Una revolución sólo para grandes cosas
El señor líder intergaláctico, en primera instancia como debe ser, y toda la larga fila de segundones, tienen en su discurso un elemento preferencial: vinieron a salvar a Venezuela del imperio y se proponen salvar al mundo del capitalismo. No se sabe en qué orden es la cosa, pero su discurso apunta allá, lejos, al infinito, al horizonte, hasta donde la vista socialista alcance.
Eso explica, si acaso no nos hemos dado cuenta en doce años, que los miles de problemas que acogotan a los venezolanos no significan nada para los militares revolucionarios. La visión de los próceres marxistas no apunta a los huecos, a la falta de electricidad, a la basura, al deterioro de la vialidad y la infraestructura. Ellos están muy por encima de esas minucias mundanas. Un revolucionario verdadero, aunque no haya leído a Marx, no le interesa para nada que el bolívar al que llama fuerte ahora valga casi 100% menos que cuando lo lanzaron, no tiene ninguna preocupación por asuntos como dotación de hospitales y escuelas, ornato público, estado de playas y lugares turísticos, empleo, fortaleza de la economía, relaciones internacionales, comercio bilateral, el buen funcionamiento de la Administración Pública.
A un militar que está haciendo la revolución en un país como Venezuela no le preocupa en absoluto que funcione el teleférico de Mérida o los ascensores de Parque Central. Que los malandros estén matando a la gente en la calle para quitarles el celular o el carro no está en su zona de atención. Tampoco el que jóvenes malandros en formación atraquen a un bus lleno de niños vacacionistas. Eso jamás moverá sus fibras revolucionarias. Un revolucionario está para cosas grandes, para derrotar al imperio, para lograr la igualdad y la equidad mundial, para sacar del juego a los países imperiales, para desbaratar los esquemas que fundamentan al capitalismo mundial. Esa es su misión de vida.
De allí que es mucho pedir a un comunista que se preocupe por los baches de las calles, contenedores podridos, la corrupción o la rentabilidad de empresas públicas, con inclusión de Pdvsa; gallina ponedora que, a pesar de todo el empeño por destruirla, todavía mantiene toda esta cómica.
No debe sorprender a nadie, bajo este esquema revolucionario, que cuando al Gobierno la ponSe, como dicen por ahí, la respuesta siempre irá por la vía de la minimización. «Los deslaves son fenómenos normales». «Es por la sequía mundial. Eso es normal». «Hemos distribuido millones de kilos de alimentos para darle importancia a unos cuantos que se pudrieron». «El tiro a la pelotera china fue un hecho fortuito, aislado y no planificado».
Es que este es un gobierno diseñado solamente para grandes cosas.