Triunfar para comenzar
La rápida sucesión de hechos que han conducido hacia la convocatoria del referendo revocatorio presidencial planteó a la oposición democrática, desde muy temprano, una aparente disyuntiva: mantener toda su estrategia y acciones dentro del más estricto apego a la norma legal y sometimiento a la Constitución o imitar el desnudo pragmatismo irreflexivo y desviado que caracteriza al Gobierno Venezolano. La historia es conocida. La oposición eligió lo primero. En cambio, las acciones del Gobierno, conducidas bajo las pautas del Presidente de la República, se han caracterizado por una forma alocada de abordar las situaciones o intentar resolver problemas del país, haciendo énfasis solamente en las aplicaciones y consecuencias prácticas al corto plazo, sin tomar en cuenta no solamente los patrones de diseño y programáticos sino los morales y éticos, que son los que contribuyen a definir los medios para alcanzarlos, darles validez y consolidarlos en el tiempo. Más aún, siempre fue evidente su prosaísmo, su discurso escatológico y el desprecio por lo que significara intelectualidad, racionalidad, civilismo, debate y diálogo, tolerancia y conciliación, respeto a la legalidad y a la diversidad de opiniones. Su democracia es simple máscara que encubre un fascismo tropicalizado.
El resultado de esa equivocada estrategia es la descarada y sistemática violación de la norma jurídica, que se inicia con la propia Constitución y continúa al acusar a los opositores de ser ellos los violadores de la misma. Es difícil describir la magnitud del cinismo que ello encierra. Lo importante para el Gobierno no es lo que sea cierto ni lo que se deba creer, sino poner en práctica lo que mejor le funcione, aún lo ilegal, que se traduce en la inocultable ambición del Presidente de permanecer a toda costa en el poder, con la mira en su hipotético protagonismo para las celebraciones bicentenarias de las fechas patrias en 2010, 2011 y 2021. Su pensamiento ha sido pavorosamente simplista: si funciona para ellos –el Gobierno- entonces es correcto.
El difícil tránsito de la oposición desde la acera marginal de las acciones cívicas hasta el centro neurálgico de las mismas, construido en breve tiempo con un gigantesco esfuerzo unitario sin precedentes en la historia republicana de la nación, soportando y superando todas las dificultades, injusticias y provocaciones erigidas por un Gobierno arbitrario y arrogante, concluyó en la convocatoria referendaria de la que el Presidente no puede escapar. Y ahora, cumplida la estructuración y el anuncio del acuerdo mínimo de gobernabilidad para el período de transición, a escasos días del referendo revocatorio y ante los impúdicos y desvergonzados excesos propagandísticos gubernamentales pagados con dinero escamoteado a los venezolanos, la sociedad civil y todas las organizaciones agrupadas en la Coordinadora Democrática debieran también poner en práctica un pragmatismo diferente; no el del concepto puramente filosófico ni el del estilo gubernamental. Un pragmatismo que la coloque firmemente sobre la tierra, con lenguaje propio, que destaque los profundos errores cometidos por el Ejecutivo Nacional que lo han conducido al estruendoso fracaso actual, que descubra sus mentiras y trampas, que evidencie su incapacidad para llevar felicidad a la población, que la ha empobrecido y permitido una escandalosa corrupción, que publique la ofensiva e infame sumisión a la que ha sometido a los poderes judicial, legislativo, electoral y moral y que, traidoramente, ha entregado la soberanía de la Nación, hoy ocupada, a una senil dictadura caribeña. En fin de cuentas, que el tan anunciado logro -en realidad un eslogan, como todos sus anuncios- de la redención del venezolano pobre ha sido una ilusión. Y que por ello, el mismo pueblo que lo eligió le revocará el mandato. Razones sobran.
Harto de la crisis, el venezolano común desea tener las condiciones y opciones adecuadas para laborar y vivir en paz, para mejorar su calidad de vida, para recuperar la esperanza perdida que, bajo engaño, le fue secuestrada por un demagogo y sus íntimos. Y olvidar, con un SÍ contundente, a ese falso gobernante que quiso trasladar el pasado al presente, robándole su futuro.