Un imperialismo bueno
Parece que la última purga en el régimen cubano no ha tenido que ver con algún plan golpista de Chávez. Aunque es cierto que quien tuvo retuvo, parece que la defenestración de Carlos Lage y de Pérez Roque tiene más que ver con lo escrito por Carlos Alberto Montaner que con lo dicho por Jorge Castañeda.
A los dos ex funcionarios cubanos los han apartado cómo sucede en todos los regímenes comunistas: sin mayores explicaciones públicas y con el espectáculo vergonzoso y obligado de la autocrítica. Montaner ha dicho que a Chávez lo llamaron a la isla para darle las razones de la defenestración porque es la mínima cortesía que puede tenerse con quien ha financiado los últimos años de la dictadura comunista.
Sería un verdadero contrasentido que Chávez quisiera gobernar en Cuba por interpuesta persona, cuando lo que ha hecho en realidad es entregarle al gobierno cubano inmensos recursos y algunas áreas delicadas del Estado venezolano. Nunca ha mostrado Chávez algún interés en que tales regalos sean resarcidos con algo más que las carantoñas del postrado Fidel. Todo lo contrario, acaba de arrebatar los puertos a las gobernaciones con una ley inconstitucional para dárselos a una inexperta empresa cubano-venezolana.
Así como ha metido a Cuba (el país más atrasado en telecomunicaciones del continente) en el manejo de la telefónica CANTV, ahora le entrega los puertos a una sociedad a la cual los cubanos aportarán técnicas y sistemas atrasados o inexistentes, si tomamos en cuenta el tamaño y la ineficiencia de su economía y, por lo tanto, de sus puertos.
A Chávez y sus seguidores más frenéticos, supuestos defensores a ultranza de la soberanía nacional, se les puede responder como se le respondía a Fidel Castro: el imperialismo soviético también era imperialismo. Si se dragonea de independencia frente a los gringos, no debe ser para entregarse en brazos de los cubanos, los chinos, los rusos o los iraníes.
Castro llegó a presidir en los años setenta al movimiento de Países No Alineados. Fue una de las tantas paradojas de la política mundial. Un país que era avanzada del comunismo soviético en América, y que recibía como subsidio un centenar de millones de dólares rusos al año, se mostraba como el mayor representante de la autonomía y la equidistancia frente a los bloques hegemónicos. La misma Cuba que hasta llegó a emplazar en su territorio misiles nucleares de la Unión Soviética para amenazar a la población estadounidense, se erigió como abanderada de la autodeterminación de los pueblos.
El régimen chavista que mantiene un discurso antiimperialista y algunos pleitos judiciales con empresas norteamericanas, ha sufrido de igual síndrome. Sin llegar a los extremos de la revolución cubana (que nacionalizó todos los negocios gringos sin contraprestación alguna), el régimen chavero ha cambiado de socios preferentes y les ha dado a los nuevos condiciones mucho más ventajosas que las que gozaban los estadounidenses. No se crea, tampoco, que los gringos se han ido: son los primeros a quienes Venezuela compra y se mantienen en buena parte como proveedores de materiales y servicios de la industria petrolera.
En medio del delirio “multipolar” de Chávez, Cuba, Rusia, China e Irán han sido los favoritos para hacer negocios revolucionarios. A Rusia se le han comprado millones de dólares en armamento militar, sin que esté planteada una hipótesis de guerra y sin que estos juguetes sirvan para la lucha contra la guerrilla que acosa a los estados fronterizos con Colombia. Los chinos se han introducido en el petróleo y le han vendido hasta un satélite, que fue lanzado hace unos meses y nadie sabe de su utilidad. Irán ofreció automóviles y bicicletas y tampoco se han visto.
Los negocios que ha hecho Venezuela con Cuba en estos diez años han estado signados por la inequidad. Venezuela entrega miles de barriles diarios de petróleo a Cuba y ésta los revende a terceros y paga con el servicio de paramédicos, monitores escolares y deportivos. Pero la cuenta no cuadra, encima de los barriles de crudo, el régimen chavista envía miles de dólares a la isla.
A Chávez no le importa que los venezolanos perdamos dinero (que tanta falta hace ahora, cuando la crisis nos ha alcanzado, a pesar de que según él no nos afectaría). Lo único que le importa es aparecer en la prensa mundial como adalid del antiimperialismo (ya hemos recordado que para muchos el imperialismo malo es el gringo) y ser el comprador (aunque nos haya salido muy cara) de la franquicia revolucionaria cubana.
Ser el heredero de Fidel Castro es su sueño y no le ha ido mal oyendo sus consejos: ya lleva una quinta parte de los 50 años del cubano en el poder. No importa que Venezuela en muchos aspectos sea colonia de Cuba y que esto para algunos (muy radicales ellos) constituya un claro delito de traición a la Patria.