Un país llora por sus muertos
Un grito silencioso reposa en las gargantas de los venezolanos. La indignación crece al amparo de un gobierno que viola las leyes con completo descaro y permite una anarquía creciente que produce una violencia desmedida. Mientras se le hacen honores a un fallecido de la revolución, más de cien familias lloran mientras velan a los muertos de la violencia en todo el país. El luto de los asesinados es tan doloroso como el de los infartados.
Un Presidente, una Asamblea y unos organismos de control que permiten que nuestro gobierno maneje miles de millones de dólares sin control alguno, sin rendición de cuentas y bajo el arbitrio de un administrador que no entiende para que lo elegimos. Todos los días me pregunto donde están la mitad de los dólares que han ingresado a nuestra patria y se escapan a fondos que maneja el ejecutivo sin supervisión apropiada. Todos los días me produce más dolor enterarme de las deudas que les dejaremos a nuestros hijos. Un gobierno que sólo piensa en su continuidad, destroza el futuro de la patria para comprar los votos que ha perdido por ineficiente.
Mentiras sobre mentiras. Cuentas que no cuadran y estadísticas complacientes para intentar engañar a un pueblo que se alimenta de la esperanza. Promesas incumplidas y más promesas por cumplir, son el resultado de la improvisación permanente de alguien que no entiende el oficio de estadista. Camionetas, viajes, piscinas, fincas, buena comida y un estándar de vida que nos se corresponde con su cacarear revolucionario. Revolución es para las masas. No le toques su apartamento en Miami. Más de lo mismo.
Culto indecente a un presidente que se cree Dios y la reencarnación de Bolivar. Militares complacientes que vomitan sobre nuestra Constitución al tiempo que hacen alabanzas a un régimen destructor de nuestras conciencias. Nuestra libertad pisoteada por unos facinerosos que todos los días nos venden la equivocada idea de que caminamos rumbo a un progreso que nunca llega. Felicidad verde en sus bolsillos y tristeza sin color en nuestras almas.
Luto -que no cura el dolor- por los muertos de una patria a los que este gobierno les da la espalda. Llanto que humedece la dignidad de un país que observa la indolencia de sus gobernantes ante un fenómeno que no para de crecer. Esos también son venezolanos, que merecen capilla ardiente en la Asamblea. Aquellos mueren con plomo en el alma.
Basta Venezuela. Acabemos con esta farsa.
Cada venezolano tiene la sagrada responsabilidad de cambiar el curso de esta historia y de conduciremos a un amanecer lleno de esperanza. Nuestra posibilidad se construye voto a voto, haciendo uso de nuestro mejor instrumento de protesta.
La Venezuela que llora a sus muertos, llenará de votos las urnas electorales, para que se queden sin uso las urnas funerarias.