Opinión Nacional

Tragedia de la Universidad

El que la universidad viva en crisis es el mejor signo de su existencia, si nos atenemos a la idea de crisis que manejó Santo Tomás. Vale decir, la crisis de la universidad debe ser permanente, pues, es el conflicto entre lo ya codificado y lo nuevo, que aspira tanto la revisión del conocimiento constituido para su superación y los nuevos aportes, generándose un diálogo, muchos veces abrupto, entre lo ya constituido, conformado, asumido y las nuevas formas de superar los limites de lo anterior, descubrir sus deficiencias, y crear una nueva codificación, a la cual le pasará lo mismo. Este conflicto, ha sido visto por otros, como Kuhn, por ejemplo, como el conflicto entre los viejos y los nuevos paradigmas, lo que explicaría la dinámica de la ciencia. Recordamos esta crisis del ser de la universidad, por ilustración del conflicto necesario que la da vida, y que tiene en la investigación su forma de trabajo para desenvolverse entre esos límites. Otros conflictos de diversa manera se han visto. Nosotros hemos marcado uno permanente e insuperable: el conflicto entre el Estado y la Universidad, dada la esencia y la particularidad de cada uno. Mientras el ser del Estado reclama para su estabilidad, permanencia, de la fuerza, de la violencia, y del dogma para su justificación, la universidad cuyo fin último es el descubrimiento de la verdad, la orientación critica de la sociedad, la realización humana de manera plena, lo cual obviamente es lo opuesto al estado-gobierno-hegemonía. En dos palabras: el conflicto entre el poder y la libertad. Entre la fuerza del estado y la autoridad de la razón. Entre la creación y la represión. En una maravillosa entrevista a Heidegger se evidencia otro tipo de problemas y no ha falta quien con marcada nostalgia o frustraciones han creído que la universidad llegó a su fin. En Venezuela también hemos tenido intelectuales densos, recuerdo a Mayz Vallenilla, con un análisis muy critico de la universidad. Pero ninguna de estas crisis es la que vive la universidad venezolana de hoy. Tampoco vive la vergüenza de no aparecer en el Rankin de las diversas clasificaciones de las universidades, según los índices de acreditación de la UNESCO. En el informe de Pekín, 2004, solo dos universidades de América Latina tenían presencia, muy, muy lejos de la punta, pero estaban. Tampoco se asombra por estar de espaldas a cuanto en el universo está pasando, claro, con contadas excepciones en quienes está la salvación misma de la universidad. No me refiero a esas crisis que debiera ser el centro de nuestras reflexiones.

La crisis nuestra es muy otra. Es la crisis de la aldea, y como tal aislada del mundo, o peor aun, para la cual el mundo no existe. Por una parte, la universidad venezolana vive el terror de ser aniquilada, en tanto ser universidad, por la propuestas del ejecutivo, del psuv, de la Hojilla, de la AN, para quienes, la universidad ha de ser un aparato del proceso para la construcción del socialismo, el del SXXI. La universidad deviene en instrumento de la revolución. Por la otra, la universidad se ha venido devorando a sí misma, desde hace largo tiempo. Este devorarse la ha convertido en un ser débil, sin influencia en el universo del pensamiento y con grandes fallas en el universo social del país. Acerquémonos a esto. No corresponde a Chávez el honor de convertir a la universidad en una republiquita donde la imbecilidad es el denominador común, todo ello en nombre de la democracia participativa y protagónica y más adjetivos vacíos. No. El mayor mérito genético lo tiene en este esfuerzo por destruir a la universidad, es del Dr. Rafael inefable Caldera. ¿Que hizo? Mutiló la autonomía, la degradó a meras funciones, sustituyó la idoneidad académica como requisito para ser autoridad universitaria, decanos, por la trampa y el negociado electoral, pervirtió el cogobierno al gremializar y partidizar la representación profesoral ante el CU, etc. tal como se procede en las instancias políticas del universo turbio del Congreso. El CU se convirtió en cierto grado en una imagen del país político. Naturalmente esto tuvo el honroso beneplácito de AD y COPEI y de los otros monstruos que se han repartido a la universidad, para el engorde de la burocracia y el clientelismo como alimento y resguardo del poder; en una palabra a Caldera le debemos el haber sustituido la autoridad de la academia por al fuerza de poder; el vil negocio electoral sustituyó la razón critica, en fin, el traslado de los vicios y aberraciones de la cosa política de la república al seno de la universidad. He sintetizado esa tragedia de la más simple manera: en la universidad un voto vale más que un teorema y un poema carece de valor. Esta sentencia define con exactitud a la universidad autónoma que tenemos. Lo demás es sabido: lucha por el beneficio que da esa autonomía y lucha por presupuesto justo, para engordar el beneficio.

Esto lo sabe el gobierno, quiero decir el Presidente, lo repite el PSUV. Sus ministros del ramo y de las ramas. Se pensaba alguna vez que el gobierno de HRCHF superaría la tragedia de la llamada Cuarta República, para lo cual la mayoría del venezolano cargado de esperanzas lo hizo presidente. Pero, en el caso de la universidad, la respuesta del gobierno supera el terrible crimen de Caldera. Digo mejor lo perfecciona y, de tal manera, que la sepulta definitivamente, si la consciencia nacional no se levanta. Veamos. La universidad queda en manos del gobierno y la autonomía es una concesión que el gobierno hace, y a él corresponde la decisión de otorgarla. Y la decisión del gobierno es omnímoda. Él fija las reglas, las evalúa, juzga y decide sobre su particular miopía. La visión del poder. Y para el poder existe solo una verdad: su verdad. El espacio universitario, que es el escenario natural para el debate crítico, el pensamiento abierto, desaparece para ajustarse al plan de la república, a la orientación del pensamiento de Bolívar, Rodríguez, Zamora! Bolívar no tiene una doctrina acabada sobre la educación y no podía pedírsele, pero algunos textos permiten tener muy clara su apertura y el valor de educar, incluida la educación religiosa, pero los Estatutos de la UCV, hechos por él, son francamente a su imagen y semejanza, son una referencia trascendental para la reafirmación de la autonomía; en la medida en que la universidad tenga sus propios bienes y produzca, le permite librarla simultáneamente de las garras del poder del estado y de los sectores hegemónicos privados. Hay una muy clara visión de quien elige y un muy calificado perfil para ser electo a los cargos de dirección de la universidad. Ingreso de estudiantes, previo exámenes, evaluación, reválida, etc., y el bedel estará en la puerta como custodio para dar información de quien llega. Vale decir, en esa universidad de Bolívar, no hubo concesión a la demagogia, a la hipocresía, a la mediocridad. Hasta en esto se maltrata, se manipula y se traiciona a Bolívar.

La ideología que sustenta la domesticación de la universidad ha tenido en América Latina, para no irnos lejos, gorilas ejemplares. Bajo las dictaduras militares de Argentina, Chile, Brasil, de relativa muy cercana historia, se llegó a tales extremos que la llamada matemática moderna quedó prohibida su enseñanza (caso argentino) porque esas matemáticas eran comunistas. Las teorías sociales se condenaron y el estado gobierno, estableció todos los patrones, en función de los programas patrióticos que allí se adelantaban. (Interesante es abrir aquí un paréntesis y sugerir estudiar la dictadura breve de Pérez Jiménez cuyo programa nacional reclama el uso de la ciencia y la tecnología con propósitos claros, sustento de grandes obras viales, energéticas, arquitectónicas, agrícolas, etc., lo cual indica que hay dictadores mas imbéciles que otros o uno menos imbéciles. Para el caso europeo, vale mucho la pena estudiar el problema de las universidades bajo el nazismo, e interesante resultan en esa caso los trabajos de Heidegger, su discurso rectoral, la entrevista de Der Spiegel, y su actitud ante la universidad al final de sus tiempos). Si se tocan estos casos, como referencia, es para apuntar al problema de fondo que el régimen desprecia. La autonomía. La autonomía no solo para elegir autoridades, que reclama volver a Bolívar, vale decir a sus exigencias extremas en cuanto a la ética y a la capacidad, en una palabra la idoneidad de electores y elegibles y elegidos, no solo para esas cosas de la administración, en donde la universidad reclama ser transparente, no nos pase como a LUZ, que en estos tiempos de traidores se ha negociado con el gobierno con toda la desvergüenza, le entregaron el Polideportivo, negociaron cientos de hectáreas para la construcción de ranchos que hoy pueblan la conocida Urbanización Domingo Bracho y convirtieron en un adefesio estético y disfuncional, Ciudad Lossada. La autonomía es mas que eso y las traiciones a ella merecen ser castigadas como crímenes de lesa universidad. La cuestión es mas grave. Autonomía para la creación, para la experimentación, para las grandes búsquedas sin que ello implique negar la pertinencia de la universidad. Lejos de ello, en la medida en que la universidad profundice, crezca en los desarrollos científicos técnicos y en el arte, en esa misma medida puede cumplir con cualidad la responsabilidad social y política a la cual está obligada. La ética. Y este proceso está inevitablemente imbricado en el desarrollo científico técnico, artístico estético, de eso que llaman ciencia de punta. Si no, no solo estaremos en el trasero de ese proceso, sino que ni siquiera alcanzaremos sus olores.

La lucha entonces de los universitarios, del país conscientes, es salvar a La Universidad y recordar que ella tiene tales reservas éticas que es realmente capaz de impedir su muerte y la alegría que podría dar su entierro a quienes desde el fundamentalismo pretenden extinguirla o a los Tartufos de la autonomía que engordan de ella.

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