Opinión Nacional

Un cuento de no habitad

(%=Image(7742098,»C»)%)

Érase una vez un gobernante tropical que se había hecho querer por gran parte de su pueblo, gracias a la manera como distribuyó calculadamente la riqueza que emanaba de lo más profundo del subsuelo de su tierra. Sin embargo, la ambición de poder y sus delirios, le hicieron sentir omnipotente y decidió que quería convertirse en rey.

Con el paso del tiempo, la ineficiencia y la corrupción mellaron la popularidad de quien había sido un guerrero, y de tanto aburrir a sus congéneres con sus interminables charlatanerías, lo apodaron “el soldado de plomo”. En realidad, el soldado de plomo relataba siempre el cuento de “Nunca Acabar” en diversas variantes y con la misma vulgaridad.

Un día, entre una perorata y otra, el soldado de plomo se topó con el famoso Cuento de Navidad de Charles Dickens y lo leyó. Con un peculiar rictus de sarcasmo, que solía escurrírsele cuando se sentía inmortal, dirigió su mirada al retrato del padre de la patria, guiñándole un ojo como si se tratase de un espejo, y al cerrar el otro, se quedó dormido.

¡Cuál sería su sorpresa cuando apareció una figura fantasmal y se le presentó como el Espíritu del Pasado! Y así, el soldado de plomo presenció en segundos, todos los males de diez años bajo su mando. Algo nervioso, volvió a ver sus manos teñidas de sangre por una fracasada asonada que le costó a él, años de prisión, y a su pueblo, mucho llanto y un presente de carencias, odios y divisiones.

De pronto, el Espíritu del Presente le obligó a contemplar la realidad que en años de encierro palaciego había olvidado. Vio a multitudes de personas llorando a las victimas de la violencia y conformándose con pequeñas migajas. ¡Que triste era el panorama de esos míseros barrios repletos de indigentes que intentaban aferrarse al espejismo que él prometía en sus frecuentes prédicas!
Sin tener tiempo para arengar a esas multitudes, el Espíritu del Futuro tomó la posta de su antecesor, y le mostró el lúgubre panorama que quedaría en su tierra, luego de todo el exhibicionismo, despilfarro y corrupción. Finalmente, fue conducido a su propia tumba y pudo leer la inscripción impresa en su lapida: “Aquí yace quien se creyó un rey, y en su delirio sembró la discordia entre los suyos. Así como le arrebató la felicidad a su pueblo, éste le dio una lección bien definida, despojándolo del poder”.

El soldado de plomo despertó abruptamente, y comprendió que todo se lo había imaginado. Aterrado por lo que leyó en la lápida, convocó inmediatamente a su séquito y ordenó la redacción de un documento con “olor a enmienda”, que proponía su derecho a resucitar en el poder cada seis años. “De ahora en adelante” – pensó – “la Navidad será festejada en mi honor, y yo seré un hombre devoto por los votos que me consagrarán como monarca, gracias a mis arcas y a mis sofisticadas maquinaciones”.

El soldado de plomo se ajustó el uniforme frente al espejo y curiosamente, se vio desnudo, pero decidió ignorar la visión (quizá producto de un exceso de hoja de coca que había masticado), y se dirigió a informar a sus futuros súbditos su decisión en un “Aló Persistente”, en el cual, entre malos chistes y difamaciones, expreso:
“Acostumbraos a vedme como su rey, así que celebraremos el comienzo de la gran era de plomo en la cual se sanseacabó Santa Claus, y santificaremos mi poder continuo en una fiesta con chivo. ¡Habitad bajo mi eterna majestad hasta que la muerte nos separe!
Y fue así, como ese año no hubo navidad, ni se volvió a celebrar, porque el soldado de plomo la suprimió y la sabiduría popular, le cambio el nombre por el de “La No Habitad”. Entonces, los renos hubieron de marcharse y solo quedaron ruinas.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba