Opinión Nacional

Un pueblo bravo

Que a ocho años de sistemáticos fracasos, humillaciones, persecuciones y engaños el pueblo democrático venezolano siga demostrando su temple combativo y su disposición a luchar hasta el último aliento para preservar y defender sus espacios democráticos, es algo asombroso.

Que Chávez, luego de esos mismos ocho años de descabezamiento opositor, corruptela generalizada, copamiento institucional e inclementes ataques a los bastiones opositores tenga que importar defensores extranjeros a altísimo precio y recurrir a ambiguos personajes de muy dudosa catadura moral en defensa de su hegemonía comunicacional, es muestra de una creciente impotencia.

Aquel luce más débil que nunca. Y sin embargo actúa con una fortaleza sorprendente. El régimen pavonea todos sus poderes. Y está sumido en las mayores contradicciones. De hecho, está más débil que nunca.

¿Por qué la oposición venezolana puede contar con especialistas en comunicación como Antonio Pasquali, grandes historiadores como Germán Carrera Damas, Elías Pino Iturrieta, Manuel Caballero e Inés Quintero, poetas y escritores de nombradía universal y grandes científicos reconocidos internacionalmente, mientras el régimen hurga y hurga entre la más baja y oscura marginalidad para encontrar quien esté dispuesto a lamerle las botas, con la más absoluta certeza del descalabro, el fracaso y la mediocridad?

Avergüenza la costosa presencia de un hispano-francés, mercenario que hace pagar a muy altos costos sus servicios parisinos, y otros periodistas de la corte castrista, junto a un actor que se asegura con su presencia 18 millones de dólares para su próxima producción “independiente”, para tener con qué enfrentar una gigantesca movilización popular que no ha costado un centavo.

Esta es la verdadera guerra asimétrica: un régimen que dilapida miles de millones de dólares en lobby para defender sus políticas a nivel internacional, y una oposición descabezada, inorgánica y pobre de misericordia capaz de movilizar trescientos mil ciudadanos conscientes en defensa de aquello en lo que realmente cree. Sin misiones, limosnas ni cargos públicos.

Traer a Ramonet, a Cabieses y a tanto castrista reciclado, salidos de ese parque jurásico de la derrengada izquierda mundial, para defender lo que en la acera venezolana defienden los propios venezolanos sin un centavo en la mano, es una muestra de un desequilibrio político que más temprano que tarde dará que hablar. Hoy nació una nueva oposición. Mañana nacerá un nuevo liderazgo.

Chávez, en cambio, aferrado a la mortaja de Fidel Castro, ve menguarse sus fuerzas día a día. Su partido único no le sacará las patas del barro. La impuesta inscripción de los funcionarios públicos y de los venezolanos obligados a comer de las dádivas del estado no será suficiente para sacar a flore el barco que se hunde. Y eso que estamos al comienzo de la bajadita.

Esperemos unos meses. Amanecerá y veremos.

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