Opinión Nacional

Trampa y Salida

El debate político en Venezuela está infectado por el virus de la trampa. En la historia del país nunca se vivió momento de tanta desconfianza social como el presente, producto de las acciones de un gobierno que ha impuesto su estilo político que no es el del diálogo sino el de la exclusión y de una oposición prisionera en el autismo de sus errores. Esa epidemia visceral ha hecho nido también en amplísimos sectores de la población que no encuentran canales confiables para involucrase en proyectos que caminen por la calle y entusiasmen el corazón.

En estas circunstancias, la dinámica de los acontecimientos arrincona a la ciudadanía democrática frente a una emboscada que tiene fecha de ejecución y prórroga imposible. Dentro de nueve meses, el 3 de diciembre del año en curso, deberemos elegir al nuevo Presidente de la República, sin el concurso de partidos políticos, en condiciones a la vista atípicas, con un gobierno que monopoliza todos los poderes del Estado, que maneja a su antojo los recursos petroleros, y con la maquinaria política y militar propias de un esquema que basa sus acciones en un pacto social construido con moneda altisonante.

Las “oposiciones” están divididas en por lo menos dos sectores. Al hablar de este sujeto histórico hago referencia a una entidad pulverizada que tiene la beligerancia que le dan los medios de comunicación social pero cuyo poder de convencimiento ciudadano es más que limitado, insignificante. En dicho espectro se encuentran quienes mantienen la aspiración de llegar hasta diciembre si se cumple con un número de condiciones que permitan la participación en el proceso electoral y los que proclaman la abstención como herramienta política dizque destructora del régimen.

A todas estas, estimo que aparecerán uno o más candidatos opositores, quienes en desventaja histórica e institucional renunciarán tarde o temprano a sus aspiraciones, agudizándose así el cuadro anómalo de las supuestas elecciones democráticas. Las “oposiciones” redundarán en entelequias y aparecerán, como reacción, tipos inéditos de confrontación política. Chávez estará desnudo como nunca antes. El país será victima y doliente, otra vez.

Por si esto pasa, y siendo precavidos, habrá que preparar desde ya una bomba de oxígeno político, una salida para el futuro cercano en el que debe plantearse hacer uso de la facultad que establece la Constitución en los artículos 347º y 348º, que permiten al pueblo soberano convocar una nueva Asamblea Nacional Constituyente, con el objetivo de crear un nuevo Estado, producir un nuevo ordenamiento político y redactar una nueva Constitución. Dicha iniciativa podrá tomarla el quince por ciento de los electores inscritos en el Registro Civil y Electoral, lo que vendría a sumar aproximadamente 2.500.000 voluntades convertidas en firmas. El presidente en ejercicio no podrá objetar la nueva Constitución y los poderes constituidos tampoco podrán, en forma alguna, impedir las decisiones de la nueva Asamblea Nacional Constituyente.

Así pues, ciudadano preparado vale por dos. Hagamos uso de la Constitución liberándola de las cadenas. Redactémosla nuestra. Es una salida en la que cabemos todos; hasta los que no la desean. Es un sueño que nos merecemos. Una casa. Una fe.

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