Un honor inmerecido
A Leonardo Carvajal y Olga Ramos
Muy queridos amigos de la Asamblea de Educación me han dispensado el inmerecido honor de proponerme como candidato al Parlamento Andino. No podían haberme distinguido con mayor consideración: encabeza la lista uno de los venezolanos más honorables que hagan fila en la oposición, Pompeyo Márquez. Y participan de la misma lista Maruja Tarre, Marco Tulio Bruni Celli y Gerson Revanales, amigos entrañables con quienes compartiéramos tareas en distintas comisiones de la Coordinadora Democrática.
Conocí a Pompeyo hace más de treinta años, cuando visitara Santiago de Chile en tiempos del gobierno de Salvador Allende y yo formara parte del grupo de investigadores de Centro de Estudios Socio-Económicos de la Universidad de Chile, junto a Marco Aurelio García y Tomás Vasconi. Con Maruja, Marco Tulio y Gerson Revanales compartimos preocupaciones y labores en la Comisión de Asuntos Exteriores y en la Comisión Asesora de la CD. Y seguimos vinculados en distintos grupos de trabajo, preocupados por el destino de nuestra amada Venezuela.
No tengo la más mínima duda de que en la lista de candidatos propuesta por la Asamblea de Educación con el respaldo de otras organizaciones de la sociedad civil, con la salvedad de mi persona, se encuentran muchos de los más destacados y distinguidos científicos, profesionales, políticos y líderes comunitarios de lo mejor de Venezuela. Ella es palpable demostración de que no son personalidades de primer nivel lo que le falta a la oposición venezolana. Cualquiera de ellos podría ocupar los más altos cargos de gobierno en condiciones incomparablemente superiores a las de quienes hoy los ocupan para mengua y vergüenza de nuestra nación. Unidos a ellos, arquitectos, ingenieros, médicos, abogados, obreros, empleados y militares de las más variadas especialidades podrían constituir no sólo un parlamento, sino uno o más gobiernos de lujo.
En gran medida, la profunda crisis que hoy vivimos y las desgracias que nos asolan se deben precisamente a su ausencia de los cargos públicos y la usurpación que de los mismos hacen quienes ni están preparados técnicamente ni poseen la calificación moral como para ocuparlos. Respaldados por una sociedad civil de la lucidez, la valentía y la decisión como la que ha llevado el peso de las luchas contra este despropósito político que nos agobia desde hace largos siete años, podrían enrumbar a nuestro país con mano segura por la senda del progreso, la justicia, la prosperidad y, sobre todo, la ansiada modernización, congelada por este gobierno reaccionario que enmascarado en una bufonesca revolución pretende regresarnos a etapas históricas ultrapasadas.
Pero precisamente por ello, por vernos sometidos al abuso dictatorial y autocrático de este régimen que expresa lo peor y más avieso de la venezolanidad, que ha centralizado todos los poderes en manos de un delirante e improvisado teniente coronel que ha convertido al CNE en un ministerio de asuntos electorales a su servicio, es que el hermoso esfuerzo adelantado por Leonardo Carvajal y Olga Ramos, por Eddy Ramírez y muchos otros compañeros de la sociedad civil venezolana se verá condenado necesariamente al fracaso. No encontrará la aprobación de las dirigencias de unos partidos políticos miopes y fatigados, que hace muchos años dejaron de representar las ansias de progreso y libertad de nuestras mayorías, ni podrá obtener las más mínimas condiciones de elemental igualdad ante un organismo fraudulento, decidido a torcer una vez más la voluntad popular.
Por todo ello, porque considero nuestro deber ciudadano luchar en primer lugar por condiciones de igualdad y transparencia, por la constitucionalización del CNE y la limpieza de un REP viciado masiva y fraudulentamente, y sólo superado este escollo aceptar lidiar en el terreno electoral contra este régimen, es que considero inapropiado aceptar el honor de ser candidato a cualquier cargo de elección popular y servir con mi nombre a la farsa comicial del autócrata. Por el contrario, defenderé el derecho a elegir y ser elegido bajo condiciones mínimamente democráticas. Es la lucha que todos los venezolanos debiéramos librar. Es la unidad que la historia nos demanda: enfrentarnos al autócrata y expresarle nuestro repudio como un solo hombre. Si esa unidad se lograse, no habría CNE ni Jorge Rodríguez capaces de torcer la voluntad popular.
Ruego, pues, retirar mi nombre de la lista propuesta. Sin que ello suponga descalificación alguna del bello y plausible esfuerzo emprendido por la Asamblea de Educación.