Opinión Nacional

Tres tipos de chavismo: El origen del voto

“-¿Evolucionó el pueblo venezolano los últimos 10 años?

-Dicen que se ha politizado, pero de ser así se hubiese opuesto a todas las medidas económicas que lesionan la soberanía, como la formación de empresas mixtas. Se prolongó una paz social que solo favorece a las multinacionales, a las que no les hemos tirado ni una piedrita.” Jolguer Rodríguez Costa, entrevista a Douglas Bravo. El Nacional, 22-02-09, p. 2. Al día.

En una de las tantas elecciones o consultas electorales que se han realizado en Venezuela en los años de mandato del Presidente Hugo Chávez (PHC), le escuchamos vaticinar a un analista vinculado a la oposición –por lo demás realizador de análisis o elaborador de escritos que siempre son de rigor e interés- que las votaciones de la corriente del PHC bordearían algo así -a lo sumo- como unos dos millones de votos. Detalles más detalles menos precisaba -según los grupos o los intereses de estos- por qué afirmaba tal cosa. Los resultados fueron muy distantes de lo que preveía tal analista, pues bordearon, tales votos, en aquella ocasión, alrededor de los siete millones. Omitamos cualquier perfil que denotase, por medio de ventajismos, argucias o trampitas, votos más o votos menos.

En esta nota, aproximaremos la idea de que el origen y fuente de esas magnitudes de votos está asociado a tres grupos que conforman el universo de lo que también se ubica como el oficialismo. Hay que afirmar que, las fronteras entres tales grupos no son siempre perfectamente discernibles y también que, cuantificar proporciones, es igualmente difícil, aun con las temeridades que acometen algunos para precisar porcentajes en terrenos similares o relacionados.

El primer grupo que queremos destacar es el de los revolucionarios voluntarios. Se trata de seguidores o impulsadores del proceso que lidera el PHC que creen, realmente, con honestidad, emoción y pleno derecho, en las ideas revolucionarias, socialistas, bolivarianas y, generalmente, se presentan con actitud radical y firme en el argumento de crítica al capitalismo. Hombres honestos, gente sencilla, estudiosos de las revoluciones, buscadores del bien común, entusiastas del socialismo como proyecto distinto al socialismo que realmente ha existido, críticos de la corrupción, en fin, todos aquellos que persiguen un proyecto revolucionario con el sesgo ya indicado. En este grupo están fusionados aquellos que han tenido grandes beneficios con el rol de revolucionarios que han asumido en la administración del PHC, aunque su vida previa a 1998-1999 nada haya tenido que ver con esto último. El grupo que indicamos, es pues mucho más amplio hoy día que el que algunos políticos o analistas –a veces con cierto carácter despectivo- ubican como relacionado con la izquierda de los sesenta, trasnochada, resentida o cualquier otro calificativo. Los integrantes de este primer grupo, han votado siempre favorablemente al PHC en cualquiera de sus propuestas. Las aceptan, justifican y comparten, por forzadas que sean o que incluso contradigan las ideas primeramente señaladas. Cuando pase el tiempo del PHC, muchos o algunos integrantes de este grupo de revolucionarios voluntarios seguirán albergando utopías y esperanzas. Algunos liberales o aquellos que comparten ideas extremas de derecha piensan -y pensarán- que están equivocados. En nuestra interpretación, los integrantes de este primer grupo, tienen y tendrán su derecho a pensar y anhelar tales cosas, mientras el capitalismo o la economía de mercado no irradien -en nuestras latitudes- beneficios tangibles y perdurables a los ciudadanos menos favorecidos en la distribución del Ingreso y mientras se viva en democracia.

El segundo grupo que es fuente de los votos que hasta ahora ha seguido sacando el oficialismo –independientemente si han disminuido- es de los que llamaremos los obligados. La idea de un voto obligado no implica, necesariamente, en todos los casos, coerción, sino que también la ubicamos en su sentido de reacción. De todas maneras, puede ser dividido este grupo en tres subgrupos. A) Los obligados propiamente dicho como los empleados públicos -que se han convertido en un activo político de relevancia- que les exigen ir a marchas, vestirse de tal o cual manera y hasta los pueden amenazar sobre si les podrán o no averiguar por quien votaron. Familias completas, o parte de ellas, votan por el oficialismo por la directa razón de un sueldo o salario –aunque obviamente en los empleados públicos hay revolucionarios voluntarios-. “Di que si pero vota no” -como recomendaban algunos de la oposición en el referéndum reciente- es temerario afirmar que pueda ser muy efectivo. Los resultados por lo demás ya son conocidos. B) Los que también obligan, o ellos mismos se sienten obligados a corresponder favorablemente con el voto, porque son beneficiarios de misiones, becas, cupos en universidades, viajes u otras formas de disfrute o atención de necesidades de las que vienen padeciendo desde mucho tiempo atrás y distintos gobiernos y administraciones no les atendieron. Pueden criticarse las misiones, la efectividad o firme realización de iniciativas y acciones de las cuales la administración del PHC siempre se ufana, pero la realidad es que algunos sectores o grupos sociales han recibido beneficios en tal administración, que antes nunca los tuvieron. Integrantes de este subgrupo tienen una reacción casi automática en el voto favorable al oficialismo. Entender esto no siempre es lo mismo que cierta perversión que presentan algunos en la esperanza de que al deteriorarse los precios del petróleo disminuirán las simpatías y los votos favorables al chavismo. Adicionalmente, debe destacarse que, relacionado con este contexto, es por lo que la presencia de grupos de oposición o expresiones de los mismos no son tan frecuentes en la zonas populares y barrios más pobres de la capital, como de parte del oficialismo (Ver El Universal, 22-02-09, p. 4-2). C) Los que obligadamente votan porque son beneficiarios de irregularidades, informalidades, desordenes u otros perfiles que se han desatado en la administración del PHC. Algunos integrantes de este subgrupo son por ejemplo invasores de propiedad privada en el campo o la ciudad. No es casual que edificios invadidos presentaban posiciones favorables y entusiastas al sí, en el referéndum del 15 de febrero. También los son comerciantes informales y oferentes de servicios diversos que no son controlados por la administración señalada y se benefician del desorden que esta permite.

El tercer grupo que origina votos para el oficialismo es de los entendidos por nosotros como el del chavismo escondido. Se trata de aquellos que se benefician del gobierno llamado revolucionario en base a negocios, inversiones conjuntas, realización de inversiones aprovechando grandes economías externas que brinda la acción oficial o beneficios mas pequeños como becas y cupos –similares a los del segundo grupo-, pero no les parece adecuado –de manera precaucionaria- ser identificados con la administración del PHC. Algunos perciben que les será más cómodo, fácil y conveniente así, no ser identificados con las filas del oficialismo. Contrario a lo que creen algunos, en los sectores medios altos, pequeño burgueses y burgueses –usando términos asociados a las convicciones ideológicas que dicen compartir los participes de la revolución bolivariana- o simplemente los sectores mejor posicionados en la distribución del ingreso, existen y son ubicables miembros de lo que hemos ubicado como el chavismo escondido. Con la misma dimensión también encontramos a estos últimos en los sectores populares o menos bien ubicados en la distribución señalada. Están allí, pero silenciosos o escondidos.

Todo este escenario hace más compleja aun la presentación dicotómica y polarizada de la sociedad venezolana actual. Pues la presentación inicial o más frecuente es la de dos grandes sectores sociales que viven independientes uno del otro –oposición y oficialismo-. En la dimensión social esta dicotomía no es totalmente precisa, pues vista la composición de los oficialistas con los tres grupos de origen de votos del que hemos hablado y, más aun, dadas las dificultades de diferenciación de fronteras entre uno y otro, es claro que hay una mezcla de sectores sociales y que ahora se ha ampliado dada la atracción que se ha ido produciendo por la oposición desde algunas zonas populares, decepcionadas del oficialismo. Por otra parte, es esto basamento del proceso donde la sociedad venezolana acumula paranoia política, resentimiento social y desconfianza entre unos actores y otros. Esto ni se entiende ni se arregla fácilmente con la idea de que aquí cabemos todos.

Por otra parte, algunos miembros de la oposición –sea cual sea su ubicación en la misma- no conocen los barrios de Catia o Antímano. No han ido nunca a Gramoven, o no saben que desde décadas atrás existen comunidades casi aisladas de la vida regular de la ciudad como ente administrada y que la integran gentes olvidadas durante varias décadas y administraciones. Similarmente, viven también aislados, pero en las zonas de las grandes urbanizaciones, de donde no salen en variados casos. Esta base para la dimensión política es la que le da sentido a la presentación dicotómica oposición y oficialismo –que solo adquiere mayor precisión en esta dimensión: la política-. En este perfil -del oficialismo y la oposición- y como pasa en otros asuntos, cada mundo cerrado crea sus propias verdades. Verdades que le sirven para existir, defenderse y reproducirse.

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