Todos temen a uno, pero también…Uno teme a todos
“… La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas…”
Albert Camus (1913-1960)
Si los tres policías emblema ya están condenados en una amañada y teledirigida parodia de juicio, corresponde al juez de sentencia dar continuidad, la ejecución de la que fue dictada y la asignación del centro de reclusión.
Los condenados a esa modalidad de pena tienen como destino para cumplirla la Penitenciaría General de Venezuela ubicada en San Juan de los Morros estado Guárico.
Por los momentos ya están sentenciados, no hay más apuros, ahora el gobierno va esperar hasta que se pierda el ánimo para resistir el asunto y a nivel de opinión pública baje la presión, pierda interés y en cualquier momento, entre gallos y media noche, serán trasladados.
Fait accompli
Ya podrán los interesados, familia, abogados y apoyos gritar lo que les venga en gana, ya están allí, en la Penitenciaría General y sujetos a la autoridad administrativa del director de la cárcel.
Nada más con la amenaza de mandarlos a la Sala General, bastará para que lo piensen bien unos y otros.
De todas maneras, el tiempo permitirá a los ejecutantes en el gobierno avanzar luego paso a paso y hasta el momento en que ya los perciban agotados y abandonados ellos mismos y sus apoyos, y procederán como es común, a entregarlos a la jauría que, en ese mismo no desperdiciado tiempo, habrá sido condicionada adecuadamente, y los espera para «darles lo suyo».
Indiscutible que existen situaciones que se hacen cada vez más evidentes y donde resulta más expeditivo y mucho menos doloroso para los interesados y sus familias, jugársela completa en el momento y hasta la muerte pero, cuando quien se mete en este tipo de lid no está dispuesto a arriesgar la vida, la compromete de otra forma que más temprano que tarde deja de ser una existencia humana; y sucede lo que está sucediendo.
Más suspenso, más dolor, más humillación, más lágrimas, mayores desgarramientos que hubiesen podido ser evitados con una posición más decidida o al menos no blandengue frente a un estado de cosas que más evidenciado en la praxis no puede estar: No existe Ley ni referencia alguna a un estado de Derecho; estamos frente a la expresión del marginal con poder y la venganza como conducta.
Evidente
Sólo existe e impera en representantes del gobierno y en representantes de la oposición, todo lo que se sustenta y guía por la necesidad de «conservar posiciones» en unos y de conservar sus puestos en los otros –premios extraordinarios, ascensos, sueldos, y privilegios–; y de allí la tolerancia y el silencio de unos y el afán de los otros en complacer lo que interpretan o perciben como el deseo del jefe de turno.
Todo, casi al viejo y olvidado estilo de los principados en la Edad Media, les falta sólo el potro, o la tarima con el Garrote Vil.
La única posibilidad sobre el tapete, es que los tres condenados, familia incluida, acepten una realidad y estén dispuestos a arriesgarse y enfrentar a una teledirigida pena de muerte en vida, puesto que, humillados hasta más no poder, convertidos en piltrafa humana, evidenciado y documentado paso por paso el cómo, en poco tiempo no les quedará resto alguno para levantarse y enfrentar nada; y si en el lance uno u otro muere, con ello morirá también cualquier empeño para revivir el caso en cualquiera sea la instancia o jurisdicción.
No existía ni existe mejor trofeo como este que le ofrecen los lacayos al líder de la revolución.
Gota a gota
Ante esta pensada, dirigida y programada destrucción día por día, gota por gota de la dignidad y de la vida misma de unos seres humanos, no existe ni pueden existir posiciones intermedias, o conservación alguna de espacios; medias tintas o llamados a la calma y a esperar algo que no va a producirse y de serlo, no va a interrumpir menos a mediatizar los pasos de un salvaje e inhumano programa destinado a hacer mucho más dramática y deliciosa la venganza en la mente de un enfermo de poder, y en el poder: Más dulce de lechosa.
Inédito en Venezuela, cada día aprendemos más y comprueban los hechos el rango de mediocridad que distingue a esto que llaman política y a estos que tienen como profesión la política; mas en términos prácticos y para el ciudadano común, le queda bien comprobado en cualquiera sea la circunstancia cuál será la vía de acción y la conducta que se nos impone si queremos mantener incólume nuestra dignidad frente al abuso de un poder sin ley y sin freno alguno.
Paredón de hecho
A todas luces resulta indiscutiblemente mucho más humanitario el Paredón de Fusilamiento, ese mismo que instauró en Cuba Fidel Castro desde su llegada al poder, y si oficialmente en Venezuela no ha sido declarado ni instaurado aún, ante las evidencias la conducta ciudadana que deriva de esta violencia criminal incontrolada unida a estos actos inhumanos, nos impone en la circunstancia, instaurarlo de hecho: Estar preparados, listos para inmolarnos, morir en un solo acto dándole frente a las armas de los funcionarios oficiales o los delincuentes, los oficiosos del gobierno.
Morir en un solo lance y no gota a gota en una u otra de esas ergástulas hoy destinadas a albergar a todo ciudadano y a toda expresión de su disidencia.
Muerto, antes que preso.
Ante la ausencia de firmeza, de contundencia, de respuestas de una clase política que en cincuenta años disfrutó de los signos exteriores de poder y en los últimos diez largos años sólo ha buscado, busca y actúa, –como lo confiesan a diario– en función de la “conservación de sus espacios”; espacios que como queda suficientemente comprobado en la praxis, no son los espacios de los ciudadanos.
Recordando aquella frase de Alberto Moravia (1907-1990), ha quedado definido así el campo de una lucha individual y colectiva, donde no hay otra salida puesto que: “… Una dictadura es un estado en el que todos temen a uno y uno a todos…”