Opinión Nacional

TSJ y la hoguera de las hipocresías

La gran ambición de la existencia es en buena medida
doblegar sus incertidumbres. En ese esfuerzo por ser
menos vulnerables, solemos simplificar compromisos y
opciones éticas. En la actual circunstancia, las
agudas tensiones que la presencia extravagante de
Chávez ha impuesto sobre nuestras vidas, por una parte
nos ha fortalecido, pero es inocultable y de una
manera muy significativa, que ha suscitado una
debilidad en muchos espíritus, generando una
mutabilidad incontrolable tanto en la pasiones como en
nuestros desafíos éticos.

La sentencia del (%=Link(«http://www.tsj.gov.ve»,»TSJ»)%) que favorece la causa de los cuatro altos oficiales de la FAN significa, una no
decisiva, pero si importante derrota para el gobierno
«bolivariano»,y que también — sin ahondar en las sui
generis argumentaciones jurídicas que valoraron la
ruptura del hilo constitucional como vacío de poder—
puede ser considerado un acto de justicia. Lo incierto
es que este se haya producido, porque los 11
magistrados de un serio autoexamen de sus conciencias,
regresaron a la lucidez para devolverle al tribunal y
a la propia justicia su sentido institucional. Ese
«mojón» que asimilan tantos complacientemente sin
resistencias- porque nadie razonable puede creer eso, es el resultado, como señalamos al principio, del lugar contingente al que hemos llevado nuestras
opciones éticas.

Igualmente, la celebración de la sentencia por la
oposición, el tratamiento de héroes, y la esperanza
para que sean estos jueces los que le tuerzan el
pescuezo a Chávez, es el reflejo de una sociedad que
está a tal punto alterada y enferma, que el autoengaño
hipócrita llega al extremo de procurar inocularnos la
creencia, que de lacayos serviles del «proceso»
los(11) magistrados han cambiado justicieramente hacia
la causa de la verdad y la justicia.

La única verdad es que, los que hemos cambiado somos
nosotros, pero sólo para parecernos más a ellos, a
sus marramucias, convalidando la indignidad a como
obtuvieron sus cargos y ejercieron sus funciones.

Ahora ya no le importa a la oposición, si hay
tramposería, si las decisiones que se tomen se ajusten
o no estrictamente al derecho, todo se vale si con
eso se golpea a Chávez y se logra finalmente
expulsarlo del poder.

Bajo esas mismas justificaciones Carreño,Barreto,Lina,
Iris,Tascón y demás office boys revolucionarios, han
defendido la institucionalidad del «proceso». Todo
para estos próceres, es justo y válido —incluyendo la
mentira y la violencia— si contribuye a neutralizar el
enemigo y consolidar la revolución.

Confieso que sería inexcusable no aprovechar, dentro
de esta dinámica enferma, las oportunidades de darle
una salida dentro del marco constitucional al delirio
de este régimen. Pero se hace intolerable seguir
escuchando las sandeces hipócritas de un endulzamiento
sobre personajes y valores democráticos, cuando al fin
y al cabo se le están echando mano a los mismísimos
métodos obtusos de un censurado como «pestilente»
adversario.

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