¿Un segundo Chávez?
Como es sabido, recordarlo no ofende su memoria, Chávez jamás asimiló a su entorno de confianza a nadie que brillara con luz propia, a nadie que pudiera hacerle sombra. Se rodeó de personas inexpertas, sin capacitación para desempeñar con acierto las exigentes funciones de gobierno, sin experiencia siquiera en el manejo de negocios privados. Los rotaba –los famosos “enroques”- en ministerios y en otras altas posiciones de gobierno. Con ligeras variantes mantuvo el mismo equipo durante 14 años. Como Chávez era joven, tenía mucha vida por delante, no se cuidó de preparar con esmero al sucesor, como dicen que el General Francisco Franco quiso modelar al Rey Juan Carlos.
Aquí radica la causa principal de los problemas. Más que sucesor, Maduro se considera, no sin cierta irreverencia, un segundo Chávez, con la pretensión de actuar como autócrata que lo puede todo, sin respetar nada, sin rendirle cuentas a nadie. Olvida que el carisma no se transmite por disposición sucesoral ni se compra en botica. Olvida que la lamentada desaparición del Comandante Presidente, cambió por completo el cuadro político, olvidando actuar en consecuencia. O Maduro se decide a hacer política o vendrán tiempos impredecibles.
El riesgo de derrota desespera a Maduro y a su gente. Por el momento, se han decidido por la estrategia de sembrar miedo. En eso andan. Por tal razón, brigadas civiles superarmadas, no la policía, disolvieron con inusitada violencia la pacifica manifestación de estudiantes que marchaba hacia la sede del CNE, en demanda de elecciones limpias. Dentro de la misma estrategia se urde la acusación inverosímil de que la oposición estaría organizando un complot para asesinar a su propio candidato, Capriles Radonski, dejándole la pista electoral libre a Maduro. Lo de sembrar miedo no es nuevo. Lo han hecho durante 14 años. Lo novedoso es la monstruosidad de los mecanismos ahora escogidos para sembrarlo.
El candidato de la Alternativa Democrática Capriles Radonski, ha venido realizando, con coraje e imaginación, una campaña cargada de emoción y compromisos concretos, presagiadora de que los venezolanos están decididos a imponer un cambio en la conducción del país.
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Además de los 100 mil barriles diarios que les regala Venezuela, los Hermanos Castros maniobran para imponernos un Presidente que ellos puedan seguir manejando a su antojo.