Todo ha cambiado pero nada cambia
» La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados .
–
Groucho Marx
Acabo de llegar a Venezuela después de dos meses de ausencia, pensé que nada habría cambiado y efectivamente nada había cambiado ¿o sí?
Cuando me fui docena de compradores de divisas ofrecían comprarme mis dólares a tres mil bolívares, cuando volví esos mismos ofrecían comparármelos a tres bolívares fuertes.
Cuando salí el veinticuatro de noviembre, se me había informado a través del «Aló Presidente» que a los pensionados se les daría tres meses de aguinaldo pero, algo pasó entre tanto y sólo les dieron dos meses. ¿Sería por la derrota del 3D?
Cuando salí, las relaciones con Colombia eran buenas. Maduro se parecía al «Tira Besitos» con las autoridades colombianas. Ahora, a mi regreso, me encuentro con redeclaraciones casi bélicas y le dije a mi esposa mira cariño como soldado que arranca sirve para otra guerra mejor vámonos del país apenas podamos.
En noviembre no había azúcar ni leche, entre otras cosas; no había medicamentos para la hipertensión arterial ni para la diabetes, entre otros; ahora, no hay leche ni azúcar, pero tampoco hay pan.
Ayer, en Santa Teresa del Tuy, fui a una panadería a comprar pan y el «Portu» me dijo mire quedan tres panes amasados ¿los quiere? Por supuesto que sí le dije y le agregué «moito obrigado» (creo que así se escribe. El Portu me contestó lo mismo agregando ¡Viva la revolución! Y se rió estúpidamente en mi cara. Después los lugareños me dijeron que no había harina y me acordé y me dije «pensar que Venezuela llegó a exportar trigo en el siglo XIX».
Lo que sí encontré cambiado fue el ingreso al aeropuerto internacional Simón Bolívar. Todos los funcionarios muy atentos. El trámite de ingreso rápido a pesar de la inmensa cantidad de viajeros. Es más, hasta me ofrecieron una silla de ruedas pues notaron que andaba con mi «chiripiolca» que me da cada seis meses.
Otra cosa que encontré cambiada fue la cantidad de buhoneros en los Valles del Tuy. En Santa Teresa ya no habían tres mil sino unos diez mil. Buen aumento de puestos de trabajo en dos meses, pensé.
Y los precios, ¡Ay! Mamá, ¡Ay! Mamá, como diría un comentarista deportivo gallego. Los precios estaban por las nubes. Un café y un agua mineral me costaron siete bolívares fuertes. Es decir siete mil bolívares de cuando me había ido. Pero me dije, no puede ser que un cafecito cueste eso si con eso yo pagaba un litro de gasolina en Chile. Precio que allá le pusieron al vital combustible para que a nadie se le ocurra incendiar La Moneda.
Otra cosa que me pareció diferente es enterarme de que el hombre del maletín, un afamado empresario resultó ser un bolsa. ¡Que pena!, Me enteré además que los partidos políticos de la oposición se unieron en un pacto en que dejaron afuera a los más luchadores, es decir a los que pusieron la carne de cañón: léase Partido Comunista Bandera Roja, Resistencia Civil con Pérez a la cabeza y al grupo de Álvarez Paz quien a pesar de ser maracucho no bebe cerveza. ¡Tronco! De unidad, me dije. Estos pendejos no aprenden. Pareciera que mi amigo Hugo Chávez está predestinado por la providencia para gobernar hasta su muerte. ¡Ná guará!
En fin, estos son los cambios que he encontrado y finalmente, debo confesar, que como me sigue la «chiripiolca» me fui a un «Barrio Adentro» y la supuesta doctora cubana que había allí y que estaba contándole chistes subido de tono a unos estudiantes de secundaria, no me quiso inyectar porque yo no tenía «recipe» médico. Le dije pero véame usted que es doctora y luego me inyecta. Me dijo que no porque ella no trabajaba así. Además, yo blanco, buena pinta, con sombrero panameño, ¡que diablos! hacía allí… Obviamente terminé en una clínica privada que me sacó los últimos bolívares que me quedaban.
Como vemos todo ha cambiado y nada cambia. Eso es revolución…