Un buen manager para Venezuela
Pasadas las emociones del campeonato mundial de Béisbol y asimilando todavía la fanaticada las frustraciones de nuestra selección; creo que podemos tomar con sincera humildad una buena lección no solo en el ámbito de ésta disciplina deportiva, sino en muchas actitudes que adoptamos como miembros de una complicada sociedad.
En el aspecto deportivo ya casi todo está dicho y todavía nadie entiende cómo una selección repleta de superestrellas del más selecto firmamento de la pelota mundial, con salarios astronómicos, a la postre pusieron la cómica y resultaron un verdadero fiasco. Algunos justificando lo injustificable achacan el fracaso al manager Luis Sojo por convocar a sus amigos, paisanos y compadres dejando por fuera a los jugadores de mucho fuelle y valía, además de no mostrar el carácter necesario y el indispensable liderazgo en una justa de tanto calibre.
Otros señalan y con alguna razón, que la selección de Sojo fue un mal comienzo argumentando que Carlos Subero era el más indicado, pues venía de una sensacional campaña que le dio el campeonato de liga y luego se alzó con la Serie del Caribe en una racha que hubiese incluido tal vez el recién finalizado torneo mundialista para Venezuela. Todo es posible en el especulativo mundo del primer deporte nacional.
En el campo político por ejemplo, el pueblo venezolano escogió en el año 98 a un manager-jugador que pintaba como muy bueno y se promocionó como el pitcher capaz de salvar el juego a la democracia venezolana y que derrotaría en el último inning a los medias negras corruptos y escuálidos de la cuarta, dejándolos en el terreno del pasado.
El juego se desarrolló con muchas complicaciones y a pesar de haberlo ganado, finalmente no convenció a los fanáticos que ahora lo pitan, porque de ese lanzador de veloz recta de antaño solo queda un triste recuerdo. La bola no le llega a la goma, tiene el brazo engatillado y para colmo de males, quiere seguir lanzando todas las entradas y todos los juegos con umpires comprados y jugadores del mar de la felicidad que todavía no pueden controlar dentro de su propio conjunto, a pesar de los fabulosos recursos que tienen a su disposición, a contendores tan temidos y repotenciados como el desempleo en primera base, la inseguridad en el short, la corrupción quechando y de cuarto bate y el resto de la plantilla con un promedio de bateo tan pobre que no llegan a los 100 puntos de average.
Toda Venezuela se llenó de entusiasmo y sumó su voluntad para que en ambos casos ganáramos el juego contundentemente porque teníamos las herramientas a la mano y las condiciones estaban dadas, pero los pilotos se dejaron llevar por la vanidad, el exceso de confianza y la autosuficiencia, subestimando de paso al adversario y a las situaciones a enfrentar como efectivamente sucedió, es decir, ¡botaron la bola!
Ahora nos preparamos para una nueva confrontación en diciembre y aunque las condiciones para éste crucial partido lucen desventajosas para los retadores, pues sabemos que el umpire principal está vendido y las reglas del juego favorecen abiertamente al equipo oficial, la pelota es redonda y cualquier cosa puede pasar.
Sin embargo, es necesario presionar por todos los medios y con argumentos sólidos para que las reglas sean parejas, el árbitro imparcial y el juego limpio. De todos modos, tenemos desde ya que entrenar con ahínco para estar en forma y escoger un buen manager que conduzca al equipo de toda Venezuela a un triunfo inobjetable, que nos haga sentir satisfechos y que suceda como en la liga, que de ganar el Caracas o si triunfa el Magallanes, al final es Venezuela toda unida la que da la pelea en la serie del Caribe o en el campeonato mundial de béisbol ahora. Por ésta única razón amigos míos, agudicemos bien los sentidos, juguemos para el equipo y no nos dejemos ponchar otra vez con la carabina al hombro, porque éste juego tan importante sencillamente se gana o se pierde a punta de palo, lo demás es puro cuento.
