Unidad opositora y la desconfianza ciudadana
Se viene produciendo en los sectores democráticos opositores una lógica aprehensión y desconfianza en que se logre el propósito suscrito por el pacto firmado el 23 de enero del 2008 para presentar candidatos unitarios a la cita electoral regional del 23 de Noviembre. Ante la expectativa aún no cumplida fijada para que estuviera disponible el 30 de junio, una enorme corriente nerviosa se apodera con pánico en la población, afanosa para que ésta selección termine de dar sus frutos definitivos.
Sobre la demora del, por ahora, no consumado compromiso, se han manifestado dos posiciones de interpretación que es necesario examinar. Por una parte, los mariscales de la antipolítica, casi todos ellos apenas ayer abstencionistas, que dicen detestar al gobierno, armados con la virulencia de siempre, no se detienen en alentar a la ciudadanía, bajo la difusión de calumnias y acusaciones inverosímiles, para que repudien el esfuerzo opositor, sus organizaciones partidistas, liderazgos y personalidades, haciéndole un daño demoledor a la política, al trasmitir la idea que ésta resulta en ejercicio innoble y , a su vez, asociando a los que se involucran en ella, a la inmoralidad y a la degradación.
Por otro lado, los partidarios de la segunda tesis observan los retrasos del acuerdo unitario con singular optimismo asegurando que se logrará, atribuyendo las desavenencias y los desencuentros a una condición natural de la política, entendida como polémica, conflicto de intereses, controversia, tesis sustentada sobre la base de la imperfecta condición de los seres humanos. Esta posición, grosso modo, resulta acertada.
No obstante, tal postura blande sin proponérselo, por un lado un optimismo exagerado y un tanto indulgente con las dificultades presentadas en el retraso de la dinámica de la escogencia, pudiendo contribuir a un estado contraproducente de resignación, en el sentido de terminar evaluando como suficiente un alcance estrecho de los acuerdos unitarios prometidos y por el otro, pudiera servir de antigualla para relajar la crítica, la vigilancia y la presión de los ciudadanos para que el acuerdo se explaye con intensa amplitud a la conquista de la mayor cantidad de territorios.
Se argumenta para justificar el corto aliento conseguido por el pacto hasta ahora, los obstáculos que significa poner una alianza tan heterogénea y diversa en sintonía con el reconocido clamor ciudadano. Pero esto es sólo parcialmente admisible; los actores venezolanos de oposición tienen con su compromiso unitario una cita ineludible con la historia el 23 de noviembre.
Ciertamente, si bien la política tiene una inevitable dimensión polémica donde juegan la codicia, la confrontación y la controversia, el conflicto no agota la idea de la política ya que ésta también incluye propósitos que trascienden los enfrentamientos cuando se dirigen a fines superiores.
La oposición se encuentra en una coyuntura donde tendrá que probar el meollo del material de que está hecha. No servirán para nada las excusas evadiendo su deber con la democracia y la ciudadanía. Si la España de la transición supo sacudirse sus morbos y las pequeñeces para encontrarse, y en el Chile de la Concertación 17 partidos se pusieron de acuerdo, ¿qué causas impiden que los venezolanos podamos lograrlo?