Opinión Nacional

Tintín: entre la historia y la historieta

El 2007 fue el año de uno de los personajes de historietas más famosos de Europa, especialmente en Bélgica, en donde se conmemoro el centenario del nacimiento de Georges Remi, mejor conocido como Hergé, creador de Tintín (pronunciado Tantán, en francés).

En 1929 el eterno joven periodista inició sus aventuras visitando al “país de los Soviets”, en donde descubrió que su régimen – responsable de una gran hambruna entre su población – enviaba cínicamente alimentos hacia el exterior para hacer propaganda cual actuales petroEstados. De hecho, Tintín nació como consecuencia de la sugerencia que le hizo a Hergé director de una publicación católica derechista, su amigo, el filo fascista, Nobert Wallez.

En sus primeras aventuras Tintín no fue crítico del colonialismo belga en el Congo, como sí lo fue del japonés en China, y también, el comic mostraba ciertos prejuicios racista y antisemitas del autor – o del director de la publicación, o ambos – mostrando como villano del libro La Estrella Misteriosa a un judío neoyorquino llamado Blumenstein, dibujado de manera estereotipada. Hergé tomó conciencia de sus generalizaciones y del que fue el gran error su vida, creer en ideologías totalitarias de derecha, y rescribió varias de las viñetas al comprender que su personaje debía ser tolerante y luchar por igual, en contra de todas las injusticias y discriminaciones, viniese del sistema político del cual viniese. Así las cosas, en las nuevas ediciones de ambos libros el autor enfatizó el racismo del imperio belga en el Congo y eliminó los comentarios y connotaciones antisemitas de las obras originales. Si bien Tintín nunca envejeció físicamente, sí maduró en cuanto a su visión de mundo.

Luego de testimoniar la gran farsa del país de los Soviets, y viajar por el Congo y China, Tintín continuó su paseo por el mundo confrontando a las mafias de Al Capone y el maltrato de los indios en Norteamérica; batallando los excesos de un imaginario país llamado Borduria que intentaba anexarse al reino de Syldavia con la ayuda de un personaje llamado Mustler – nombre que combina al de Mussolini y Hitler, – y durante el período la ocupación alemana en Bélgica, el ilustrado aventurero viajó de la mano de su dibujante a distantes continentes en lugares lejanos de las zonas de la II Guerra Mundial.

La ficticia Borduria, sirvió a Hergé como escenario europeo que en El Cetro de Ottokar reflejaría la anexión de la Alemania Nazi de Austria y más tarde, en El Asunto Tornasol, haría una alegoría a La Guerra Fría con la historia de espías que se enfrentaban, en nombre de grandes potencias, para conseguir un invento del distraído científico Tornasol, inventor de una poderosa arma a base de ultrasonidos capaz de destruir totalmente a grandes ciudades. Finalmente, el profesor Tornasol decide destruir los planos de su invento.

El personaje de Tornasol está inspirado en toda una generación de científicos que lograron grandes avances, como la bomba atómica y que luego se arrepintieron por el uso que se les dio.

Hergé confesó sentirse culpable por haber colaborado, por pasividad, durante la ocupación nazi a su país y por su pasado vinculado a grupos católicos fascistas. Su “pecado” fue el de seguir publicando las aventuras de Tintín en una revista divulgada por los grupos belgas pro Nazis. Por eso, luego de la guerra, cambió el contenido de algunas de sus historietas para criticar a ideologías totalitarias – como en los ejemplos de los cambios que hizo en las historietas del Congo y de los “Shylocks” de La Estrella Misteriosa – y prefirió que Tintín se encaminase en travesías más fantásticas y menos políticas, como la búsqueda de un sepulcro del rey inca Rascar Capac en Perú y Bolivia – inspirado en una momia peruana que hasta hoy se exhibe en un museo de Bruselas, – el viaje al Tibet en búsqueda de un personaje con el nombre de un amigo personal de su autor, al cual no había visto en décadas, y que en el comic se había perdido en un accidente en Katmandú. También, Hergé dibujó la primera historieta en la cual ancló su personaje en su lugar de origen, Bélgica, acabando con la tradición viajera del periodista aventurero.

Tintín también conoció de cerca el conflicto entre árabes y judíos en la Palestina Británica en El País del Oro Negro, y en Latinoamérica se desplazo al país de San Teodoro que en la historieta se encuentra en conflicto bélico con su vecino Nuevo Rico, en alusión a “La Guerra del Chaco” (1932-1935) – entre Bolivia y Paraguay – que se desató por el dominio de un río que abriría la puerta del océano Atlántico a ambos países y por el descubrimiento de yacimientos petrolíferos que ambas naciones anhelaban explotar en la región del Chaco.

En 1973, Hergé reconoció en una entrevista con el Haagse Post que había flaqueado en cuanto a su creencia en la democracia, como muchos jóvenes europeos de su edad, y había creído en un Nuevo Orden que por supuesto, demostró ser una vieja idea tiránica. “A la vista de todo lo que pasó se trataba naturalmente de un gran error haber podido creer en ello”, expresó.

Mientras que la historia de Hergé representa buena parte de la Historia de Europa y del mundo de sus tiempos, la historieta de su alter ego, Tintín, se convirtió en el símbolo de todo hombre dispuesto a luchar a cualquier costo, contra toda forma de opresión y de injusticia.

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