Opinión Nacional

Una oposición inteligente

El populismo estatista ha sido la causa fundamental del gran fracaso socioeconómico latinoamericano. Sin embargo, en Venezuela, aun cuando la renta petrolera dejó de ser suficiente para sostener por sí sola el sistema económico, un gobierno populista con precios del petróleo relativamente altos tiene abundantes recursos para repartir. Obviamente, las “misiones” no sólo no resuelven sino, en muchos casos, profundizan los problemas estructurales de nuestra economía, pero es evidente que, en un país empobrecido, un gobierno rico tiene la capacidad de hacerle llegar “cariñitos” y crear nuevas ilusiones entre los sectores más desposeídos. Si a esto le agregamos el ventajismo de un gobierno autoritario, que utiliza descaradamente todos los recursos públicos a su alcance, irrespetando la ley y las reglas básicas de la democracia, no debe extrañarnos que Chavez haya recuperado varios puntos en las encuestas. Es evidente que el gobierno se está preparando para una contienda electoral.

Una oposición inteligente debe dirigir su mensaje a ese sector decisivo de la población que votó por Chavez en 1998 y 2000, pero está descontento con los resultados de un gobierno incapaz y chapucero. Para este sector son contraproducentes los mensajes visceralmente antichavistas, que en cambio hacen aplaudir buena parte de ese 40% que nunca votó por Chavez. Ocupado fundamentalmente en sobrevivir, no tiene tiempo para preocuparse demasiado por las violaciones del Estado de derecho y el sistema democrático.

A este sector hay que reforzarle la idea de que Chavez, a través de la confrontación sistemática, ha dividido el país y alejado la inversión, sin la cual no hay crecimiento económico sino distribución desigual de una miseria creciente. Este sector necesita que la oposición le transmita la esperanza en un futuro mejor. Una oposición inteligente debe proyectar un mensaje de unidad, hay que acordar y organizar de una vez el procedimiento primario para elegir el candidato unitario, porque Chavez en cualquier momento nos puede sorprender con unas elecciones presidenciales anticipadas.

Las elecciones regionales ya son un hecho, no prepararse a enfrentarlas, más que un error sería una estupidez, diría Talleyrand. Hay que saber aprovechar, con inteligencia, para el mismo revocatorio, la energía y la sana ambición personal de todos aquellos que aspiran a cargos electivos y no creer que sea posible sofocarlas artificialmente. La política inteligente, basada en la experiencia, maneja realidades, no deseos.

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