Una nueva provocación
Las recientes declaraciones de Hugo Chávez en Fuerte Tiuna
conmocionaron de manera particular a la opinión pública nacional e
internacional. No era para menos. Decir que «la llamada
institucionalidad de la Fuerza Armada fue una manera de enmascararse y
asumir una posición contraria al gobierno, a la revolución, al mandado
legítimo del pueblo. Por eso, hoy todo comandante de unidad en todos
los niveles está obligado a repetir desde el alma y levantar la
bandera con esta consigna: patria, socialismo o muerte, sin
ambigüedades de ningún tipo, sin complejos… Si algún oficial se siente
incómodo con esta consigna puede tramitar la baja», tiene unas
consecuencias, tanto políticas como militares, impredecibles. No es
fácil establecer, a partir de ahora, el camino que tomará el proyecto
revolucionario…
Hugo Chávez , desde que llegó al gobierno, siempre trató de destruir
la institucionalidad de la Fuerza Armada. Ese ha sido quizás uno de
los objetivos más claros de su acción política. Su pasado conspirativo
y la propia historia de Venezuela le hicieron ver el riesgo que
significaba para la estabilidad de su gobierno una Fuerza Armada
apegada a la Constitución Nacional. Por eso trató primero de
corromperla mediante el manejo, sin control, por los comandantes de
guarnición de inmensas cantidades de dinero para conducir unos
ineficientes planes cívico-militares. Después la purgó progresivamente
enviando a cientos de oficiales sin cargo a sus casas y por último
provocó la crisis del 11 de abril de 2002 para determinar con certeza
el grado de lealtad, en todos los niveles, de los mandos militares.
Eso es verdad, pero siempre trató de esconder ese objetivo político
con las banderas de la democracia y la constitucionalidad.
Esta nueva provocación a la Fuerza Armada debe tener alguna razón no
fácil de explicar. Fue una declaración imprudente e impolítica, que
dejó a un lado las anteriores banderas. Esta actitud sólo puede
entenderse, si el gobierno chavista, ante las informaciones de un
importante descontento militar, quiere evitar que éste se exprese en
medio del gran debate que surgirá en nuestra sociedad como
consecuencia a la reelección indefinida y a la reforma constitucional.
¿Caerán los miembros de la Fuerza Armada en esta nueva tramoya
organizada por Hugo Chávez? Espero que no. Lamentablemente, ya empezó
a circular el rumor sobre la baja de un importante número de oficiales
y suboficiales. No deben hacerlo. Con serenidad hay que esperar que el
régimen revolucionario continúe cometiendo errores. Cada día son más
numerosos. Esta declaración es uno de ellos. A partir de este momento,
el gobierno chavista se encuentra fuera del marco constitucional. Eso
es muy delicado. Compromete su estabilidad interna y su prestigio
internacional.
La autoridad de Hugo Chávez sobre la Fuerza Armada surge justamente de
la propia Constitución Nacional. Al violarla flagrantemente, esa
autoridad queda cuestionada. Sus miembros dejan de tener la obligación
de obedecerle. ¿Qué pensarán realmente el ministro de la Defensa y el
Alto Mando Militar de esta situación tan particular? Las declaraciones
del general Raúl Baduel, en el programa dirigido por ese personaje de
marras que se llama José Vicente Rangel, no fueron convincentes.
Incrementaron, aún más, las dudas ciudadanas. La ideología de la
Fuerza Armada no debe estar en sintonía con las políticas públicas del
gobierno de turno, sino con los principios constitucionales.
Justamente, por esa razón es una institución del Estado y no del
gobierno. El general Baduel debe recordar que la principal obligación
de la Fuerza Armada es cumplir y hacer cumplir la Constitución
Nacional. Ese es también su deber como general y ministro de la
Defensa.