Una campaña sin temas
Estamos en plena campaña. Pensar que arrancará cuando el Consejo Nacional Electoral lo autorice sería convalidar un lugar común. Creer que los candidatos están mortificados, esperando consejos que les indiquen cómo desenvolverse y en qué temas concentrarse, o preocupados porque Súmate les dé su bendición, sería subestimarlos. Fingen todo eso, pero sólo para librarse de los “analistas” perdonavidas, esos que creen que sin ellos la oposición se acaba. Les siguen la corriente para quitarse un fastidio de encima, pero se emplean a fondo en lo que estiman es el mejor camino para ganar adeptos.
Chávez declara cada día desde un pueblo o desde un país distinto. Inaugura obras, aunque sea por la mitad. Aprueba asignaciones multimillonarias para tal o cual proyecto, aunque el mismo no aparezca en la ley de presupuesto decretada por la Asamblea Nacional para el 2006 y a pesar de que los diputados, responsables de esa materia, se enteren por la prensa. Ordena aumentos salariales, aunque no se estén pagando todavía los del último decreto. Asigna millardos a los Consejos Comunales sin que muchas de las Alcaldías tengan ni siquiera para asfaltar las calles o mejorar el alumbrado público.
Denuncia a los gobiernos “anteriores” como culpables del pésimo funcionamiento de los servicios públicos, de la delincuencia y de la corrupción. Pasa por alto, como si nada, que estamos en su octavo año de gobierno, con todos los poderes públicos en sus manos y con ingresos de tal cuantía que hasta se permite resolver los problemas financieros de Cuba, Argentina, Bolivia, de las alcaldías de Nicaragua y de todo quien se le atraviese tirándole algún piropo político. Hasta le da su regalito energético a los “pobres” de New Jersey y de North Carolina para dejar constancia de que el malo es Bush y no él.
Ya unos cuantos presidentes del gremio de chulos latinoamericanos le cogieron la parada y saben que sacarle plata a Venezuela es más rápido y menos costoso que tramitar proyectos ante el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento, el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Chávez da montos más altos, sin mucha tramitadera, sin engorrosas garantías y no hay que devolverle nada.
Otros candidatos, quienes han estado de ministros, gobernadores y alcaldes, se enredan explicando cómo ellos nada tienen que ver con los cuarenta años, como si Chávez les estuviera escribiendo el libreto. O como si el país estuviera hoy mejor que ayer. No encuentran como sacudirse de los promotores de la abstención. Saben que esos son los mejores aliados de Chávez pero no los denuncian. Mañana será tarde advertirlo. Algunos acuden ante Súmate, aún a sabiendas de los riesgos de una campaña de “todos contra todos”. Murmuran entre dientes que esa organización no es quién para convocarlos, pero se aprovechan de sus nexos mediáticos para promoverse como candidatos.
Acusan a Chávez de todo cuanto pueda molestar a los venezolanos. Lo tildan de comunista, de populista, de demagogo, pero se cuidan de anunciar que mantendrán las misiones, que repartirán petróleo hasta en los bingos y que no creen para nada en los partidos. Quieren ganar votos pero para no caer en desgracia en la “matriz” de opinión, siguen repitiendo como loros que exigen mejores condiciones electorales, con lo que le dan la razón a quienes dicen que todo está arreglado.
Hasta ahora no hay propuestas ni soluciones, pero la campaña arrancó y amenaza con pasmarse en los mismos temas. Como que no da para más.