creación por parte del ejecutivo de la Universidad de las Artes, ello genera problemas que demanda solución. Problemas por las limitaciones de la Ley de Universidades, pero sobren todo por una inmensa ceguera en la comprensión de la esencia universitaria, tanto del gobierno cuanto, y de manera no menos pésima, las hegemonías universitarias que, desde hace tiempo, la han convertido en un potrero yermo. Problemas comunes que deben ser resueltos y para ello la universidad autónoma tiene que ser la vanguardia en las propuestas y éstas ajenas a todo dogmatismo. Trabajo de un gran valor teórico, jurídico, tiene hoy la FEDA que ofrece al país para, mediante un consenso critico, abordar y resolver los problemas que le son exclusivos a la enseñanza del arte, a la creación artística, vale decir a los sujetos que en ese proceso participan.

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