Opinión Nacional

Un discurso que siembra desconfianza

El discurso es la tarjeta de presentación de un político, a través de él se generan las expectativas, se producen las reacciones, se crea un hilo conductor para la acción pública. El discurso es algo sumamente serio para quienes creen en la representatividad y en la vida en sociedad; no se trata de un empaque que pueda cambiarse a diario según el estado de ánimo, ni que pueda sustituirse por otro sin crear trastornos en la red de actitudes y relaciones de una comunidad.

El agresivo discurso de Chávez durante la campaña electoral se convirtió en su mejor herramienta para capitalizar el descontento de quienes buscaban, con sobradas razones, vengar tanta desidia y corrupción; sin embargo, la mitad de la población que también estaba consciente de las terribles carencias de la vieja conducción pública, no satisfacía sus aspiraciones con una vulgar venganza, buscaba una propuesta, un camino mejor, y el tono pendenciero de Chávez les parecía que traería más problemas, no soluciones.

El 6 de diciembre la mitad del país estaba eufórico, la otra estaba aterrada, no sabía cuál sería el rumbo. El Presidente electo, consciente de esta situación, hizo varias presentaciones equilibradas, con lenguaje conciliador y apuntando hacia el respeto del estado de derecho. Viajó a Europa y a países de América para borrar la pésima imagen que el mismo se empeño en construir porque internamente le rendía dividendos electorales. El 2 de febrero, al tomar posesión de la presidencia, el país estaba sumergido en una serena tranquilidad gracias al nuevo Chávez. Todo eso duró poco ya que desde esa misma fecha reapareció un discurso altanero y retador, lleno de proclamas autosuficientes, de hostilidad al contrario y de lenguaje amenazante. Se glorificó el calendario golpista del 4 de febrero y el 27 de noviembre, con lo cual los esfuerzos del Presidente electo por lucir apegado al estado de derecho se desvanecían; se apeló a un barato populismo bolivariano para encontrar respaldo en recónditas sentimientos patrióticos ya que la razón no lo otorgaría, se evadió la presentación de un programa concreto de desarrollo económico por temor a la concreción y a las definiciones, que siempre reducen el capital político, y se prefirió la abstracción del lenguaje político, en el que se puede navegar fácilmente hacia cualquier rumbo. A los independientes de criterio se les ha llamado conspiradores en la oscuridad, a quienes reclaman la defensa de sus derechos se les despacha con un seco «dejen de estar chillando», y a quienes tienen unos cuantos años más que el Presidente preocupados y ocupados por los asuntos colectivos se les llama «políticos bastardos».

Las arengas de Chávez ningún bien le hacen a la economía, que no es otra cosa que el ingreso familiar, la posibilidad de recreación y de buena alimentación, mejorar o adquirir una vivienda, el ahorro para prever situaciones futuras, dar buena educación a los hijos y cuidar de su salud; la economía no es algo ajeno a «lo social» como el Presidente cree.

La decretadera de situaciones de emergencia, la que cuadra con su estilo de gerencia por crisis, transmite provisionalidad; su desprecio por el estado de derecho, que lo ha llevado a llamar leguleyos a quienes le exigen respetar las leyes, crea desconcierto, el trato despectivo que da a la Constitución y sus amenazas al Congreso, institución encargada de decretar las leyes de la República y de controlar al Presidente, generan desasosiego; la primera pregunta de su decreto convocando a referendo en la que pretende recibir aprobación para sustituir «todo el ordenamiento jurídico», en vez de redactar una nueva Constitución Nacional, asoma inclinaciones autoritarias. Bajo estas condiciones no habrá inversiones, aunque el Ministro de CORDIPLAN ingenuamente declare que los inversionistas hacen cola para venir al país, y, en consecuencia, no se reactivará la economía, no habrá puestos de trabajo y las muchedumbres que hoy lo aplauden mañana lo abuchearán.

Si agregamos que la Corte Suprema de Justicia, de cuyas decisiones venezolanos y extranjeros estamos pendientes ha sido amenazada por el propio Presidente a través de un mecanismo malévolo cual es el pedirle a sus seguidores que, si su decreto convocando a referendo es anulado, se echen a las calles. Esta intimidación ha generado una expectativa que se resolverá infelizmente para el país. Si la Corte acepta el decreto, desestimando, por las amenazas de Chávez, los recursos de nulidad introducidos por diferentes individualidades e instituciones, los inversionistas nacionales y extranjeros se inhibirán, no concurrirán al proceso productivo porque nadie puede sentirse seguro en un país en el cual hasta el máximo tribunal es vapuleado por el Presidente. Los Magistrados de la Corte se encuentran en un grave aprieto ya que no sólo están obligados a considerar el acatamiento a la Constitución Nacional y el cumplimiento de las leyes, sino que la estrecha relación entre seguridad jurídica y crecimiento económico los convertiría en co-responsables de la estampida de agentes de la economía que ya tienen sus maletas casi hechas. Un error de su parte debilitaría el estado de derecho y hundiría también las posibilidades de recuperación económica.

Otros inversionistas se marcharán si la Corte luce complaciente, entre ellos algunos del sector petrolero que no olvidan que el Ministro de Energía y Minas del Presidente Chávez se encuentra entre los signatarios de la demanda de nulidad de los contratos de apertura, una demanda que tiene tres años en la Corte, sin que nada se decida, creando una atmósfera de inseguridad, y, para colmo, el demandante es ahora Ministro.

Rectifique Señor Presidente. Usted que es tan dado a pedir perdón a cada rato y que se da golpes de pecho, rectifique y corrija su decreto, con lo cual enviará una señal de humildad y de confianza que vale más que mil leyes de seguridad jurídica contenidas en el paquete habilitante, porque en ellas nadie cree después de sus amenazas a la Corte Suprema de Justicia y de sus burlas al estado de derecho.

Evítele a la Corte desafiarlo públicamente al anular su decreto o evítele lucir complaciente, lo que sería un golpe mortal para la imagen del estado de derecho en el país. Rectifique y verá como Aznar firma en junio. tal como usted ofreció, el programa de cooperación financiera del tanto se ufanó a su regreso de España. Rectifique y verá como Clinton y el Departamento de Estado no inventan otra actividad cuando planee su próximo viaje a los Estados Unidos. Mejore su decreto, desmonte el andamiaje de prevenciones y reservas hacia lo que sus colaboradores indulgentemente llaman «su estilo» y lidere el país en el proceso de desarrollo económico que tanto necesitamos.

Y, por favor, respete su discurso, no lo cambie a diario; recuerde que cada palabra suya genera esperanzas o crea contrariedad.

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