Opinión Nacional

¿Todos son iguales?

Una de las frases más socorridas en las discusiones políticas es “todos son iguales”. Así se busca terminar una discusión para no entrar a comparar a fondo las ideas, los programas, las ejecutorias y las personalidades de quienes se asoman a la vida pública.

A primera vista podrá parecer que sí, que todos a los que nos gusta la política, hasta el punto de buscar alguna representación popular, estamos hechos de la misma madera y respondemos a las mismas motivaciones.

En su libro “Rebelión en la Granja” el generoso combatiente, eximio ensayista y novelista George Orwell, hace una parodia del sistema socialista que imperaba en la desaparecida Unión Soviética. El cochino Napoleón era quien mandaba en la granja gobernada por los animales y ante el aserto repetido de que “todos somos iguales”, responde stalinianamente que “unos somos más iguales que otros”.

Si bien Orwell se refiere al engaño mayúsculo que representan los régimenes supuestamente igualitarios, que terminan siendo aún más injustos que los que no se proclaman como socialistas o comunistas, la lúcida crítica tiene plena vigencia y puede ser aplicada a regímenes de nuestros días. Basta con dar una mirada alrededor para ver cómo han aumentado los privilegios de quienes gobiernan en nombre del socialismo del siglo XXI.

Pero, volviendo a la pregonada similitud entre todos los políticos, habría que suscribir con Napoleón su frase. Hay unos más iguales que otros.

La mentira como columna vertebral del discurso de los candidatos debe ser denunciada hasta el cansancio. No puede ser que tengan audiencia los que habiendo sido pésimos gobernantes ahora quiera hacer creer que su administración fue positiva y que merecen ser reelegidos para el cargo.

Ya hay una diferencia: hay precandidatos que no tienen ese tipo de experiencia. Hay a quienes no se les puede comprobar negligencia, incapacidad y corrupción. A veces la experiencia llega cuando ya no sirve para nada, cuando el que la ha adquirido no tiene voluntad para cambiar. Y aunque pensemos que hasta el último aliento el hombre debe tener esperanza en mejorar, siempre será más difícil cambiar con los años. Loro viejo no aprende a hablar.

Otra diferencia entre candidatos es cómo llevan su campaña. Hay quienes han despilfarrado ingentes recursos en afiches que han ensuciado las paredes de pueblos y ciudades, comprando seguidores, cuñas de televisión y de radio y en costosísimos espacios en la prensa regional y nacional. (Habría que remarcar esto, ¿por qué se anuncia en medios de cobertura nacional si las elecciones de noviembre son regionales y locales? Y ¿por qué no apareció esa plata en la campaña contra la Constitución comunista derrotada en el pasado diciembre?).

Son campañas que tratan de ocultar con billete la indigencia intelectual y moral. Hay candidatos a los cuales nadie les compraría un carro usado o les presentaría una hija adolescente. Los tipos no tienen ni la confianza de sus madres.

¿Por qué ante la propuesta de debatir ideas, algunos candidatos salen despavoridos? Prefieren asistir en solitario a programas de radio y TV y exigen que no haya llamadas del público para no ser descubiertos por alguna pregunta incómoda. En un debate espóntaneo, moderado por algún periodista inteligente, se harían evidentes algunas deficiencias de lenguaje pero también de pensamiento.

Son candidatos que no saben hablar (una cosa es gritar incoherencias y otra exponer razonadamente) o que ante una cuartilla o la pantalla de un computador sudarían la gota gorda para poder lograr expresarse. Claro, también los hay desfachatados que sin tener las mínimas nociones de sintaxis escriben barabaridades. A alguno le leímos hace poco que su enésima salida al ruedo político era una “candidatura comprobada”. ¡Claro que sí! Está más que comprobada su candidatura, su continuismo. Fiel imitador de Chávez quien -como él- se cree imprescindible.

De manera que si hay diferencias entre los candidatos. Sí somos diferentes. Decir que todos los políticos son iguales es una probable consecuencia de la pereza. Porque un elector consciente debe buscar informarse. Un ciudadano para cumplir con su deber de participar en la vida pública, aunque sea en el nivel primario de votante, debe abrirse a todos los canales de comunicación. Leer, oír y ver lo que dicen y cómo se comportan los candidatos.

Para aspirar a ser un líder auténtico hay que tratar de hacer corresponder lo que se dice con lo que se hace. No hay que hacer caso de los predicadores falsos que hipócritamente parecen vociferar que no se mire lo que hacen (o han hecho) sino lo que dicen.

Definitivamente, todos los candidatos no somos iguales.

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