¿Una marcha militar?
Nuevamente, el gentilicio venezolano se cubre de honor y gloria. Unidos bajo una sóla bandera: «Libertad y Democracia», ciudadanos y organizaciones; armados sólo con sus principios e ideas, entre los que se contaron empresarios, trabajadores, partidos políticos, organizaciones no-gubernamentales, sacerdotes, militares retirados, amas de casa, padres y madres; invirtieron una enorme cantidad de esfuerzo, tiempo -y su propio dinero- para organizar y participar el 23 de enero de 2002, en una forma hermosamente cívica y con estricto apego a la ley, en una marcha para decirle al Presidente de la República unas cuantas verdades.
Entre ellas, que no aceptarán que el derecho a vivir en libertad y en democracia, les sea confiscado desde el poder por un grupo minoritario de la sociedad que desea imponerles -contra su voluntad- un régimen socialista. Atropellando además, la Constitución y las leyes de la República, y negándose a escuchar a cualquier ciudadano que opine en forma diferente a quienes ostentan el poder.
El contingente civil que marchó -unos 180 mil como veremos más abajo- superó al contingente total de las Fuerzas Armadas Veenzolanas, por lo que no debe extrañarnos que en pronta fecha salgan a marchar -con los mismos objetivos- los ciudadanos uniformados; gritando en alta voz, sus lemas de… «Forjador de Libertades»; «Navigare Necesse, Vivere Non Necesse»; «La Fortuna Sonríe a los Audaces» y «El Honor es su Divisa».
Porque ante la gallarda pero muy firme y valiente exigencia que le hicieron al Presidente los ciudadanos civiles de Venezuela, -de paso, muy bien representados en la pluralidad social, económica y política que marchó- la respuesta del Presidente de la República no fue otra sino una sarta más de descalificaciones e insultos y un patético desconocimiento de la realidad. Los ciudadanos militares de Venezuela, no pueden ahora, quedarse callados ante estos hechos.
La marcha, fue la manifestación pública más nutrida que ha habido en toda la historia democrática de Venezuela. Y la primera vez, desde el 23 de enero de 1958, que se une bajo un sólo propósito… la totalidad de pluralidad social, económica y política del país.
Si el Presidente de la República -como lo hizo- desprecia a quienes manifestaron con civilidad y en una forma eminentemente democrática ¿A quién aprecia el Presidente? Si el Presidente de la República desprecia a esa innegable representación del pueblo venezolano ¿A cuál pueblo.. a la representación de quiénes o qué, aprecia el Presidente?. Si ese pueblo que marchó le está exigiendo al Presidente de la República que rectifique los 49 decretos-ley que afectan seriamente la vida de todos los venezolanos y éste -como lo hizo- se niega a rectificarlos, ¿Qué significan para el Presidente las palabras democracia y libertad?
No debe haber pasado desapercibido para los uniformados, que mientras se llevaba a cabo la marcha ya descrita -debidamente permisada por las autoridades competentes-, y cuya exigencia principal era el respeto a la libertad y a la democracia, grupos de fanáticos marxistas -sin ninguna autorización de las autoridades competentes- se dedicaron a obstruír varias calles y avenidas de la ciudad atropellando con ello los derechos de los demás ciudadanos; sin seguir ninguna ruta previamente establecida -sino por el contrario, cambiándola cada vez que quisieron – y portando enormes pancartas que rezaban «Si hay huelga general, habrá saqueo popular» y «Fedecámaras y la CTV, la misma mierda es».
Los fanáticos marxistas se concentraron finalmente, frente al Palacio Federal Legislativo donde laboran sus líderes ¿o instigadores? y fueron también a escuchar música popular frente al Palacio de Miraflores, donde el Presidente de la República los recibió con los brazos abiertos y los felicitó por su comportamiento.
En esos lugares, esos fanáticos marxistas, fueron custodiados -no reprimidos- por la Policía Militar, la Guardia Nacional y la Casa Militar. ¿Se percatararían de esto los militares? ¿Del papel que están jugando?.
Tampoco debe haber pasado desapercibido para los militares, el hecho de que un grupo de ¿sacerdotes católicos? -no pertenecientes a la parroquia 23 de enero- le solicitaron permiso al Cardenal, Arzobispo de Caracas, para celebrar en la iglesia de La Cañada, una misa en honor a los caídos el 23 de enero de 1958, pero que una vez allí, en vez de una misa, lo que llevaron a cabo fue un mitin político marxista, profanando con ello, la casa de Dios y la Eucaristía.
¿Son ellos realmente sacerdotes? ¿Son ciudadanos venezolanos con legítimo derecho a intervenir en la política interna de nuestro país? -porque dos de ellos tenían acentos extranjeros-. Los militares deberían averiguarlo, porque el Presidente de la República estuvo allí con ellos.
Los militares deben haberse dado cuenta rambién, que el Presidente de la República no sólo marchó brevemente con los fanáticos marxistas -que no estaban permisados por las autoridades competentes para hacerlo-, sino que a eso de las tres de la tarde, encadenó los medios radiales y televisivos para transmitir a toda Venezuela, un mitin político de una sóla y única parcialidad ideológica, y en la cual afirmó hechos que contradecían las verdades que el pueblo venezolano todo, observó en las pantallas de sus televisores mientras las emisoras privadas de TV, tuvieron la libertad de informar libremente.
Si aún no lo han hecho, los comandantes militares de quienes dependen oficinas de asesoría jurídica, deberían obtener ejemplares de los 49 decretos-ley que ordenó publicar el Presidente de la República en la Gaceta Oficial, en franca violación al artículo cuarto de la ley que lo habilitó para legislar, del artículo 137 de la Ley Orgánica de la Administración Pública, y que contienen numerosas violaciones a los derechos y garantías que establece la Constitución Nacional, para que descubran allí que es lo que pretende hacer el Presidente de la República, con sus esposas, hijos y propiedades. Una sugerencia: pídanle copia de los análisis jurídicos que han hecho varias instituciones civiles y políticas del país, para que ahorren tiempo en llegar a sus conclusiones.
Si así lo hacen los militares -si es que ya no lo han hecho-, yo no tengo la menor duda, que después de la magnífica marcha civil por la Democracia y la Libertad, no pasará mucho tiempo antes de que se produzca….
Una marcha militar.
Datos sobre la marcha civil:
Usando los magníficos planos -dibujados a escala 1 a 3.000- de la Metroguía de Caracas, pude determinar que la distancia entre la Plaza Morelos y la Plaza O’Leary, -siguiendo la ruta de la marcha civil- es de 2.850 metros. Sabiendo eso, y además, que la vanguardia se demoró tres horas en recorrer el trayecto, pude determinar -usando una simple regla de tres- que las personas marcharon a una velocidad de 0,95 kilómetros por hora.
También, luego de medir minuciosamente, y multiplicar el largo por el ancho de cada calle y avenida del trayecto usado, pude determinar que el espacio total contiene 56 mil 466 metros cuadrados.
Luego, al ver en la televisión -y siéndome además ello, corroborado por los periodistas que estaban en el lugar de la marcha- que cuando la vanguardia llegó a la Plaza O’Leary aún había gente en la Plaza Morelos -y varias cuadras más allá- supe que en ese momento estaban ubicadas a lo largo del trayecto, 112 mil 932 personas (cada una ocupando medio metro cuadrado).
Finalmente, al saber que la marcha duró una hora y media adicional a las tres horas que le tomó al grueso llegar a la Plaza Oleary, supe que los que siguieron sumándose a la marcha, ocuparon un espacio acidional de… 0,95 km/h por 1,5 horas = 1.425 mts, y que al ser esta cifra la mitad del largo de trayecto total, debía sumar otras 56 mil 466 personas adicionales para un total -mínimo- de marchistas de 169 mil 398.
No sería nada raro que los márgenes de error inevitablemente existentes en estos cálculos, acerque la cifra real final de marchistas a los 180 mil que citaron -en la televisión- varios expertos.
Cómo UN SOLO FANATICO marxista desbocado en la ciudad, son DEMASIADOS FANATICOS, no me ocupé de contarlos a ellos. De esos incivilizados que se encargue la DIM -con su propio ejemplar de la Metroguía-.