Opinión Nacional

Todo el País para Zapata

Paradójicamente, los quebrantos de salud de Pedro León Zapata, el más genial de los humoristas venezolanos de todos los tiempos, han sido de gran utilidad, como confirmando el aforismo popular de que “no hay mal que por bien no venga”. Los males sufridos últimamente por él –de los cuales, afortunadamente, ya está bastante recuperado– han servido para que los venezolanos, sin distingos de ninguna clase, nos hayamos dado cuenta de su existencia corporal, más allá de su arte prodigioso, y de que todo nuestro país tiene contraída con él una deuda muy difícil de pagar, no sólo por lo inmensa que es, sino también porque se acrecienta cada día. Esto además de que es de esas deudas que no son materialmente cuantificables.

En efecto, todo lo que se ha dicho de Zapata en estos días, y todo cuanto se ha hecho y se haga por él, no será suficiente para saldar esa deuda. Porque el suyo es, de por sí, un arte prodigioso, pero que no es sólo el producto de un talento y de una sensibilidad excepcionales, sino también de una vida consagrada íntegramente a producirlo, por supuesto que motivado por el impulso creador y por la satisfacción que genera toda obra bien hecha, mas también por una definida vocación de servicio.

Lo más asombroso de Zapata es lo inagotable de su arte, que al cabo de varias décadas de producción ininterrumpida conserva intacta, y aun acrecentada, su frescura. Lo cual es tanto más admirable cuanto que esa frescura se nutre primordialmente del ingenio, y este, sin duda, es un bien agotable, una virtud contra la cual conspiran la repetición y la rutina, inevitables cuando se trata de ofrecer un producto cada día. Pero –¡milagro!– los “zapatazos” de hoy siguen encantando como el del primer día.

Por otra parte, el humor de Zapata no se enclaustra sólo en el ámbito de las artes plásticas. Suyo es también el prodigioso ingenio del lenguaje, tanto el oral como el escrito. No hay pregunta que se le formule que no tenga una respuesta rápida, chispeante, cautivadora. No hay comentario salido de su intelecto que no combine la gracia con la sapiencia. Su inmensa y multiválida cultura hace de sus decires una verdadera fiesta del espíritu.

Quizás por una especie de deformación profesional hay algo en Zapata que me hace admirarlo por encima de todo, que es su envidiable habilidad para la construcción del lenguaje oral. Quienes suelen escribir con frecuencia desarrollan, como es natural, una gran destreza, que se complementa con la posibilidad de corregir lo escrito cuantas veces sea necesario. Pero no ocurre lo mismo con quienes se expresan mayormente en forma oral. Son muy pocos los que saben construir con la palabra oída frases perfectas. Y Zapata es uno de ellos.

Bien vengan todos los homenajes a Zapata. El del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela será la síntesis, el gran homenaje de Venezuela entera. Una vez más la Casa –nuestra Casa­– vencerá las sombras. Pero –lo digo para que conste–, de todos modos le quedaremos debiendo.

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