Opinión Nacional

Un escenario doloroso pero probable

En un momento en que la volatilidad de la política económica es elevada, quiere decir de marchas y contramarchas gubernamentales, en el que domina la incertidumbre, una predicción económica corre un alto riesgo de equivocarse. En el caso venezolano más todavía porque a ello se suma la poca predicibilidad que tiene el mercado y el precio petrolero porque, a pesar de que ahora estemos seguros de que la cotización de nuestra cesta se va a mantener cerca de los US$ 15, la experiencia indica, como se observó el año pasado, que este valor está sujeto a cambios impredecibles. Siempre ha sucedido en el mercado petrolero y nada indica que eso haya cambiado, a pesar de los esfuerzos que hace o haga la OPEP para ‘crear’ un precio base o una banda de fluctuaciones mínima. Teniendo este elemento presente arriesgo una visión que tiene, reconozco, su lado determinativo, pero a la vez ilustra las salidas que tiene nuestro país.

Un escenario doloroso

Casi todos los analistas económicos estamos de acuerdo en que el año 2000 será de muy mediocre comportamiento en cualquiera de los frentes en que se mida. Bajo crecimiento, inflación, tensiones en el mercado financiero, mercado bursátil deprimido, brutal deterioro de la economía privada, inversiones extranjeras muy pero muy selectivas y, lo que es mucho más importante, muy pocas probabilidades de recuperar las tremendas pérdidas de empleo que se originaron en los últimos años y particularmente en 1999. Poco probable un cambio en los índices de miseria y pobreza, de recuperación del salario real y de una mejor distribución del ingreso. Graves señales para todo gobierno, específicamente para aquel que proclama la justicia social como alta prioridad.

Si a este escenario de corto plazo añadimos la necesidad de reconstruir las pérdidas originadas en 20 años de marchas y contramarchas gubernamentales, entre proyectos de saneamiento económico, hasta programas de congelación de precios, salarios, tipo de cambio de interés, nos daremos cuenta de la tamaña tarea que tenemos por delante, quiere decir cuya superación exige un esfuerzo de una magnitud tal que no veo dónde y cómo pueda originarse. De allí deduzco, evaluando hasta ahora la actuación gubernamental y sumando su reacción ante la tragedia de Vargas, Miranda, Falcón, etcétera que, de continuar gobernando, lo que nos espera es un escenario muy doloroso, ya no para la economía venezolana en ese sentido abstracto que tiene, sino para los venezolanos en carne y hueso.

Doloroso en el sentido de que puede prolongarse más allá de lo necesario con un grave impacto para varios años. Desde luego, cabe la posibilidad de una rectificación gubernamental, de lo cual depende en mucho lo que suceda, pero también de un esfuerzo paralelo que debe hacerse para reconstruir la ya deteriorada economía. La probabilidad de su ocurrencia es elevadamente probable, en la medida que la expectativa por un cambio radical en la política económica pareciera alejarse más y, por lo contario, acentuarse un escenario en el cual el Gobierno profundiza el tipo de política que ha vendio desarrollando, esa mezcla entre la utopía del largo plazo, cuyo mejor ejemplo es la tesis de la desconcentración territorial y el fragmentarismo de una vivienda por aquí, otra por allá, o del volver a repetirle a los bancos que ‘bajen’ las tasas otra vez, sin incorporar la experiencia del fallido acuerdo anterior.

A menos que ese cambio gubernamental se produzca, el escenario que expongo es bastante probable. Cabe la posibilidad de que funcione un camino paralelo de acciones privadas, de envergadura, con una fuerte alianza internacional de inversiones pero, desde luego, éste parece poco posible sin un gran cambio y una nueva esperanza política que pueda conducirla. Por ello, me resulta doloroso y probable el escenario que pongo en la mesa de las discusiones.

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