Una alternativa a las ciudades temáticas
Nuestra revolución es pródiga encandilándonos con promesas maravillosas. La última ha sido llenar el mapa del estado Bolívar con un conjunto de ciudades temáticas que ofrecen convertirnos en un emporio industrial endógeno. Una Ciudad del Aluminio, en Caicara; otra para el acero, en Ciudad Piar; un pueblo agro-turístico en La Paragua; la Ciudad del Diamante, en el Guaniamo; un pueblo minero que forma un eje desde El Callao a Las Cristinas; una Ciudad de la Cerámica, al oeste de Ciudad Bolívar y todavía le sobran fuerzas para proponernos convertir a la capital del estado en un núcleo urbano con un nombre tan rimbombante como Ciudad Cultural Científica y Tecnológica Universitaria.
Todos estos esfuerzos se enmarcan dentro del loable esfuerzo de desconcentrar el país, al que nos sumamos todos los venezolanos, pero es razonable que algunos tengamos dudas respecto al camino emprendido. En primer lugar, las empresas que marcan los temas de cada ciudad son públicas y todas las iniciativas parten del estado, cuando las ciudades de verdad son construidas por la gente, por las personas con sus actividades y sus sueños. Es inimaginable concebir una ciudad orientada y dirigida por el estado, alimentada por bodegas de Mercal y recibiendo salud en módulos de Barrio Adentro, educada en escuelas bolivarianas y viviendo en casas construidas por cooperativas formadas y financiadas por el estado, depositando sus ahorros en el Banco del Pueblo y recreándose con los eventos programados por el Ministerio de Cultura. Me parece la utopía socialista elevándose hasta las nubes. Allí tienen Pueblo Guri, que va a cumplir siete años en diciembre y todavía no camina solo.
Una alternativa diferente, pero más viable, sería concebir un gran desarrollo urbano al norte del estado Bolívar que uniera Ciudad Bolívar y Ciudad Guayana y proyectara su influencia radialmente hacia los alrededores. Es un proyecto viejo, pero vale la pena insistir en él. Al estado le corresponderían las tareas de planificación, regulación y promoción, diseñando un urbanismo que ubique las industrias junto al Orinoco mientras las actividades residenciales, comerciales y de servicios se orienten hacia el Caroní, aprovechando los lagos de Macagua, Caruachi y, en un futuro, Tocoma. Reubicando las instalaciones del fuerte Cayaurima, que impide la expansión de Ciudad Bolívar hacia el este, como han propuesto reconocidas voces, y promoviendo la construcción del aeropuerto que preste servicio a las dos ciudades, a través de otorgar una concesión al sector privado.
La vialidad a través de Caruachi va a acercar Upata a Ciudad Bolívar y va a representar un gran alivio para el transito en Ciudad Guayana, de modo que a este núcleo urbano se sumaría también la capital de Piar.
Otra iniciativa para la cual ya existe un proyecto es sanear y desarrollar el lago de Macagua llenándolo de áreas publicas, turísticas y recreativas, de modo que se incorpore a la ciudad y sea la zona rosa de todos los guayacitanos, en vez de privatizarlo por pedacitos como ocurre actualmente.
Esta concepción potenciaría las economías de aglomeración que apenas están en etapa incipiente en la región (hasta hace poco no había un cine decente en Ciudad Guayana). El comercio ha crecido de manera notable en los últimos quince años, mientras que antes de 1990 la gente compraba la ropa y hasta los muebles en Caracas.
Concretar ideas en este sentido le daría más impulso a Ciudad Piar y a La Paragua que el sueño de una Ciudad del Acero creada a partir de unas pocas industrias públicas aisladas.