Un premio merecido
1.-
La historia nos da suficientes testimonios de grandes políticos que asumieron el Poder recién salidos de la adolescencia. El caso de Pedro el Grande es insólito, pero comprensible en el contexto de la Rusia zarista del siglo XVII: fue coronado a los 10 años. Y si bien el mando quedó bajo la regencia de su madre, muy pronto asumió las riendas del Poder y condujo uno de los procesos de modernización más espectaculares de la historia moderna. Carlos V, el emperador más sobresaliente de la moderna historia española, asumió la monarquía de España como Carlos I a los 16 años. Y tres años después se coronó emperador del Sacro Imperio Romano germánico como Carlos V. Tenía 19 años. Su más lejano antecedente, Alejandro Magno, se coronó monarca a los 19 años. Y consolidó el primer gran imperio de la saga imperial de Occidente.
La juventud de las generaciones políticas emergentes no debiera sorprender en un país que aún vive de la obra de modernidad pensada y producida por quienes, al hacerse a la lucha política pública tenían apenas 20 años: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba y Miguel Otero Silva, entre muchos otros, aún no los cumplían cuando protagonizaran la rebelión de las fiestas florares contra el tirano Juan Vicente Gómez. Un ejemplo de senectud. Sus antagonistas históricos tenían la misma edad que su gobierno. Y no se trataba de una charada: toda esa generación de jóvenes universitarios escribiría el pensamiento esencial que sentaría las bases de la Venezuela moderna sin haber cumplido los treinta años. Y de entre ellos, Rómulo ya asumía la presidencia de la república a los 37 años, en 1945.
Recuerdo estos hechos sobre el telón de fondo de un acontecimiento de extraordinaria importancia, que no podrá ser calibrado en toda su dimensión sino muy posiblemente cuando el premiado nos revele sus grandes ejecutorias a la cabeza de la renovación política de la república: la concesión del Premio Milton Friedman al joven dirigente estudiantil Yon Goycoechea. Puede que sea la primera vez en la historia contemporánea que un premio de tal dimensión y trascendencia, dotado con medio millón de dólares y otorgado sólo a grandes personalidades públicas que hayan sobresalido en su lucha por la libertad, le sea concedido a un joven estudiante universitario. Viene a sumarse al fallecido economista británico Peter Bauer (2002) al economista peruano Hernando de Soto (2004) y al ex primer ministro de Estonia Mart Laar (2006), quienes fueron premiados anteriormente. Pero Goycoechea no es sólo un joven universitario: es un líder político que emergió súbitamente a la escena política como si se hubiera estado preparando durante toda una vida para asumir la conducción de los asuntos públicos de Venezuela. Su discurso en el cierre de campaña por el NO frente al intento de fraude constitucional del 2 de diciembre reveló no sólo a la principal figura antagónica al presidente de la república. Fue el factor desencadenante de un impulso vital que derrotó de la manera más contundente y espectacular a quien había puesto todo el omnímodo Poder de que dispone al servicio del estrangulamiento de la democracia venezolana.
Fue ese joven hoy premiado por la Fundación Cato de los Estados Unidos quien liderara las luchas que condujeron a la primera y posiblemente definitiva derrota de Hugo Chávez Frías. Fue su primer éxito político, logrado a los 23 años. ¿Qué le deparará el destino por el que se siente predestinado?