Una oposición dividida
El lunes pasado el vespertino EL MUNDO abría su portada con el sugestivo título LA OPOSICIÓN DIVIDIDA EN TORNO AL 350. La información recogía las reacciones de la oposición del viejo establecimiento político a las trascendentales declaraciones del Cardenal Rosalio Castillo Lara, máxima autoridad eclesiástica venezolana y prelado de gran influencia sobre la alta jerarquía vaticana, en la que ocupara las más altas dignidades.
Posiblemente muy pocos hayan advertido la enorme trascendencia de dicho titular. Y menos aún los que tengan conciencia del hecho que señala. Pues si el país llegó al fatídico 15 de agosto sin contar con una vanguardia opositora capaz de resolver el grave dilema que entonces se planteara- paralizar al país tras la denuncia del fraude y obligar a un recuento total de las papeletas, impidiendo la consumación del crimen y la alcahuetería de Jimmy Carter y César Gaviria con el régimen, burlando la voluntad del electorado venezolano y tampoco la tuvo para impedir la reiteración del fraude el 31 de Octubre, lo que le permitió al oficialismo hacerse con gobernaciones de manera ilegítima -como la de Carabobo -, esta vez y después de un año de incipientes esfuerzos, la ciudadanía venezolana cuenta con una vanguardia opositora.
La oposición venezolana está dividida. Duele constatarlo. Pero más vale dividida que unánimemente inerme y maniatada. No estuvo dividida para el RR, cuando estuvo controlada por quienes no supieron o no quisieron defenderla. Hoy ya cuenta con una poderosa agrupación de voluntades que, así reúna diversos matices y exprese orígenes de toda condición, comparte un criterio unánime e irrevocable: ponerle fin a esta pesadilla cuanto antes y devolverle a la patria su ansiada democracia. Sin colaboracionismo, sin subterfugios, sin acuerdos de trastienda.
Es lo que expresa el Cardenal Castillo Lara, a quien toda la Nueva Oposición, por sobre diferencias menores, profesa respeto, afecto y consideración. Y cuya sabia palabra orienta sin medias tintas ni medias verdades el camino a seguir: mientras no se cuente con un CNE legítimo, transparente y confiable, participar en procesos electorales es hacerle el juego a un régimen que se aparta diariamente de la ética, la voluntad y la institucionalidad democráticas. Participar de una pantomima o rechazar toda colaboración. Ello es lo que, resumido en la consigna de invocar el artículo 350 de nuestra Carta Magna, expresa la división opositora.
Posiblemente nuestras fuerzas aún no alcancen la dimensión, la grandeza y la madurez necesarias como para consolidar posiciones e imponerle al conjunto opositor normas de conducta unívocas y suficientes. Por ejemplo: solicitar y obtener el retiro de todas las candidaturas en tanto no se cumplan las exigencias de SÚMATE. Y reunir así y ahora mismo a todas las fuerzas opositoras, partidos y organizaciones en un gran frente democrático capaz de acorralar y vencer al autócrata en nuestro propio terreno
Pero hoy estamos mucho más cerca de lograrlo. Aunque menos que mañana. Que lo tengan presente.