To be or not to be
En este enfrentamiento definitorio no caben vacilaciones, conciliábulos ni medias tintas, acuerdos subrepticios ni postergaciones. Al régimen se le enfrenta con decisión y coraje. Que cada quien asuma sus responsabilidades. To be or not to be. That is the question.
Se bifurcan los caminos. En varios sentidos. La más grave de las bifurcaciones tiene lugar entre el régimen y la sociedad. Mientras aquel, bajo el diktat de nuestro Hitler tropical, empuja con violencia, en descampado y con alevosía hacia la conformación de una seudo legalidad totalitaria, la sociedad se afinca más y más en su cultura democrática y en sus valores tradicionales. Son sendas que se bifurcan hacia un imposible reencuentro.
El régimen, blindado en su sordera, en su autismo y en su vocación suicida pretendiendo imponer por la violencia de los hechos un sistema de vida que repugna a la inmensa mayoría de los venezolanos: autocracia, militarismo, corrupción y violencia. La sociedad civil, rodilla en tierra en sus posiciones: las ideas y creencias de dos siglos de vida republicana, su existencial compromiso con la Iglesia, con el estado docente, con sus escuelas y universidades, con sus medios, con la libertad de expresión, con el derecho de propiedad, la libre empresa y la educación libre: democracia, civilismo, decencia y paz. Es una bifurcación que nada ni nadie podrá impedir. Los caminos conducen a salidas absolutamente antagónicas: dictadura o democracia. No hay términos medios.
Chávez acelera perseguido por los demonios de su histórico fracaso: pierde respaldo popular en nuestro país y simpatía a nivel internacional. Las encuestas – incluso las que le son más cercanas, como las elaboradas por IVAD – dan cuenta de una estrepitosa caída del teniente coronel en el sentimiento popular. El hiato entre su trasnochado esquema ideológico y el universo de creencias populares, dramáticamente expresado en el más de un 90% de respaldo a la propiedad privada, comienza a invadir su propia base social de respaldo. Más de 12% de diferencia entre su nombre y el de cualquiera de sus adversarios en una eventual contienda electoral dan cuenta de que se acabó el amor. Y comenzó el despecho. Pronto el despecho se tornará en odio. Vendrán los días de la ira. Asunto inevitable que debe conducirnos a una profunda reflexión sobre el futuro.
Hoy, El País de España – sin duda el periódico más influyente de Hispanoamérica – y El Mercurio, de Santiago de Chile – la voz señera del país vanguardia en la actualidad regional – denuncian con acritud el avance del régimen hacia el totalitarismo. Y llaman la atención de la comunidad internacional ante el peligro de sus afanes desestabilizadores. Su enfrentamiento con el gobierno de Álvaro Uribe le ha dado los peores réditos. Y su intromisión en los asuntos hondureños lo ha hundido en el descrédito. Internacionalmente, Chávez pasa del encandilamiento al desprecio. Y su cercanía despierta suspicacias o angustias. Quien se una a su imagen arriesga puras pérdidas.
Los hechos comienzan a serle porfiadamente adversos. Zelaya, su títere centroamericano, ya es un cadáver político. López Obrador descendió del justo medio electoral mexicano a un modesto 14%. En Panamá triunfó la centro derecha. Los Kirchner tienen los días contados. Eduardo Frei o Sebastián Piñera, cualquiera de ellos próximo presidente de Chile, apartarán de un manotazo la blandura de la Sra. Bachelet y se alinearán junto al Departamento de Estado en su hábil política de aislamiento internacional del enfant terrible del castrismo. Lula verá su campo de maniobra severamente disminuido ante el avance de las fuerzas centristas en el Cono Sur y muy posiblemente pierda control sobre el gobierno, de ascender al poder la socialdemocracia brasileña.
Lo mismo en Europa: los desatinos del canciller de Zapatero estarán alimentando las simpatías por un drástico cambio de rumbo en la desacertada política internacional de los socialistas españoles. El Parlamento europeo comparte la visión del Departamento de Estado: Chávez es un problema. Un grave problema. Que hay que enfrentar con la mayor decisión.
Es un momento crucial, histórico para la oposición democrática venezolana. Los partidos han optado por la sensata decisión de la unión. Sus mejores hombres – desde Antonio Ledezma hasta César Pérez Vivas y Pablo Pérez – fortalecen sus posiciones y toman la clara decisión de encabezar la marcha hacia el futuro, sin entreguismos, vanas ilusiones ni pusilanimidades.
En este enfrentamiento definitorio no caben vacilaciones, conciliábulos ni medias tintas, acuerdos subrepticios ni postergaciones. Al régimen se le enfrenta con decisión y coraje. No nos dará de buen grado el Poder: habrá que arrancárselo con la convicción y la hidalguía propios de nuestra tradición democrática, haciendo uso de las armas que la constitución nos ofrece. Dios quiera que el tránsito hacia la redemocratización de la sociedad venezolana sea pacífica. Y pueda realizarse electoralmente. No depende de nosotros. Si la porfía suicida del teniente coronel lo impiden, mediante el uso sabio y firme del 350 y del 333. Como autoriza, ordena y manda la Constitución nacional.
Que cada quien asuma sus responsabilidades. To be or not to be. That is the question.