Opinión Nacional

Un liberalismo impotente

“El nazismo conquistó a Alemania porque nunca encontró la adecuada resistencia intelectual. […] Sólo una fuerza liberal hubiese podido oponerse; pero ya no quedaban liberales en Alemania.”
Mises, Gobierno Omnipotente, págs. 201 y 317, ed. española.

Y no quedaban liberales en Alemania porque como especie se habían extinguido, y eso desde mucho tiempo antes de la aparición de Hitler. “Gobierno Omnipotente” es el libro que Ludwig von Mises (1881-1973) escribió durante la Segunda Guerra Mundial, refugiado en su tranquilo exilio de Ginebra, donde pasó “los años más felices de su vida”, según su esposa Margit. Y conste que una esposa sabe mejor aún que su marido mismo cuándo éste es o no feliz … Con perdón de las feministas, pero ya todos sabemos que NO soy políticamente correcto (“PC”).

“Gobierno Omnipotente” es un libro lúcido y profético. Mises aplica el liberalismo como herramienta intelectual de análisis en asuntos y materias más allá de la economía -Derecho, historia, ciencia política y hasta estrategia militar- muchísimo mejor que como otras escuelas liberales no austríacas intentaron hacer eso mismo después (Virginia y Chicago, salvo la notable excepción de Milton Friedman). Diserta magistralmente sobre las verdaderas causas por las cuales el nacional-socialismo se adueñó de Alemania, no por la violencia sino por la persuasión. Y nos descubre los numerosos malentendidos y las múltiples leyendas interesadas sobre el tema, elaboradas ex profeso con el fin de proteger la reputación de partidos, grupos y corrientes de pensamiento. Sus páginas nos son de mucho servicio hoy en día, con el resurgir del socialismo.

(A propósito, al lector que me escribió “Tus ensayos parecen Bibliografías comentadas”, ¡acertaste, te felicito! Y gracias, lo tomo como un elogio: mi intención no es otra que invitar a leer ciertos autores que lo merecen. Mi paisano Jorge Luis Borges dejaba para otros el orgullo por los libros que habían escrito, y él lo quería por los que había leído. Modestia aparte, ¡yo también!)

¿Es Dios el Estado? En ese libro ginebrino Mises denuncia al socialismo como doctrina económica, y a su expresión política concreta el estatismo. Y recuerda mucho una resonante y blasfema frase de Ferdinad Lassalle (el dirigente socialista más influyente de su época): “El Estado es Dios”. Si el Estado es Dios, entonces el estatismo es una religión. Sin duda una religión falsa, aunque muy popular. Y Mises -una de las mentes más brillantes del pasado siglo XX- así lo advierte. Pero no siendo creyente, Mises no puede oponerle al estatismo lo único que puede enfrentar a una religión falsa: la religión verdadera.

En su más amplio sentido, la religión falsa es el naturalismo evolucionista y vagamente panteísta que seduce a las elites cultas, del cual el estatismo es su credo político. Un extraordinario filósofo político cristiano también austríaco aunque nativo de Colonia, Eric Voegelin (1901-1985) demostró en “La Nueva Ciencia de la Política” (1952) el origen de esta creencia religiosa: la vieja herejía gnóstica, que el cristianismo heredó del judaísmo. Pero en un sentido estricto la religión falsa es el estatismo: los políticos, funcionarios y burócratas configuran el clero dirigente de la religión falsa; los intelectuales y pensadores estatistas son sus teólogos, y los instruidos y cultivados, sus maestros. Y las gentes de todas clases sociales, desde niños educadas en sus credos, claman al Estado, le corean sus consignas, en él depositan su entera e ingenua confianza, y a él le dirigen sus oraciones y esperanzas, y le consagran su devoción, como a un dios.

Es la idolatría (“estatolatría”) que arrastra las mentes, corazones y espíritus de millones de personas, en cientos de países. Y las condena a la pobreza, el atraso y la miseria. En “Gobierno omnipotente” Mises lo advierte y analiza con erudición y agudeza.

Ahora bien, el liberalismo es una doctrina económico-política, como todos sabemos. Pero si Ud. va a enfrentar o a competir por la conciencia de las gentes con una religión -así sea falsa-, no puede oponerle nada más que una tesis económico-política, así sea verdadera, ¿me explico …? No es suficiente. Va a estar en inferioridad de condiciones. Sobre todo si es un liberalismo filosóficamente mal parado, sobre una base tan débil y traicionera, el utilitarismo. La filósofa ateísta (y misiana) Ayn Rand en ese punto no se equivocó, y vale reconocerle su mérito.

Por eso el liberalismo es impotente frente al Gobierno omnipotente. Y en pocas palabras, esa es la respuesta a la pregunta: Si los liberales tenemos razón, ¿por qué somos tan poquitos y siempre perdemos? O sea, si el liberalismo es la doctrina verdadera de la Economía Política ¿por qué los estatistas son tantos y tantos, miles, millones, y siempre ganan y se imponen y mandan? La respuesta es que sólo la religión verdadera puede oponerse a una religión falsa. Si no lo hace, la religión falsa no encontrará oposición en este mundo.

El liberalismo se eclipsa ¿por qué? El agnóstico Mises se hace esa misma pregunta: ¿por qué el liberalismo tiende a desaparecer, como especie en vías de extinción, en el panorama de las formas de Gobierno y sistemas económicos? En última instancia su respuesta es: “porque la gente en su inmensa mayoría es muy ignorante como para seguir la ilación de los argumentos económicos.” Cierto, pero insuficiente.

Veamos. El concepto de “Gobierno omnipotente” también es insuficiente. Un Gobierno estatista luce omnipotente porque puede intervenir y de hecho interviene en todo aspecto de la vida humana: agricultura, industria, transporte, comercio y finanzas, educación y medicina, arte y cultura, deporte y ciencia … pero no puede crear riqueza. Puede inutilizar los procesos de mercado, empobrecernos y arruinarnos, y puede censurarnos, meternos presos y hasta fusilarnos; pero no puede enriquecernos. Mises enseña de modo eminente que hay una sola manera de crear riqueza; y dos de distribuirla: el mercado la distribuye o el Estado la “re”-distribuye. Pero el Estado lo hace por la fuerza, y así perturba su creación, matando incentivos e interfiriendo en las asignaciones, tanto de recompensas como de recursos. Por eso el “socialismo del siglo XXI” que nos proponen Chávez y los otros socialistas de ahora ya no es de distribución de la riqueza sino de resignación a la pobreza, que nos dicen es “cristiana”. ¿Por qué? Porque un Gobierno estatista es estéril, cualquier cosa menos omnipotente. Es un dios falso, muy falso. “Gobierno omnipotente” significa en realidad Gobierno ilimitado. Y el concepto opuesto es Gobierno limitado.

La Biblia, freno y contención eficaz para la arrogancia del poder. La del Gobierno limitado a sus funciones propias represivas del fraude y la violencia, judiciales, defensivas y de obras públicas, es la doctrina bíblica, cuando la Biblia se lee e interpreta de acuerdo a su sentido literal e histórico. Como fue más o menos el caso durante los siglos cristianos.

Dice la Biblia que todo poder proviene de Dios (Romanos 13); lo cual significa que que todo poder tiene límites, ya que Dios no delega poderes ilimitados:

— Con este argumento, los primeros escritores cristianos se opusieron a las pretensiones dictatoriales y totalitarias de los últimos Emperadores romanos. Citaban muy especialmente el cap. 8 de I Reyes, que es el primer manifiesto escrito a favor de la libertad y en contra de la tiranía.

— Y en asuntos de Gobierno -eclesiástico y político-, en la Edad Media los pensadores y escritores cristianos opusieron citas bíblicas a las despóticas ambiciones de príncipes, Obispos, Emperadores y Papas. Y con éxito: entre los siglos V y XV hubo en Europa una fuerte lucha por la separación de las esferas, y de hecho se logró una división y consiguiente equilibrio entre los poderes existentes en ese entonces. Comenzando por los poderes eclesiástico y civil. En ambas esferas se reconocían diferentes competencias a las distintas autoridades de aldeas y municipios, provincias, reinos y “el orbe”. En la esfera política el poder militar se trataba como distinto del político, bajo cuyo mando se trataba de contener. Y el poder eclesiástico se dividía entre el clero secular y las órdenes monásticas e instituciones monacales, muchas y muy influyentes (y profunda fue su labor civilizatoria, como recuerda siempre el Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Papa Benedicto XVI). Y todos los poderes reconocían asimismo autonomía a los comerciantes y a los gremios, y a las universidades y a su tarea de investigación en el campo del saber, y a las bellas artes en su esfera. Santo Tomás de Aquino y Dante Alighieri sistematizaron intelectualmente esta forma de vida.

— Mucho más tarde, y ya en la Era del Despotismo Ilustrado, la doctrina del derecho divino de los reyes fue torcida para servir a los fines del poder absoluto. Aunque paralelamente, debe decirse que la Biblia también fue correctamente interpretada en contra del Gobierno ilimitado y prepotente de los monarcas por los defensores de la libertad, aunque ya en franca minoría.

— Y de paso vale recordar que en 1864 y 1907 respectivamente, los Papas Pío IX y Pío X condenaron lo que se llamó herejía modernista, en sendos “Silabarios de errores”, hoy vistos con horror por la PC (“política correcta”), al punto de sonrojar los católicos, avergonzados. Si bien es cierto que ambos documentos condenaron el capitalismo, no hay que olvidar que el modernismo, junto al naturalismo darwinista, están en la raíz de todos los socialismos, nacionalismos, estatismos, militarismos belicistas y racismos que terminaron en los intervencionismos y las trágicas crisis económicas del siglo XX, y en sus dos sangrientas carnicerías, las Guerras mundiales. En medio de tanto espantoso atentado terrorista, vaya un recuerdo para Pío IX y Pío X: lejos de ser “reaccionarios”, todo lo contrario, denunciando a la madre intelectual de tantas calamidades mucho antes de su alumbramiento, ¡se anticiparon a su época!

Biblia mata socialismo:

— La sentencia “Al César lo que es del César” -repetida por Jesús en los tres Evangelios sinópticos- se ha interpretado siempre en forma restrictiva. El episodio de Zaqueo, narrado en Lucas 19:2-10, se leía bien, como está escrito: no es un rico que distribuye su riqueza entre los pobres; es un colector de impuestos a quien Jesús conmina a devolver los tributos excesivos a sus dueños legítimos, los contribuyentes. En todo caso Jesús estaría promoviendo aquí nada menos que la desestatización fiscal tal vez; pero ¡no la “revolución social”!

— En cuanto a bienes materiales, el relato de Ananías y Séfora (Hechos 5) se interpretaba al pie de la letra: como castigo a una mentira, no a una negativa a compartir hacienda, cuya donación con fines caritativos es claramente voluntaria. Y también era interpretada en consonancia con las 2 Epístolas de Pablo a los cristianos tesalonicenses, a quienes desalienta sobre la experiencia de propiedad y vida en común. Y así todas las enseñanzas bíblicas acerca de la economía los negocios y el Gobierno, que no son pocas.

La Biblia declara autoritativamente lo que los cristianos políticamente liberales llamamos “Consejo de Dios a las Naciones”. Tradicionalmente la doctrina del Gobierno limitado fue parte importante de la cosmovisión judeocristiana de la realidad, el mundo y la vida. Hizo juego con la Filosofía aristotélica en eso que se llamó “la síntesis medieval”; pero los filósofos posteriores -Duns Scoto, Guillermo de Occam- tomaron las sendas que llevan al racionalismo (Descartes) o el empiricismo (Locke, Hume), abjurando de la injustamente despreciada escolástica. Sin embargo este pensamiento floreció en la Escuela de Salamanca o Escolástica hispana o tardía de los siglos XVI y XVII, que puso las bases de la ciencia económica, desarrollada por los fisiócratas y otros economistas franceses, padres del libre mercado: Quesnay, Turgot, Jean-Baptiste Say y Frederic Bastiat. De allí sale la Escuela austríaca de Economía.

Algo muy grave y desafortunado ocurrió a fines del siglo XVIII. Hubo una escisión:

1.- Por una parte, la doctrina del Gobierno limitado comenzó a ser quitada de su correspondiente marco filosófico y religioso. Así perdió su base de sustentación filosófica natural. Y hasta cambió de nombre: el mundo le llamó “liberalismo”. Sin duda el Gobierno limitado produce un considerable grado de libertad personal; pero esa es sólo una de sus buenas consecuencias, entre otras. También produce generosas medidas de justicia, orden y paz, y riqueza. El Gobierno limitado es el buen Gobierno. Pero una vez descontextualizado, el concepto de Gobierno limitado se perdió de vista; y el “liberalismo” o doctrina de la libertad personal, comenzó a buscarse otras bases filosóficas y morales, distintas al sólido realismo bíblico reforzado con la Filosofía aristotélica, y mucho más endebles. Con ellas no pudo enfrentar al socialismo. Es más: tanto el socialismo más blando de John Stuart Mill, como el más duro de Marx, muestran antecedentes en Adam Smith -teoría laboral del valor, subestimación del empresario, educación estatal-, y otros economistas “clásicos” ingleses; y asimismo en el filósofo y reformador social Jeremías Bentham, padre del utilitarismo.

2.- Por otra parte, la doctrina socialista comenzó a vestir un ropaje seudocristiano. En el s. XIX la Biblia comenzó a ser leída e interpretada de maneras caprichosas y forzadas en pro del socialismo. P. ej. en el Antiguo Testamento, la institución del Año Jubilar, que buscaba la unidad familiar, fue vista como destinada a promover la igualdad económica. Los profetas clamando justicia fueron escuchados como abogando por “justicia social”. Y en los Evangelios, el episodio del joven rico y observante, que expone la doctrina cristiana de la salvación sobrenatural por obra y gracia de Dios, fue vista como un anatema a la riqueza. Las iglesias cristianas protestantes y evangélicas se hicieron socialistas, comenzando por la Anglicana -lo cual tuvo un efecto desvastador en todo el Commonwealth anglosajón-; y así el socialismo se hizo mayoría. Tolstoi fue el arquetipo de una larga serie de escritores socialistas cristianos. Eso fue durante todo el siglo XIX, hasta 1917, cuando la revolución rusa impuso la forma atea de socialismo, cultivada por marxistas y fabianos. Pero esa forma colapsó en 1989, y el socialismo ahora se ha revestido otra vez de ropaje seudocristiano; y así, legitimado de nuevo, nos impone el estatismo.

Iglesia y Estado, religión y política. Sin embargo el socialismo cristiano es una mentira. La verdad es otra muy diferente y opuesta; y hasta silogística si se quiere poner en esa forma:

— Veamos. La religión cristiana puede tomarse como la premisa mayor. Ella comprende todo el Consejo de Dios, tanto para esta vida como para la que viene. Es una cosmovisión, muy completa, y abarca lo espiritual y lo material, lo celeste y lo mundano. En lo que hace a la familia, la Iglesia y la educación -esferas privadas-; y a la política o esfera pública. Asimismo lo que hace a la Iglesia y el Estado, los cuales deben ir separados; pero esa separación no implica la de religión y política, división que no es posible -siempre andan juntas, como sagazmente reconoció el socialista francés Pierre Proudhon en el s. XIX-; ni siquiera es conveniente, ya que un tal corte haría a la política independiente de la moral, y a la moral independiente del juicio de Dios. Y por supuesto, esta visión comprende lo individual y lo social, y lo económico y lo político, y el ámbito internacional y el doméstico nacional.

— La doctrina de Gobierno limitado es el Consejo de Dios a las Naciones. Y si tal es la premisa menor …

— … entonces la conclusión es inevitable: un cristiano debe oponerse activa y decididamente al Gobierno ilimitado, y defender y promover eficazmente el Gobierno limitado, esa doctrina que el mundo llamó alguna vez liberalismo. Y no es opcional; si es cristiano, no puede ser ni siquiera neutral frente al “Gobierno omnipotente” que se cree un dios.

El estatismo, los liberales y los creyentes. Pero en el s. XIX el cristianismo se hizo socialista, y el liberalismo dejó de ser cristiano.

Tenemos los laicos que comenzar por decirles claramente a nuestros catequistas, sacerdotes, obispos, pastores, y maestros bíblicos que el socialismo no es cristiano, sino contrario a la cosmovisión cristiana, como cualquier forma de estatismo, despotismo o totalitarismo. Y explicarles que en su origen y esencia son inequívocamente judeocristianas las ideas de economía libre, Gobierno limitado, e instituciones privadas separadas del Estado; llámense liberalismo, capitalismo, libremercadismo o como quieran llamarles. Después de todo, los creyentes siempre nos hemos opuesto a las pretensiones tiránicas del poder, de cualquiera forma de poder, incluso el poder democrático, que puede ser el más tiránico de las Edades, como certeramente intuyó Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, y explicó su paisano Bertrand de Jouvenel en el XX, y explica ahora Hans-Hermann Hoppe en “Democracia, otro dios que fracasó”.

Los creyentes hemos de oponernos a las pretensiones tiránicas del estatismo; y no los círculos liberales nada más, siempre escasos en número desafortunadamente (y más escasos de fondos, y de influencia), abrazados como se hallan a una mera tesis político-económica que no responde ni puede a los interrogantes en el fondo metafísicos y espirituales, cuya respuesta tanta gente busca en la religión falsa, el estatismo.

Pero como “sólo la verdad os hará libres” (Juan 8:32) resulta que la resistencia al poder pasa por eso que Eric Voegelin genialmente llamó “resistencia a la mentira”; y esa es la principal materia de estudio en el Centro de Economía de la Oferta (CEO), un centro liberal que hace años fundamos con Néstor Suárez y otros economistas y politólogos en el Zulia, Venezuela. Su propósito es desnudar los engaños y falacias de las propuestas y prácticas estatistas.

“Economía de la Oferta” y estatología (y homosexuales) En opinión del CEO, de todas las presentaciones actuales del libremercadismo, esta nos parece -sobre todo en versiones como la de George Gilder- que reúne ventajas apreciables:

— es la más fiel a la herencia austriana;

— es la más completa, evitando el unilateralismo en el lado del consumidor y la demanda que muchas veces oculta o relega a segundo plano a los factores productivos y al empresario como creadores de riqueza;

— por consiguiente es la más práctica desde el ángulo político, al descubrirnos la desestatización y liberación de los potencialies creativos como vía de transición hacia una sociedad de mercado: desregulaciones, privatizaciones populares y reubicación del Esado a cargo de sus funciones propias;

— y es la más consistente con una ajustada y panorámica visión de todos los elementos no económicos a considerar. Esto último se ve muy bien en un ejemplo muy actual: las leyes que garantizan privilegios a los homosexuales en materias de matrimonio y herencia, pólizas de seguros y otras propias del derecho de familia y civil y comercial. Cada quien es libre de juzgar sobre una conducta que los creyentes reprobamos; pero todos los liberales -creyentes o no- deberíamos saber que es por completo iliberal una ley que otorga privilegios a tal o cual categoría de personas. Y todos -con independencia de las costumbres y estilos de vida de cada quien- deberíamos recuperar nuestra libertad para testar y contratar pólizas privadamente. Y hasta nuestra libertad para casarnos privadamente. Es la desestatización de los contratos de seguro, la familia y el matrimonio. ¿Los homosexuales? Siendo adultos los involucrados, claro está, pueden entonces casarse si quieren entre ellos ante un notario público, con un contrato matrimonial. Y por supuesto, celebrar todos sus contratos de seguro privadamente, con las firmas comerciales del ramo … en igualdad de condiciones con el resto de la sociedad. ¿Y los cristianos? También. Pero aparte, preferimos casarnos hombres con mujeres, y por la Iglesia ante Dios y la asamblea -cada quien la suya, quiero decir- como fue por siglos y siglos; y el Estado no debería tener nada que decir. Y se acabó el problema.

Este de los homosexuales, como muchos otros, es un seudoproblema creado por el estatismo. Así como todos los que surgen de la educación estatal compulsiva y financiada con impuestos, a propósito de los contenidos y modalidades de la enseñanza. Los seudoproblemas surgen en un Estado que quiere regular la vida de todo el mundo hasta en sus aspectos más íntimos, y conceder o negar privilegios a este o a aquel grupo o categoría, negando la libertad de contratar (y hasta la de testar: el Estado no reconoce ninguna voluntad privada, ni siquiera la última …) El estatismo, como toda religión falsa, tiene su teología, muy mentirosa: la suma de filosofía, antropología, sociología, “trabajo social”, educación, periodismo, historia, ciencia política, economía y finanzas enseñadas en la inmensa mayoría de los centros universitarios enfeudados al Estado y al servicio del estatismo. Es la estatología, que impide ver detrás de los seudoproblemas. La estatología es la teología estatista, que denunciamos en el CEO. Configuran los pies de barro del ídolo Estado.

Esa ideología o teología falsa estatista impregna las currículas y programas, desde la educación elemental a la universitaria. Y ahora en un creciente número de posgrados, maestrías y doctorados, diplomados, cursos de “actualización” y “perfeccionamiento” (¿?), que los estatistas han vuelto prácticamente obligantes. Salvo honrosas excepciones, les sirven a los estatistas para tenernos atados permenentemente a los de la clase media, a fin de impartirnos un continuo adoctrinamiento perverso y compulsivo, en todas y cada una de las múltiples ramas y hojas de la estatología, que además nos cuesta muy caro. Por supuesto que todo viene disfrazado de “científico” y “técnico”, y la enseñanza es impartida por “expertos” todos debidamente acreditados. Por cierto la acreditación -el cartón sellado y firmado- es el anzuelo que mordemos, en la esperanza de que nos sirva para alcanzar un puesto o lograr una promoción.

Pero ese interminable indoctrinamiento disfrazado nos quita el tiempo que podríamos dedicar -entre otras cosas- a investigar los asuntos por nuestra propia cuenta, de manera independiente de tutores estatistas, en otras fuentes de conocimiento, y con mejores resultados. El liberalismo es algo que se aprende y se estudia; y mientras más se consolida el estatismo, más remoto se hace en el tiempo y menos accesible el conocimiento liberal, y mayor es la cantidad de tiempo hay que dedicar a su aprendizaje y estudio, si se desea saber liberalismo y no meramente declararse liberal. (Recuerde Ud. la cita de Mises al comienzo, por favor: para 1920 “ya no quedaban liberales en Alemania.”) Pero ahora hasta en las Iglesias hay que hacer todo el tiempo ese tipo de cursos estatistas o de “política correcta”.

El dilema actual. ¿Y de ahora en adelante? Una de dos:

— o los creyentes -y me refiero a la tradición judeo-cristiana- nos sacudimos las telarañas, combatimos al estatismo, nos oponemos a la estatología, y decidimos así ser “luz del mundo y sal de la tierra”, según el mandamiento establecido en Mateo 5:13-14, siguiendo a las Bienaventuranzas, esas Ocho Bendiciones del Sermón de la Montaña …

— o el mundo se queda sin luz y sumido en la más profunda oscuridad, y carente de sal. La sal es el factor de preservación; y sin factores preservantes eficaces la civilización se arruina, se pierde, no perdura.

La ofensiva socialista es doctrinal en primer término; y la respuesta tiene que ser de igual naturaleza si quiere ser eficaz. Y si no es con la doctrina liberal, entonces, ¿con cual? Pero sin el auxilio de la sana filosofía y la religión verdadera que le prestan su marco adecuado, el liberalismo ha sido y es impotente.

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