Un registro electoral imposible
La convocatoria que hiciese el Consejo Nacional Electoral para anunciar la jornada de actualización del Registro Electoral 2006, que dejo de ser permanente, estuvo precedida por un auto elogio, por demás inmerecido, ponderando lo confiable y avanzado tecnológico que estaba ese organismo. Ello asombra por el desparpajo por quien fue el vocero de ese ministerio al mentirnos y auto mentirse después que todo el universo democrático, nacional e internacional, ha cuestionado los procéderes de tan ilegitimo y nada confiable organismo.
Pero allí no quedo el asombro pues quitaron las “capta huellas” de pulgares; pero las sustituyeron con un “deca capta huellas” que obliga a quienes quieran registrarse a meter ambas manos en un scanner para dejar biométricamente firmada su absoluta identificación en expresa violación de la privacidad a que todo ciudadano tiene derecho.
Luego vino el anuncio de las cantidades. A los actuales trece millones novecientos noventa veinte y ocho mil novecientos electores inscritos (13.928.900) se sumarán con la ardua y pulcra labor del Ministerio Electoral, tanto en Venezuela como en el exterior, unos tres millones (3.000.000) de electores excluidos del sagrado derecho del voto que podrán actualizarse y votar en el país, en las embajadas y en los consulados.
Así Venezuela, con una población aproximada de veinticinco millones (25.000.000) de habitantes, se convierte en un país europeo en el cual lo población mayor de edad, con “derecho al voto”, representa las cuatro quintas partes de los habitantes en el país, sin adolescentes ni niños.
Por ello se hace imprescindible la absoluta legalización del ente electoral con Registro Electoral real y sin la parafernalia cibernética montada al tenor del más alto despilfarro y con seria sospechas de enriquecimiento ilícito. Voto manual y escrutinio total de la voluntad de los electores es condición insoslayable para que el país recobre la confianza en quien tiene el deber de velar por que el votar también funcione para elegir.
Pero esa lucha no puede ser óbice para que el pueblo democrático ejerza su derecho de elegir, en unas elecciones primarias, el liderazgo que unitariamente nos conducirá a una confrontación electoral exitosa con un programa de recuperación nacional consensuado.
Ambos objetivos son estratégicos para garantizar el futuro que nos merecemos, desprendiéndonos de quienes hoy pretenden sojuzgarnos y están llevándonos a un régimen lo más parecido al del tirano que se eterniza en Cuba y pacta con la naciones más atrasadas del planeta