Opinión Nacional

Una revolución con totumas y velas

La imagen del teniente coronel proponiendo que la gente se bañe en tres minutos con agua depositada en un balde y con una totuma como ducha, representa una burda metáfora de ese viaje a las cavernas al que el personaje quiere conducir a los venezolanos, excepto, desde luego, a quienes forman parte de su entorno más inmediato. ¿Será que el comandante se aseó con una totuma en el hotel donde se alojó en su reciente incursión por Venecia, ciudad en la que se tomó unos tragos con su pana Michael Moore? ¿O se habrá hospedado en París en un hotelucho de mala muerte, en el cual ni siquiera agua salía de los grifos? Las reseñas de sus faraónicas e inútiles travesías por el mundo entero nos hablan de suites que le cuestan a la nación miles de dólares o euros, según sea el lugar que decida visitar. En el presupuesto del año 2010 la proyección de gastos de la Presidencia de la República es el renglón que más crece en términos porcentuales. O sea que el primer magistrado no se verá afectado por los recortes de agua y luz que anuncia para el resto de los mortales. Lo mismo sucede con sus allegados más cercanos. Estos se enriquecen impune e impúdicamente. No conocen ninguna de las carencias que sufren todos los días los compatriotas, a los que ahora el Presidente les pide, sin rubor, que se adapten a vivir sin agua, sin luz, sin seguridad personal, sin seguridad social y sin alimentos.

La totuma y el balde se complementan con su “explicación” de la crisis energética. Resulta que las caídas en el flujo eléctrico se deben a que existen centros comerciales capitalistas, como el Sambil, dedicados a cultivar el consumismo y a derrochar la electricidad. Esto lo dice Chávez después de haber visitado innumerables veces a Moscú, Beijin y Shangai, tres grandes metrópolis donde el crecimiento económico y la prosperidad acelerada de la que han disfrutado, se mide por la cantidad y modernidad de sus centros comerciales y rascacielos, los cuales consumen altas dosis de energía eléctrica. El atraso, incapacidad y negligencia del comandante y sus colaboradores, trata de ocultarlos invocando unos fantasmas de los que ya no se acuerdan ni siquiera sus “hermanos” rusos y chinos. Estos promueven el consumismo del bueno.

Es tanto lo que Chávez habla (y tan escaso lo que realiza), que ni siquiera recuerda el documento que él mismo prologa y que sirve de guía para la construcción del socialismo del siglo XXI. En el pomposo Proyecto Nacional “Simón Bolívar”, Primer Plan Socialista (PPS), Desarrollo Económico y Social de la Nación 2007-2013, se dice que una de los objetivos estratégicos del Gobierno –el VI para mayor precisión- consiste en convertir a Venezuela en una potencia energética mundial. En el Plan se lee: “es necesario fortalecer y desarrollar la ampliación y distribución de la energía hidroeléctrica” (Publicaciones de la Presidencia de la República, p.115). Más adelante se dice: “g. En cuanto a la energía hidroeléctrica, la inversión en conjunto de grandes proyectos aumentará la demanda de energía eléctrica en Guayana, pero la mayor parte de los nuevos grandes proyectos de desarrollo productivo y transporte en el mediano y largo plazo, no se ubicarán en esa región sino en otras, con ventajas comparativas, como el eje Norte llanero” (ídem. P. 118).

En teoría, por lo tanto, el Gobierno había previsto que el consumo de energía eléctrica se elevaría en el sextenio, debido al crecimiento sostenido de la economía y al aumento de la demanda que ese crecimiento provocaría. Tal es el grado de previsión contemplado en el plan, que Venezuela se transformaría en una potencia energética mundial, nada más ni nada menos. Pero esta previsión no le ha servido para un cuerno al Presidente. Como muchos de sus proyectos, entre ellos el de recoger los Niños de la Patria y dignificar los damnificados del estado Vargas, el plan energético también se tornó en quimera.

La insondable incapacidad del Gobierno para ejecutar proyectos con eficiencia, impidió que se realizaran las inversiones que habrían impedido que nos encontremos al borde de un colapso energético y de una severa crisis en el suministro de agua. El comandante no escuchó los consejos de los expertos, propios y ajenos, que desde hace años insisten en la urgente necesidad de incrementar la capacidad eléctrica de la nación y la capacidad de almacenamiento de agua. En 11 años el gobierno solo ha construido una represa. Ahora se ve con la soga al cuello y decide extenderle el lazo a la totalidad de los venezolanos. Los apagones ya son de rutina en todas las regiones del país. Ello nada tienen que ver ni con el fenómeno del Niño, ni con la moderada elevación de la demanda, producto del crecimiento económico registrado entre 2004 y el primer semestre de 2008.

El agua no llega a los hogares venezolanos porque el Niño se haya puesto más bravo que en años anteriores, sino porque la incuria del gobierno revolucionario es de tal magnitud, que nunca ejecutó las medidas que el fenómeno meteorológico exigía. Esto resulta imperdonable tratándose de un gobierno que pretende edificar el socialismo del siglo XXI.

El Primer Plan Socialista ha terminado siendo un plan para que la gente se bañe con totuma y se alumbre con velas. En esto se ha convertido esa revolución energética que busca colocar al país como potencia planetaria.

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