Una parábola socialista
Desde el primer momento y con singular acierto, los publicistas del Metro identificaron el novísimo sistema de transporte con la consigna “La gran solución para Caracas”. Una verdad asociada no sólo a la importancia que esa infraestructura tenía en sí misma, sino también a la alta calidad y mística de sus equipos técnicos y gerenciales, mérito ante todo de la sabia gestión de José González Lander.
Es importante recordar el proceso que condujo a la concepción, diseño, construcción y operación del Metro de Caracas antes de llegar a la actual etapa de desmantelamiento. Sus orígenes se remontan a los albores de la democracia “puntofijista”, a comienzos de los años sesenta, cuando bajo la dirección de un grupo de jóvenes ingenieros formados en excelentes universidades se crea la Oficina Ministerial de Transporte, adscrita al Ministerio de Obras Públicas y que en 1977, bajo la presidencia de González Lander, se convertirá en la C. A. Metro de Caracas. Cuando la “revolución” chavista se instala en sus cuartos de mando ha transcurrido una experiencia de cuarenta años caracterizada por la excelencia profesional y la transparencia y continuidad de gestión.
Pero el destino ominoso del Metro, que hoy tan brutalmente se muestra, fue anunciado desde julio de 1999 cuando un oscuro funcionario de la “revolución”, ungido como viceministro de Transporte y Comunicaciones sin que se supiera con base en cuáles credenciales, frenó la licitación para la construcción de la Línea 4 porque “ella no hace falta” (El Nacional, 04/07/99); desde entonces el Metro ha tenido 12 presidentes, casi todos sin trayectoria en la empresa ni experiencia en la materia; por eso no sorprende que hace poco más de un año el entonces presidente de la compañía declarara la necesidad de replantear la Línea 5, que a su juicio no tenía ningún sentido porque “beneficia a la oligarquía” (El Universal, 16/06/09). Con un sistema cojitranco, ya al borde del colapso, la semana pasada fue designado como nuevo presidente de CAMETRO un ingeniero (¿o poeta?) con una fugaz pasantía sin pena ni gloria por el Ministerio de Planificación. ¿Sus credenciales? Ya se conoce la filosofía maoísta del régimen: “más vale rojo que experto”; la parábola del Metro es la misma del socialismo del siglo XXI.