Opinión Nacional

Tres mentiras socialistas

La primera asevera que países como Suecia y Noruega son socialistas, y que existe un socialismo europeo «humanista» diferente del marxista-leninista. La mentira deriva de la confusión entre socialdemocracia y socialismo. La socialdemocracia cuestiona el capitalismo sin aceptar las consecuencias de un verdadero compromiso socialista. Hablar en serio de socialismo significa proponer la colectivización de los medios de producción, o su control por parte del Estado, y sostener que la igualdad es un valor político superior a la libertad individual. Podría decirse, siendo indulgentes, que la socialdemocracia encarna la buena conciencia de la izquierda, de una izquierda emocional que entiende que el socialismo destruye el progreso material y la libertad individual, pero no se resigna a admitirlo. La socialdemocracia experimenta un perenne dilema entre su vocación anticapitalista y su renuencia a asumir plenamente el socialismo

Es teóricamente inaceptable confundir socialdemocracia y socialismo, y en el actual contexto venezolano resulta crucial repudiar decisivamente el socialismo en todas sus vertientes, y no extraviarse en argumentos sobre un presunto socialismo «bueno» y otro «malo». Todo socialismo merece ser rechazado desde la perspectiva de la libertad. Suecia, Noruega, y el resto de las sociedades europeas son sociedades capitalistas. En algunas de ellas existen partidos socialdemócratas que procuran limitar la dinámica capitalista y moldear el tejido social, a veces hasta el punto de la asfixia. Tales partidos, como por ejemplo el laborismo inglés, se autodenominan socialistas pero de hecho no lo son.

La segunda mentira afirma que los fracasos del socialismo y su supuesta deformación en la ex-Unión Soviética, China, Cuba y otras partes no tienen que ver con la esencia del proyecto, ni siquiera tal y como lo formuló Marx (quien abogaba con fanatismo por la dictadura del proletariado), sino que los errores han sido el producto no deseado y accidental del devenir histórico, o en todo caso la obra de algunos espíritus malignos como Stalin, Mao, y Castro, entre otros.

No es cierto: La conversión de los proyectos socialistas en totalitarismos colectivistas no ha sido accidental. El socialismo conduce inexorablemente a la opresión política y el empobrecimiento económico, mediante el igualitarismo y la supresión de la propiedad privada sobre los medios de producción.

La tercera mentira nos dice que «socialismo es más democracia». El equívoco reside en la confusión de dos conceptos, el de socialismo, que tiene un primordial contenido socioeconómico, y el de democracia, que tiene que ver con el origen legítimo del poder político (voluntad de la mayoría). El socialismo y la democracia (noción que no incluye necesariamente la libertad) pueden en la teoría y la práctica coexistir, pues la voluntad de la mayoría puede oprimir a la minoría. Pero el socialismo es incompatible con la libertad del ser humano.

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