Tramparencia
Mientras lo veía pretendiendo ser mayestático, porque se toma muy en serio
lo que dice su compinche el psiquiatra: la majestad de este cuerpo se
respeta; me costaba prestar atención a aquella retahíla de artículos, con
sus capítulos, títulos y ejusdem correspondientes. Ya presumía lo que
vendría, por experiencia uno sabe que esas exhaustivas citas de la
Constitución, leyes, decretos y resoluciones en los discursos, es el barniz
con que se persigue cubrir su violación. Estaba mucho más interesada en
constatar el grado de soberbia, de autoestima potenciada al cubo, de
engolosinamiento con el poder que alcanzan los mediocres y pobres de
espíritu, cuando tienen sus manos decidir el destino o la suerte de otros
seres humanos. Uno se ha tropezado muchas veces, a lo largo de una larga
vida, con especimenes de esa ralea. Son aparentemente humildes, buena gente
y campechanos mientras no cruza por su mente la posibilidad de ver su
fotografía, todos los días, en la primera plana de los diarios ni su imagen
y su voz en todos los canales de televisión. De allí a creerse superdotados
y todopoderosos no hay más que un centímetro. Entonces ¿cómo no arrastrarse
a los pies de quien les permite gozar la gloria de ser tan importantes?
¿Puede esperarse de alguien así un átomo de independencia de criterio o una
micro partícula de dignidad? Y entonces dijo tramparencia, como si sus
carencias de dicción hubiesen decidido vengarse de su carencia de vergüenza.
La trampa -innecesario repetirlo- está allí, develada ante propios y
extraños; denunciada con la natural delicadeza diplomática, por los
representantes de la OEA y del Centro Carter. No es pues esa macroburla lo
que quiero comentar sino las reacciones que la misma ha provocado en
nosotros. Comencemos por la dirigencia política agrupada en la Coordinadora
Democrática, a la que he defendido una y mil veces de ataques injustos que
provienen especialmente de la misma oposición. ¿Qué les pasó? ¿Acaso entre
los muy factibles escenarios que debieron plantearse, no estaba el de esta
obscena jugarreta de los tres rectores connotadamente oficialistas? Cuándo
empezaron los estira y encoge de las planillas planas y los aplazamientos
para ofrecer los resultados del Reafirmazo ¿no se les ocurrió planificar lo
que harían en caso de que las firmas fuesen invalidadas? ¿Cómo es que esa
noche no apareció la dirección de la CD en pleno, para hacer conocer su
posición al país y al mundo? Desde la alocución de Julio Borges
-brillantemente dicha pero poco clara en lo conceptual- hasta hoy, distintos
dirigentes políticos han hablado y opinado desde la sede de la Coordinadora,
pero no se aclara si son sus voceros oficiales. La consecuencia de ese
bochinche declarativo es que hoy nadie sabe si se va a aceptar ir al examen
de reparación después de esa raspazón masiva de firmantes ni en qué
condiciones. Lo que nos amenaza ahora -más que una nueva estafa del CNE- es
la confusión inmensa en que está sumida la oposición, como consecuencia de
la incoherencia de los dirigentes.
El tema de la protesta callejera merece capítulo aparte, la clase media que
nunca se había involucrado en el quehacer político hoy se ve impulsada a
defender sus derechos y sobre todo su libertad. ¿Cómo hacerlo? Unos héroes
cibernéticos o guerrilleros virtuales inventaron algo llamado la Guarimba,
que se ha materializado en el cierre de calles y avenidas de las
urbanizaciones donde vive esa clase media. ¿A quiénes han perjudicado? A sus
propios vecinos. Una amiga lo calificaba como el segundo autogol después del
Paro de diciembre 2002- enero 2003. Porque el caos y la anarquía han dado
pie para que Disip encapuchados, los policías de papi-papi Rangel y los
tonton macout de Lina Ron o de Bernal, se hayan atrevido a incursionar en
terrenos que antes temían y así disparar a mansalva contra personas
desarmadas e indefensas. Son cuando menos diez los muertos por acción del
brazo armado de la delincuencia oficialista, incluida la Guardia Nacional;
varias decenas los heridos y centenares los presos. Si bien es cierto que
hoy el régimen de Hugo Chávez está desnudo ante el mundo, despojado del
disfraz democrático y al mismo nivel de cualquiera otra dictadura militar;
no es menos cierto que nadie tiene derecho a estimular a ciudadanos comunes
y corrientes para que vayan al matadero. Resulta muy épico el discurso que
invita a la gente a seguir su lucha en las calles, pero no decirle cómo ni
dónde ni cuándo hacerlo tiene consecuencias impredecibles. Aquí también han
fallado tanto la dirección política como la vecinal, rebasadas por unos
inoculadores de veneno informático que no arriesgan ni un pelo de sus
cabezas en ninguna lucha.
Cuando escribimos esta nota vemos una entrevista con el trisoleado general y
ministro García Carneiro, quien informa que numerosas personas del Este de
Caracas se indignaron por la «obstaculación» (sic) de las calles. Poco antes
un joven de apellido Izarra, agregado de prensa de la Embajada de Venezuela
en la ONU, pretendió minimizar los efectos de la renuncia del embajador
Milos Alcalai porque «hubieron» otros embajadores, cuando el Paro, que
hicieron lo mismo y no pasó nada. Se me ocurre ante tanta burralidad que
nuestra dirigencia opositora debería aplicarse a fondo con la mayeútica. Y,
antes de que el otro ministro trisoleado de fluido hablar, el de «la cual
aceptó», nos mande a investigar por estar proponiendo una acción terrorista;
les aclaro que es apenas el método socrático para poner a sus discípulos a
parir ideas.