Opinión Nacional

¿Un candidato a su pesar?

Leía en El Mercurio de Santiago una entrevista que le concediera Teodoro Petkoff en agosto del 2005 a su enviado especial en Caracas. No me sorprendieron sus declaraciones en torno a sus pretensiones presidencialistas, que motivaran la entrevista y de las que estábamos suficientemente avisados en Caracas incluso desde antes del lanzamiento de su libro promocional Dos Izquierdas. Pues Petkoff ha sido en rigor el primero – y único – de los políticos de la cuarta república en asomar sus aspiraciones candidaturales para el 2006 desde mucho antes del tsunami del 4D, que ni siquiera imaginó. De modo que, faltando entonces más de un año de un suceso tan azaroso como unas elecciones presidenciales que luego de ese mismo 4D sólo tendrán lugar – en las actuales condiciones – si aparece un “espontáneo” que acepte servirle de telonero legitimador al caudillo, la noticia de su candidatura no sólo me resultó poco novedosa sino extemporánea.

Es cierto: un mohín como de delicada y juvenil coquetería rodeó la afirmación de sus deseos con un dejo de “yo no fui”: «Mi nombre ha surgido, incluso a mi pesar. Yo no he sido propuesto por ningún partido, puesto que no pertenezco a ninguno, y yo mismo tampoco me lo he propuesto», cuenta. Pero agrega que, alguna gente, aparentemente numerosa, lo está urgiendo a que acepte la condición de candidato… Que la gente sea quien lanzó su nombre es algo que «me obliga al menos a pensar este escenario, cuando hace tres meses ni pensaba en esto». Lo único que puede decir, agrega, es que hay un sentimiento entre las personas, «que aparentemente es significativo», que quisieran verlo en ese rol.” (El Mercurio, 29 de agosto, 2005).

Sea como fuere, lo cierto es que el deseo de aspirar a dicha candidatura – la anuncian los suyos en Caracas con bombos y platillos seis meses después de asomarla en Santiago – no sólo es legítimo: es altamente saludable pues contribuye a definir campos en el seno de una oposición carente de liderazgo y patéticamente huérfana de ideas, definitivamente extraviada luego del desastre del 15. Es más: llega Petkoff con un doloroso y pueda que ya irreparable retraso al rol del antagonista capaz de enfrentar de una vez por todas al caudillo sabanero. En otros tiempos que ya parecen prehistóricos, cuando por insólitas presiones del presidente Chávez y su entonces operador político Luis Miquelena fuera arbitraria y violentamente separado de su cargo de director del vespertino El Mundo, me conté entre quienes insistimos en convencerlo de la necesidad de que fuera él el candidato opositor en las elecciones presidenciales del 2000. Era el momento, su momento y la ocasión propicia para dotar a una sociedad civil que recién despertaba del encantamiento, de un liderazgo opositor inteligente, consecuente y batallador. Y lo más importante: que conocía al monstruo por dentro, pues había habitado, como Jonás, en sus entrañas, compartiendo no pocas de sus frustradas promesas.

Prefirió entonces respaldar a su amigo y compañero Francisco Arias Cárdenas. Para tales lídes, me comentó entonces, estaba demasiado viejo y fuera de training. Como él mismo lo confesara con sinceridad y sin ambages, sus derrotas electorales le pesaban demasiado en la conciencia como para volver a arriesgar su prestigio. Lo suyo, de entonces en adelante, sería el periodismo. Sabía medida de quien se creía por aquel entonces, por lo menos en el ámbito electoral, un perdedor nato. ¿Qué o quién le ha hecho cambiar tan saludable decisión?

EL LÍDER QUE NO FUÉ

Sus amigos historiadores nos deben el imaginario de explicarnos qué hubiera sucedido en la Venezuela que recién iniciaba su extraviado viaje al corazón de sus tinieblas si en el año 2000 Petkoff hubiera asumido la conducción de la naciente oposición, Petkoff hubiera podido conectarse directamente con la sociedad civil que recién despertaba como un gigante dormido y lo observaba sin disimulado interés, apolítica e ingenua, creyéndolo uno de sus posibles líderes naturales. Prefirió en cambio el papel de sabio y distante observador, dejándoles la responsabilidad del desastre a dirigentes sociales inexpertos y, una vez fracasados y en desbandada, a esos fatigados políticos profesionales reciclados por esa misma sociedad civil cuando ya no le quedaba otra carta que poner sobre el tablero. Es la que asume la dirección de las luchas entre el paro cívico y el 15 de agosto, en gran medida un reciclado chiripero conducido por Enrique Mendoza bajo inspiración de la llamada izquierda democrática, tan cercana al teodorismo y entonces bajo la dirección de Felipe Mujica y del ex coronel golpista Francisco Arias Cárdenas. Chávez había podido recomponer entre tanto sus fuerzas y preparar la siniestra celada del 15 de agosto.

De lo que sí estábamos seguros quienes tratamos de empujarlo al ruedo en ese oportuno momento del 2000 es que perdería una vez más las elecciones, pero emergería como la voz más cualificada, dotada y moralmente capacitada de ese cuarenta por ciento mínimo que rechazaría por segunda vez la candidatura del caudillo, liderando además una importante bancada parlamentaria y un movimiento de masas que anticipábamos en ascenso. Elementos suficientes como para pretender el Poder y roncar en la cueva de cualquier déspota zafio y analfabeta como aquel a quien debía enfrentarse en momentos de su quebradizo liderazgo, todavía flaco en sus pretensiones y montado sobre un aparato cuajado de fisuras, como lo demostraría luego la salida del mismo Luis Miquilena, Alejandro Armas y tantos otros, preludio de la frustrada rebelión del 11 de abril.

¿Qué hubiera sucedido en Venezuela si ese pujante, incontenible movimiento de masas que movilizara más de un millón de manifestantes hasta Miraflores lo hubiera contado entre sus líderes, así fuera bajo la modesta contribución de un marchista más? ¿Y no lo hubiera tenido de venenoso y disolvente aguafiestas la alborada misma de la muy justa, legítima y necesaria salida de Hugo Chávez Frías del Poder?

UNA NUEVA CIRCUNSTANCIA

Han pasado seis años desde entonces y la situación ha cambiado dramáticamente. Petkoff ya no cuenta con la unanimidad opositora con que contaba entonces. Y su distanciamiento del combate cotidiano – cruento, sanguinario, violento – tras el escudo de la portada de su periódico ha despertado no pocas sospechas de complacencia con un régimen frente al cual se negó a asumir la bandera del liderazgo alternativo cuando todo apuntaba a su favor. Mientras quienes sí lo hicieron dejaran vidas, fama y prestigio sobre el pavimento. Unos están muertos, otros en el destierro, no pocos en la cárcel y varias decenas de miles sufriendo hambre, persecución y miseria. ¿Por qué ahora esta atolondrada, desesperada y angustiosa ansiedad por hacerse con la botella vacía de una candidatura sin destino?

En aquellos tiempos de que estamos hablando, cuando muchos todavía dudaban del carácter avieso, dictatorial, autocrático y castro-comunista del teniente coronel, un Teodoro Petkoff candidato presidencial, jefe indiscutido de una oposición emergente y líder carismático de una nueva revolución democratizadora en Venezuela era lo que en argot popular se hubiera podido convertir en “un tiro al suelo”. Y nada quita que la historia, la triste y desalmada historia de esta quinta república, hubiera sufrido un vuelco. ¿Era Petkoff el hombre para ahorrarle al país este lustro inútil y sangriento e impulsar a cambio esa revolución modernizadora? He llegado a dudarlo muy seriamente. Ni él lo quiso ni era el hombre de la circunstancia. Pues esa revolución que la historia ha venido a poner a la orden del día como una realidad necesaria y posiblemente inevitable se encuentra en la antípoda del izquierdismo que ha signado la existencia de Petkoff y los suyos. La historia quiere que el turno sea de un liderazgo auténticamente alternativo: no de un reciclado y trasnochado izquierdismo sin futuro. Para un chavismo sin Chávez más vale otro chavista. Que los hay de sobra. Por ejemplo: Diosdado Cabello. ¡Cómo habrán cambiado entre tanto las preferencias en el seno de esa sufrida y zarandeada clase media que una de las últimas y más confiables encuestas que cayeran en mis manos reporta casi un 70% de rechazo a una eventual candidatura de Teodoro! Así no falten quienes lo consideren, en un giro taxonómico digno de Linneo, “un candidato natural”.

¿Dónde estriban las razones de esta aparente contradicción de un corredor que parece llegar siempre tarde al punto de partida?

UN PRISIONERO DEL PASADO

A riesgo de simplismo lo definiría con una sencilla constatación: en el 2000 Petkoff arriesgaba el pellejo cantándole al régimen la verdad, su verdad. Que era, para mejor causa, la verdad que comenzaba a hacerse carne en los sectores democráticos de una sociedad que despertaba al horror de un intento por arrebatarle sus libertades democráticas y someterlo al arbitrio de una dictadura cívico-militar. Fue el mismo impulso con que inauguró un periódico cuyo nombre decía esa misma verdad sin tapujos: Tal cual. Y que arrancó con un altísimo tiraje digno de la comunión de una oposición ávida de liderazgo con un medio que no era otra cosa que la voz de ese líder potencial.

¿Fue que la radicalización del proceso político venezolano, empujado consciente y deliberadamente por el caudillo y Fidel Castro, amo y señor de lo que se hace y no se hace en la Venezuela chavista, cavó la zanja que hoy separa a Petkoff de la mayoritaria voluntad democrática opositora situándolo en esa extraña tierra de nadie del “sí pero no, está bien pero lo hace mal”? ¿Fue su imposibilidad objetiva de reconocer que el país se juega hoy en blanco y negro y que ya no caben artilugios ni sofisticamientos de matices, como los de su “nueva y buena izquierda”? ¿Fue que quedó entrampado entre dos fuegos y ya no sabe cuál es su terreno, si el de la libertad, la democracia, el libre mercado, la globalización o el socialismo del siglo XXI, Mercal y las misiones? ¿Fue su rechazo visceral a respaldar la insurrección del 11 de abril y salir despotricando contra Carmona, cuando necesitábamos su respaldo para sacar del Poder a Hugo Chávez, librándonos de esta terrible pesadilla? ¿Fue su respaldo a Baduel en esa jornada – vía Arias Cárdenas – y luego a Jorgito Rodríguez, a quien le extendiera conmovedores certificados de buena conducta? ¿Fue su apoyo al CNE y su proclamación urbi et orbe del “limpio y contundente” triunfo del NO durante el Referéndum Revocatorio? Demasiados manchones como para vestirlo de impoluta blancura opositora y ponerlo al frente de nuestros combates futuros. Así sean electorales.

Lo cierto es que los caminos de Teodoro y los de la sociedad civil antichavista parecen haberse bifurcado hace muchísimo tiempo. Mientras aquella se ha hecho adulta en el combate, los fracasos y sus desilusiones, creo que Petkoff no ha terminado de transitar su camino a Damasco y continúa profundamente aprisionado por viejos y atávicos prejuicios izquierdistas, anti capitalistas y anti burgueses. Por no decir – sería un atropello – anti democráticos. Situados en la antípoda de lo que siente, piensa y cree esa sociedad civil. Aún y a pesar de su temprano distanciamiento del autoritarismo soviético. Suele hablar con desdén de “los amos del valle”, aquellos que terminaran por ser triturados durante la guerra federal y que él ve todavía hoy, a siglo y medio de distancia, en los entresijos de cierto empresariado del Country Club y Los Chorros o dirigiendo alguna empresa alternativa de la sociedad civil. A los que no tiene empacho en exigirles respaldo financiero para sus devaneos electoralistas. Y como si eso fuera poco, sigue odiando con la misma rabia visceral de los sesenta a los yanquis. Por eso no me asombró en absoluto leer en esa misma entrevista a El Mercurio que para él, que se quisiera futuro candidato presidencial de una oposición venezolana que no oculta su admiración por los Estados Unidos y a cuyo gobierno considera un aliado fundamental en la lucha contra el castro-chavismo, los responsables de los problemas existentes entre nuestro país y el Hegemón son los norteamericanos, no Chávez o Fidel Castro: «No sé por qué se tiene la curiosa percepción de que el único responsable de la relación tensa con EE.UU. es Chávez. Yo creo que los responsables de esta tensión son los (norte) americanos, porque el Departamento de Estado no pierde oportunidad para hacer declaraciones sobre el gobierno venezolano».

Qué extraño: no hizo mención entonces – ni las hará ahora, cuando Chávez ha pasado de alinearse junto a Castro a apostar a la carta nuclear de los Ayatolaes sirios e iraníes- del contenido y las razones de tales declaraciones. Como si fueran gratuitas. Como si más le pesara a él la política de Bush y la Casa Blanca que las siniestras políticas del régimen que enfrentamos o el déspota cubano que ya controla nuestro petróleo, nuestras fuerzas armadas, nuestra seguridad, nuestros procesos electorales y hasta nuestra propia identidad. Como si nuestro enemigo fueran los Estados Unidos, base y fundamento de la libertad en el hemisferio y no Cuba, su fascismo congénito y su tremenda y pueda que ya irreductible ingerencia en nuestros asuntos internos. Como si el enemigo de nuestra democracia fuera Bush, no la revolución petrolera castro-comunista. Término que lo saca de sus casillas, como si fuera un concepto inventado por los demonios de la derecha, sus imaginarios y privilegiados enemigos. Se entiende el 70% de rechazo, la mayor cifra de repudio que lastra a dirigente alguno del patio. Dudo que lo supere.

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