Opinión Nacional

¿Un Konsomol para Venezuela?

En días pasados, los noticieros del Estado recogieron las escenas de un encuentro de trabajo entre el Presidente Chávez y los ministros del ramo, con los jóvenes de una incontestable adscripción oficialista. De rostros muy severos según las circunstancias, la más alta jerarquía del gobierno compartió preocupaciones y trazó líneas con sus activistas y abanderados de las universidades, incluyendo a la rectora de la Bolivariana, no molestándoles en lo más mínimo que el Estado y su gobierno sea y deba responder a todos los venezolanos.

Probablemente asistimos al décimo o cuadragésimo intento presidencial de organizar a su muchachada, comprometiendo los recursos materiales y simbólicos del Estado. Ha habido círculos, federaciones o confederaciones bolivarianas a lo largo de ocho años, pero bastaba la amenaza del estudiantado democrático de oposición e, incluso, la nada despreciable oferta de hacer de los jóvenes oficialistas beneficiarios de los créditos públicos, tornándolos en avispados y precoces empresarios, para que adquiriera un mayor seriedad y perfil la urgente necesidad de exhibir y de contar con un aparato político de tan específica relevancia.

El historial del régimen en las lides estudiantiles se parece demasiado al que ha expuesto en el mundo de los trabajadores organizados, pues ha perdido las más importantes elecciones en un gremio que amenaza con resucitar definitivamente. No fue precisamente una gesta del heroísmo cívico lo realizado en la Universidad Central de Venezuela, asombrosamente invocado y conmemorado por el poder, cuando un reducido grupo de activistas tomó la sede – si mal no recordamos – del consejo universitario con artefacto explosivo y demás, amparados por la entonces vicepresidente Bastidas y, claro está, personalmente el mandatario nacional ha de realizar las diligencias que otros –considerados políticamente más ineptos – sencillamente no pueden hacer.

El mejor modelo parece ser la antigua Liga de los Jóvenes Comunistas del universo soviético (o Konsomol), replicada en la vecina Cuba. Y es que, así el Presidente Chávez diga renegar recientemente del marxismo-leninismo, el remoto paradigma adquiere sólo algunos matices en este lado del mundo, evidentemente clientelares, porque la captación del ingreso petrolero lo condiciona hasta en términos conceptuales.

Poco importa que la muchachada que de buena fe sigue al gobierno, no tenga la anhelada representación en el mundo estudiantil y la participación protagónica sea el mejor pretexto para jugar los roles estelares a los que los “condena” el Presidente Chávez, pues las esenciales urgencias reeleccionistas de la reforma constitucional tocan a sus puertas. Y, satisfechas, la juventud tendrá por único norte ingresar con honores a los mamotretos burocráticos correspondientes.

La Ley Nacional de la Juventud de 2002, el Instituto Nacional de la Juventud, las Casas de Atención Integral o las consabidas Misiones, en nada podrá interpelarlos respecto a los logros y objetivos mismos. La mayor aspiración será la de edificar el Konsomol del PSUV para despecho de la Juventud Comunista de larga y sacrificada historia.

LA (IN) IDENTIDAD POLITICA DE CARACAS (O LA VOCAL EXTRAÑA)

La agenda política de Caracas es una ficción, pues está confundida con la nacional. Excepto se trate de excesos publicitarios de los alcaldes mayor y menor que se reconocen como un solo gobierno con Hugo Chávez, para despecho de la descentralización federal.

Lograr una modesta candidatura edilicia, supone una fortísima inversión de recursos que no garantizan siquiera el conocimiento público de la metrópoli. Las autoridades ejecutivas y hasta los representantes parlamentarios corren por los cauces del anonimato, a menos que un escándalo les permita emerger fuera de la pequeña ayuda presidencial.

La ingerencia directa del poder público nacional y las consecuencias inmediatas de problemas como el de la inseguridad personal y el desempleo, ocultan situaciones muy particulares que subyacen en la buhonería y en el tráfico inescrupuloso con la pobreza, en las áreas marginales. Importa más, si de identidad caraqueña se trata, las noticias de sucesos o de farándula (sobre todo, porque la ciudad es sede de las emisoras televisivas y radiales de alcance nacional).

En contraste con otras regiones del país, no hay un definido sentimiento de paisanidad y, en consecuencia, carecemos de una identidad política. Las expectativas que digan asomar una de las dos alcaldías, dependen de la proyección neta nacional del aspirante y esto ha de saberlo un señor de nombre Gustavo Márquez, difícilmente reconocible en las calles, pero que firma cuánta pancarta prochavista cunde en avenidas, calles y callejuelas, en una asombrosa inversión quizá mil millonaria.

De referirnos a los partidos, sus cuadros regionales sienten el peso de la dirigencia nacional y no logran romper temáticamente con el canón de la gran prensa. Vieja cultura política, recuerdo los infructuosos intentos que hicimos para que la organización a la que pertenezco creara además una agenda propia en Caracas, convertido en una opción ecológica que se abriera espacio en la opinión pública a propósito de esa gran vergüenza que es el Guaire y de la incompetencia de un alcalde que no sabe ni puede recoger la basura.

La Caracas desdibujada sufre los traumas de las grandes urbes y, a lo mejor, nadie lo retrata como Eugenio Montejo: “ De qué paisajes hablo, de cuáles ríos / Vivo envuelto en el asfalto de estas calles, / mis ojos se fatigan de mirar edificios. / El río es una vocal extraña en mis palabras, / temo que desaparezca. / Me he habituado a nombrarlo sólo por / metáfora”.

A 40 años del terremoto de Caracas, constatamos que ella existe políticamente cada vez menos. Va desmoronándose ¡bajo un solo gobierno!, quizá como cayeron y se resquebrajaron edificios y casas en 1967, sin que un solo ingeniero apareciera como responsable de sus deficiencias profesionales y premuras mercantiles.

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