Tres momentos de Enrique Mendoza
Conocer la vida de Enrique Mendoza es conocer la vida de un trabajador social con mayúsculas, de un servidor público incansable, de un tenaz infatigable. Y lo digo desde la opinión de quien únicamente conoce sus gestiones de hombre público en la ubicación de la ciudadanía. Desde ese gentilicio civil que nos hace críticos y severos ante la efectividad o la dejadez en la gestión pública, desde ese lugar donde nos convertimos en jueces evaluadores de la actuación de nuestros representantes.
Hay imágenes que quedan grabadas en nuestras mentes y que se rememoran en estos instantes. Tres momentos de la vida pública de Enrique Mendoza que hoy me sirven para reconocer a un servidor público al que los mirandinos, y los venezolanos en general, debemos mucho. Una de ellas es la del entonces gobernador Mendoza cuando en aquel diciembre de lluvias inmisericordes, la población de El Guapo se hallaba bajo las aguas. Las cámaras mostraron un hombre metido en la corriente hasta las rodillas, ayudando a pasar gente a suelo firme y evitar que aquella tragedia se convirtiera en más tragedia. Recuerdo el testimonio de un periodista amigo que me contó que cuando fueron a reportar aquel suceso y supieron que el gobernador se encontraba allí, le buscaron para entrevistarlo. Descubrieron que se encontraba en un lugar de dificilísimo acceso, donde casi nadie se atrevía a pasar por el peligro que existía de que el agua les arrastrara con la corriente. Allí, en ese sitio, se encontraba el gobernador. Junto a los equipos de Defensa Civil, ayudaba a rescatar venezolanos humildes cuyas viviendas había devorado la tormenta.
Otro retrato que no he borrado entre el de los sinsabores vividos durante estos años del gobierno del presidente Chávez, es el del momento de la entrega de las firmas para la convocatoria del referendo revocatorio del presidente. Había conocimiento de que grupos chavistas ubicados en los alrededores del CNE impedirían la entrega de las mismas con lo cual se iría al traste con la voluntad de millones de personas que buscaban un cambio político para mejorar el país. Mendoza encabezó la estrategia para llegar hasta allí, sin cámaras, sin escoltas, con apenas un pequeño grupo de representantes de aquella voluntad, durante la madrugada de un día cualquiera, sorprendiendo hasta sus más cercanos colaboradores. Eso mostró la firmeza de su voluntad y el ingenio que tiene para saltar obstáculos.
Por otra parte, luego de celebrado el referendo revocatorio del año 2004 y de haber entregado un informe sobre las irregularidades cometidas en el proceso referendario al entonces Secretario General de la OEA, Cesar Gaviria, la posición asumida por Enrique Mendoza de no gritar fraude por carecer de pruebas tangibles, lejos de convertirlo en traidor, como muchos se apresuraron a llamarlo, lo convierten a mi juicio, en un político poseedor de una virtud deseable para todo aquel que ejerza un cargo público: la de la honestidad a toda prueba. Esa posición valiente y gallarda le traería un sinfín de calumnias, especialmente de aquellos que horas atrás le acompañaron en la batalla. Y sin embargo, a sabiendas de que así sería, lo hizo. Entre la rectitud y la conveniencia, ganó la rectitud. Hoy muchos de aquellos detractores han reconocido que aún las PRUEBAS MATERIALES de un fraude cantado, no existen.
Ése es el Enrique Mendoza que conozco desde la distancia, desde lo que veo y recibo como ciudadana favorecida por la ejecutoria de hombres públicos de indiscutible talante democrático. Mendoza el concejal, el dos veces alcalde, el dos veces gobernador. Siempre electo por voluntad popular. El político dedicado a servir, a franquear dificultades, a seguir luchando aunque le dejen solo. Porque en su soledad, sin los laureles que le impusieron cuando comandó la Coordinadora Democrática, trabajó con redes sociales para catapultar el NO que ocasionó la victoria opositora del reciente referendo. Quién sabe si ésa sea la causa de su persecución política actual. Persecución que ahora lo engalana y llena de gloria y que, además, debería invitar a quienes le dieron la espalda, a reconciliarse con un hombre íntegro, un servidor público que sin mezquindades ha colocado como primera prioridad en su agenda de vida el servir a los venezolanos.