Una idea para el oligarca Chávez
Después de insultar (sin una idea) al candidato de la Unidad Nacional, Henrique Capriles Radonski, elegido en primarias con una participación extraordinaria, Hugo Chávez ha mostrado su nerviosismo una vez más. Para alguien que ha disfrazado con audacia su oceánica ignorancia, el debate se resume al uso ilimitado de insultos y a la repetición de las consignas más manidas y vacías que hay.
Para el mayor populista del momento, después de negar en la campaña electoral de 1998 su adhesión al comunismo castrista y rechazar cualquier admiración por la economía socialista del fracasado bloque soviético que incluía a la colonizada Cuba, hoy toda discusión se reduce a lanzar improperios contra los Estado Unidos y sus adversarios internos. Pero, eso sí, sin dejar de venderle al Imperio -puntualmente- un millón de barriles diarios de petróleo. También, otra paradoja, bajo el régimen chavista y gracias a la destrucción del parque industrial nacional, Venezuela importa más mercancías y servicios de EE.UU. que nunca antes.
Se parece a la lloradera de Fidel Castro sobre el embargo a Cuba, que la dictadura hereditaria siempre ha llamado “bloqueo”. Un embargo que además tiene muchas filtraciones: entre otras la de ser Estados unidos el primer proveedor de cereales de la isla del mar de la felicidad chaviano. Pero, ¿por qué Cuba quiere comerciar con EE.UU.? ¿No son los EE.UU. el mayor enemigo y el primer representante del capitalismo en la Tierra? ¿Si el socialismo es muy superior al capitalismo porqué intercambiar con éste? ¿Por qué el sistema socialista cubano no ha conseguido autoabastecerse en nada? Por el contrario, en aquellos rubros en los que Cuba era una potencia, como en el azúcar, hoy se ve obligada a importar.
Con el petróleo que Chávez religiosamente envía al Imperio, éste ha intervenido en Irak, Libia y lo hará (cuando la ONU así lo decida para detener la masacre que perpetra el régimen de Assad) en Siria. En esos países reinaban sin mayor oposición sus amigos dictadores a quienes les regaló la espada de Bolívar, degradando así este símbolo libertario. Ya sabemos que en EE.UU. se impone el pragmatismo -por más que el Tea Party aumente sus seguidores-; pero en un “revolucionario” principista como Chávez no se entiende cómo no ha decidido dejar de venderles crudo.
Toda la habladera de paja de Chávez contra los gringos y su gobierno, queda en eso: paja. Mientras continúe vendiendo petróleo a EE. UU., sus discursos suenan a pura mentira. Nadie se los cree. Ni siquiera el más desinformado de sus oyentes obligados puede tragarse su antiimperialismo de trompetilla.
Chávez ha dicho que lo confronten con ideas. Se le puede sugerir una como máximo representante de la verdadera oligarquía venezolana, dueño de los cada vez mayores impuestos que pagan los venezolanos (gracias a la inflación récord mundial, el IVA es verdaderamente asfixiante), dueño de Pdvsa ( ventrílocuo del bicéfalo Rafael Ramírez, aunque lo haga quedar en ridículo devolviéndole papeles sin firmar en plena cadena nacional) y de todas las demás empresas del Estado, dueño de las mentes de sus focas de la Asamblea, el Gabinete, el CNE, la FA “chavista”, los tribunales, etc. El propio oligarca, pues. Chávez no puede desconocer su carácter de oligarca, a menos que entre sus bienes no posea ni un diccionario.
La idea con la que se le puede confrontar es sencilla: si en realidad odia al imperialismo de los EE.UU., no les venda más petróleo.