Una reflexión sobre Venezuela
Muere asesinado el presidente de la Federación de Centros Universitarios del estado Zulia. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Rafaél Ramírez es indiciado de crímenes financieros a nivel internacional y PDVSA se convierte en lavadora de dinero sucio. ¿Dónde está la decencia venezolana? Ramón Rodriguez Chacín es publicamente señalado como colaborador de las FARC y en Caracas se inaugura un busto de Manuél Marulanda. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Hugo Chávez regala petróleo venezolano a Fidel Castro, a Evo Morales, a Daniél Ortega y a otros compinches latinoamericanos. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Iris Varela lidera la invasión de plantas de producción privadas, en abierta violación de las leyes del país. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Hugo Chávez hipoteca el petróleo venezolano a futuro pidiendo dinero a los Rusos y a los Chinos para comprar armas y para financiar sus locuras hegemónicas. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Los cadeticos y militarcitos de nuestro ejército andan por allí balbuceando de manera indigna: patria, socialismo o muerte. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Los líderes de nuestra oposición insisten en que sacarán a Chávez el 2012 por los votos, mientras Chávez se defeca a diario en las leyes del país. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Mario Silva y Luis Acosta Carlez, un par de patanes de lenguaje cloacal, son candidatos a la gobernación de Carabobo, estado que algun vez fue territorio de primer mundo. ¿Dónde está la decencia venezolana?
Quisiera saber cuando regresará de sus vacaciones la decencia de este pueblo, cuando mostrará su decoro, su sentido del honor. Quisiera saber hasta cuando demorarán los venezolanos la explosión de su indignación, cuantos más venezolanos tendrán que morir en las calles sin ley, o ir a la cárcel o al exilio, o tendrán que sufrir la humillación de convertirse en limosneros del régimen antes de que se haga presente la decencia venezolana.
¿Será que yo estoy totalmente equivocado? Será que en Venezuela realmente todo marcha bien y que mi percepción sobre un desastre nacional es injustificada? Me dicen quienes viven en Caracas que los caraqueños se mantienen a diario entre el pánico y la euforia. Pánico por la inseguridad, el caos y la suciedad imperante, euforia por el rio de dinero que permite que muchos olviden sus ideales y sus principios y se hagan de pequeñas o grandes fortunas bajo la sombra de un régimen que roba pero deja robar. Mis amigos me dicen: “Los restaurantes están repletos, Gustavo. Los hoteles llenos. El paisaje urbano está más sucio, más deteriorado, más degradado, pero mientras corra el dinero, mucha gente mantiene una percepción de bonanza. La situación recuerda a la del perro de la casa que le sostiene la linterna a los ladrones, a cambio de unos trozos de lomito. No es ni siquiera un problema moral”, me dicen. “Es más bien un asunto de sobrevivencia”.
Yo puedo entender que muchos venezolanos puedan ser fácil presa de la pasividad y el fatalismo, pero no acepto la claudicación de tantos otros, quienes sabiendo con claridad lo que están haciendo, compran unos pocos años de aparente bonanza al alto precio de sus principios.
Aprendí en el hogar y en la escuela, con mis padres y con los maravillosos sacerdotes salesianos, que nada es más importante que el respeto por uno mismo, la dignidad y los principios. ¿Será que ellos no me enseñaron bien y que lo importante es la adulación, la patanería y la deshonestidad? Será que estoy viviendo del otro lado del espejo?
Estas son preguntas que los venezolanos decentes tienen todo el derecho de hacerse en estos momentos.
¿Existe todavía una decencia venezolana, como fuerza colectiva? Por quienes estamos luchando,? ¿Existe, acaso, una Venezuela por la cuál valga la pena luchar?
Hacernos estas preguntas es pertinente. Sin embargo, aún cuando yo encontrase que no hay respuestas satisfactorias para ellas, que no existe ya una Venezuela por la cuál luchar, yo seguiría tratando de hacerlo, aún cuando fuese el único que todavía pensase así. Lo haría en nombre de la Venezuela que conoci, en nombre de todos a quienes he venerado, en el nombre de una Venezuela que ya parece mítica. Una Venezuela que en algún futuro lejano podría prevalecer. Ya no estoy seguro de que ello sucederá y admito que hay abundantes razones para no ser optimista, pero no tengo duda alguna de que es preciso continuar luchando por ese ideal hasta el final.
¿DONDE ESTÁ LA DECENCIA VENEZOLANA?