Unidad, unidad o Chávez os devorará

No es que me gusten mucho los epigramas con los que el Libertador,
Simón Bolívar, se ganó un sitial de lujo entre los hacedores de frases
más sobresalientes de la historia, pero la verdad es que el que titula este
artículo introduce como ningún otro al desafío que tiene planteado la
oposición democrática venezolana con miras a su participación en las
elecciones para alcaldes y gobernadores de noviembre próximo.

Por supuesto que me he tomado el abuso de sustituir al escalofriante
vocablo de «anarquía», por el más escalofriante aun de «Chávez», pero
dado que no fungo de historiador, sino de periodista con veleidades por la
ciencia de la sismología política, creo que se justifica una sustitución
que, correctamente interpretada, podría evitarle males incalculables a la
República.

Y es que, ciertamente, si la oposición democrática no concluye que
solo con candidatos unitarios es posible derrotar a Chávez en noviembre,
entonces tendrá que prepararse, tanto para su desaparición como realidad
físico-política, como para ver a Chávez entronizarse el poder hasta el
2021, o quizá más.

Y ello por una razón muy sencilla: de entre las muchas ventajas que
tiene el chavismo para enfrentar a la oposición en noviembre, hay una que
le ha sido negada, y es la de su propia unidad, por lo que, una oposición
unida, contra un chavismo divido, sin duda que se dota del arma que
reduciría los tiempos que le quedan a Chávez en el poder de manera
simplemente dramática.

El chavismo no logró evitar, en efecto, que, tanto como en 11
gobernaciones y 180 alcaldías, se presenten hasta con tres opciones, siendo
notable que, no solo los partidos aliados, sino también facciones de dentro
del PSUV, se hayan apartado de la línea oficial para ofrecer a los
electores sus propios candidatos.

La oposición, por el contrario, ya anunció acuerdos unitarios en 7
gobernaciones y 100 alcaldías, se prepara a presentar otros tantos está
misma semana y es posible que antes de 15 de agosto, fecha en que vence el
plazo para las inscripciones, cumpla sus cronogramas.

Citemos en este orden el caso más emblemático, como puede ser el del
Estado Carabobo, con Mario Silva y Luís Felipe Acosta Cárlez disputándose
los votos de los electores oficialistas, mientras la oposición tendrá un
solo candidato: Enrique Salas Feo.

Pero es que igualmente en Guárico, Yaracuy, Portuguesa, Barinas, Apure,
Trujillo, Sucre y Nueva Esparta amenaza el fantasma de la pluralidad en las
ofertas electorales del chavismo, mientras que en el campo opositor cunde la
necesidad de las candidaturas únicas que saquen partido de esta
fragmentación que, no es solo que no se va a resolver. se va a profundizar.

Ya Chávez lo admitió en el «Alo presidente» que trasmitió desde
Miraflores el domingo pasado, cuando recomendó a la dirección del PSUV
acatar la decisión de los aliados de lanzar sus candidatos, sin hacer de
ello la razón para romper una plataforma que, ciertamente, cobrará aun
mayor importancia después que los espacios de la llamada revolución queden
reducidos a las dimensiones del Estado Vaticano.

Con un papa trasquilado, sin poder de convocatoria, abandonado por
leales y desleales, propios y extraños y como nunca dependiente de las
peroratas con las que, al menos, se hará la ilusión de que existe.

Carcomido por el terror del «ya vienen por mi», que determinará más y
más su status de fracasado, no tanto por las adversidades de una suerte
que siempre lo acompañó, sino por una chapucería sin parangón que jamás
le permitió abandonar el conuco mental en el que sin duda nació, creció,
desarrolló y acostumbró.

Y al que invitó a vivir a millones de seguidores, a cientos de miles
de burócratas y dirigentes del partido, a miles de oficiales, profesionales
e intelectuales que rodarán sin pausa ni alivio por la vergüenza de
haberle dado su contribución a una trági-comedia que jamás si sabrá si
se fue más inútil que histriónica.