Tiranías en extinción
Algunos politólogos del siglo XX desarrollaron teorías pesimistas sobre la duración de las tiranías. En 1949 Jules Monnerot, en su Sociología del comunismo, disecó el régimen estalinista y develó sus afinidades con despotismos anteriores En 1951, Hannah Arendt publicó Orígenes del totalitarismo, definiendo y analizando los rasgos comunes del nazismo y del estalinismo. Estableció la distinción entre el totalitarismo (que penetra y controla todos los aspectos de la vida humana) y los autoritarismos tradicionales (que se contentan con la dominación política). En 1955, por su parte, Karl Wittfogel dio a conocer su teoría del Despotismo oriental, cuya versión moderna sería el Estado totalitario estalinista o maoísta. Los tres autores comparten una idéntica visión catastrofista con respecto al totalitarismo, al cual califican de “irreversible”, considerando imposible su evolutivo ablandamiento o liberalización.
La realidad posterior al año 1956 demostró que estaban equivocados con respecto a la existencia de barreras infranqueables entre el totalitarismo y otras formas de opresión más suaves y soportables. No entendieron la fragilidad de un régimen anclado en la personalidad de un solo caudillo carismático que ejerce el poder absoluto y con cuya desaparición o salida ese poder se diluye. Caído el conductor supremo, casi de inmediato el régimen inicia una transición del totalitarismo a un mero autoritarismo menos extremo, en cuyo seno se van abriendo espacios de libertad parcial. Así ocurrió en la URSS, donde la muerte de Stalin fue seguida de una evolución hacia una sociedad todavía autoritaria pero más pluralista y con menos miedo.
Por otra parte, en los autoritarismos no totalitarios –dictaduras de Franco, de Salazar, de Pinochet, de los generales brasileños- , la extinción “pacífica” de la tiranía se pudo lograr con la aceptación de los propios mandatarios. Conscientes de una realidad cambiante, o agobiados por problemas económicos, sociales, políticos y diplomáticos, estos tiranos terminaron por negociar la devolución del poder al pueblo soberano.
Meditamos sobre este tema en una Venezuela cuyo régimen actual es autocrático, sin llegar a la dictadura ni al totalitarismo acabado. Si cada demócrata cumple con su deber electoral el 26 de septiembre, el gobernante perderá el control sobre la mitad del parlamento. En el mundo y en el país existe desde ya una correlación de fuerzas que lo presiona a aceptar la nueva realidad y estudiar posibilidades existentes de diálogo, apertura, negociación, y despolarización.